En nuestro estado de Puebla existen diversidad de espacios, inmuebles, y sitios públicos que cuentan con su propia historia y muchos de ellos son reflejo de nuestra cultura e identidad.
En esta ocasión, me centraré en la iglesia de San Cristóbal que se ubica en la calle 4 norte y la calle 6 oriente de la capital; al final de lo que se denomina coloquialmente como la calle de los dulces.
De esta construcción resalta su cúpula abierta de Talavera y las dos torres que, durante el sitio de Puebla en 1856, fueron derribadas y reconstruidas a alrededor de 1957.
Por su originalidad arquitectónica y decorativa, se dice que el Templo de San Cristóbal fue un punto de referencia en el desarrollo del arte novohispano, que sirvió de muestra para la posterior decoración de otros templos erigidos en la región de Puebla y Tlaxcala; también se menciona que influyó en quienes diseñaron la Capilla del Rosario.
De igual forma, la fachada lateral es un ejemplo de lo que los especialistas denominan arte poblano virreinal. Su portada de basalto gris está decorada con finos relieves y su portal se encuentra enmarcado por dos pares de columnas con estrías ondulantes. Destaca su relieve en mármol que representa a San Juan escribiendo el Apocalipsis.
La cúpula de la iglesia de San Cristóbal es una obra de arte, cuenta con un medallón central que representa a la Inmaculada Concepción, rodeada de ángeles y ocho vírgenes y mártires; adicionalmente, se pueden observar los marcos en relieve de las ventanas y los ángeles marianos de las pechinas, siendo protagónicos de la escena celestial los propios padres de la Virgen María, San Joaquín y Santa Ana.
La construcción anexa al lado derecho del templo era el hospital con un claustro y una huerta para el servicio propio, que funcionaron hasta mediados del siglo XIX; de acuerdo con registros históricos, en 1921 se convierte en una escuela primaria del Gobierno del Estado, la cual se le dio por nombre Himno Nacional y funciona en la actualidad.
En el templo también se puede observar una colección de esculturas religiosas atribuidas al taller de la familia Cora, que, de acuerdo con la historia, fue una de las mejores durante el periodo de la Puebla Virreinal.
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Como dijo la arquitecta estadounidense Julia Morgan: “La arquitectura es un arte visual y los edificios hablan por sí mismos.”
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