Como consejero estatal del PAN en Puebla, una de mis responsabilidades es vigilar el correcto funcionamiento del partido en el estado. Así me lo impone la Ley General de Partidos Políticos y los propios Estatutos Generales. Para llegar aquí, tuve que alcanzar cinco años como militante ininterrumpidos, haber tenido alguna responsabilidad partidista y/o haber sido candidato a un cargo de elección popular, después, acreditar un examen sobre historia del PAN y sus fundamentos doctrinales; luego, contar con el respaldo de una asamblea municipal, para entonces, competir en la asamblea estatal, donde necesité el voto de las y los asambleístas .¿Fácil? Nada.
Lo cierto es que la militancia en cualquier partido político es un compromiso de índole social, sumamente cuestionado en nuestros días, sobre todo, cuando se milita - como yo - en un partido disminuido demográficamente por un régimen autocrático. Pero ni modos, cualquier compromiso es sobre todo, una responsabilidad, y en nuestro caso, la de promover una alternativa, o una vía que concentre ideas, programa y un proyecto para el país. El mismo país donde Morena permea en cada rincón.
En la sesión extraordinaria del Consejo Estatal del PAN celebrada el pasado domingo primero de septiembre, se analizaron con suficiencia técnica las razones por las que como partido, perdimos todos los distritos federales y locales en Puebla, además de la gubernatura y la presidencia municipal en la capital. Perdimos tanto, y de una forma tan dramática que quizás, bien pudieron faltar razones para analizar a profundidad nuestro fracaso.
No obstante y por desgracia no analizamos el aspecto menos visible de las instituciones pero que más influye: las decisiones.
Augusta y su secretario pueden no ser responsables de la tormenta, pero en definitiva son responsables del timón. Puede no ser su culpa encabezar la dirigencia en un momento político convulso y enrarecido por un líder como AMLO, pero claro que a ellos podemos atribuir la falta de sentido común para candidatear a las y los mejores perfiles en municipios clave como San Martín Texmelucan, Teziutlán y Tehuacán, o para empujar a su candidato a gobernador a la definición oportuna.
Otra decisión costosa - y a la que me opuse como consejero - fue la alianza con un partido cuyo rechazó ya ronda en el 70% de la población y con otro al que apenas conoce el 13% del electorado en Puebla, el PRI y el PSI, al primero le permitimos montarse en nuestros votos para llevar al Senado a un personaje que ojalá se mantenga en la oposición los próximos seis años, y al segundo, negociar a nuestra costa para hacer diputada federal a quien como senadora francamente dejó mucho que desear en su trabajo legislativo.
Me siento profundamente orgulloso de ser panista, creo que es una institución necesaria para que la democracia siga siendo vigente en México, lamentablemente constato ceguera y conformismo de quienes nos dirigen. Nos leemos el siguiente martes.