/ domingo 5 de enero de 2020

Implicaciones de la cultura cristiana y el Año Nuevo

La influencia del cristianismo en la cultura occidental es determinante. Lo que implica el término de cada año desde la celebración del 24 de diciembre hasta el 6 de enero por la llegada de los Reyes Magos, es un camino lleno de simbolismos que encierran un profundo sentido religioso.

La vivencia es proporcional a la religiosidad que cada familia haya profesado y profese.

La tradición es muy compleja porque implica la transmisión de doctrinas, ritos, costumbres, etcétera, de generación en generación. Cabe aclarar que es diferente a la costumbre, aunque ambas (la tradición y la costumbre) subsisten en la cultura. Una costumbre es una repetición casi autómata, incluso monótona, que finalmente se hace habitual, como poner el despertador, tomar la misma ruta para ir al trabajo, saludar o reunirse con los hermanos y la familia; aunque un hábito bueno es finalmente una virtud. El mal hábito, por el contrario, es un vicio.

Por otro lado, la tradición enseña los significados, en este caso nos referimos a la religión cristiana ¿Cambió la tradición a través de los años? Tal parece. El rito que conlleva la corona de Adviento, la pastorela, las ocho posadas, arrullar y acostar al Niño Jesús, la celebración eucarística de Navidad y de fin de año, con la “misa de gallo”, se ha relajado.

La modernidad que llegó con el siglo XXI por el cambio de tiempos, hizo que la Iglesia católica también buscara nuevas formas para que los feligreses no se alejaran de sus templos ni de sus tradiciones; sólo que la libertad se hizo también un espacio insustituible en la democracia. La otrora poderosa Iglesia desde el 27 de febrero del año 380, cuando el cristianismo se decreta como la religión oficial del Imperio Romano mediante el Edicto de Tesalónica por el emperador romano Teodosio, sufre embates desde su interior y repercute en los más de 1000 millones de feligreses.

Han pasado veinte siglos y el eco del cristianismo resuena, la búsqueda de la Palabra no cesa, no sólo la costumbre sino el sentido más profundo de la tradición. Pero también la confusión no se queda atrás, el sincretismo y la libre interpretación hacen que haya cambios sustanciales en la forma de vivir estas fechas.

Así llega la exposición de la Capilla Sixtina a Puebla, un evento singular de la réplica, por demás bien lograda, de tal monumento. Los frescos exponen una catequesis sin precedente, entre ellos el último, el Juicio Final con el controvertido infierno y los demonios que debaten con los infieles y pecadores para llevarlos a la condenación eterna. Tal vez la presentación de un Dios que no castiga, que es indulgente, paciente y misericordioso, nos da cancha para relajarnos y ya no vivir tan preocupados por seguir mínimamente los diez mandamientos. No reparamos en que la libertad tiene condiciones en la razón y la voluntad.

Llegamos entonces a ser tan contradictorios cuando juzgamos con dedo flamígero al otro por los errores que comete, pero somos incapaces de meditar en nuestras propios errores y limitaciones. Un poco de rigor y honestidad en nuestros pensamientos y acciones no haría mal a quienes nos acompañan en este viaje. Así, con toda seguridad, nos ahorraríamos juicios humanos como es que está padeciendo el super policía Genaro García Luna, porque no se trata solo de una religión o una simple tradición sino de una forma de vida.

Aunque lo cierto es que, como seres sociales, requerimos de actos concretos, reales, tradiciones que den cuenta de los simbolismos, más allá de sólo buenos deseos que se evaporan. Felices Reyes.

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com

La influencia del cristianismo en la cultura occidental es determinante. Lo que implica el término de cada año desde la celebración del 24 de diciembre hasta el 6 de enero por la llegada de los Reyes Magos, es un camino lleno de simbolismos que encierran un profundo sentido religioso.

La vivencia es proporcional a la religiosidad que cada familia haya profesado y profese.

La tradición es muy compleja porque implica la transmisión de doctrinas, ritos, costumbres, etcétera, de generación en generación. Cabe aclarar que es diferente a la costumbre, aunque ambas (la tradición y la costumbre) subsisten en la cultura. Una costumbre es una repetición casi autómata, incluso monótona, que finalmente se hace habitual, como poner el despertador, tomar la misma ruta para ir al trabajo, saludar o reunirse con los hermanos y la familia; aunque un hábito bueno es finalmente una virtud. El mal hábito, por el contrario, es un vicio.

Por otro lado, la tradición enseña los significados, en este caso nos referimos a la religión cristiana ¿Cambió la tradición a través de los años? Tal parece. El rito que conlleva la corona de Adviento, la pastorela, las ocho posadas, arrullar y acostar al Niño Jesús, la celebración eucarística de Navidad y de fin de año, con la “misa de gallo”, se ha relajado.

La modernidad que llegó con el siglo XXI por el cambio de tiempos, hizo que la Iglesia católica también buscara nuevas formas para que los feligreses no se alejaran de sus templos ni de sus tradiciones; sólo que la libertad se hizo también un espacio insustituible en la democracia. La otrora poderosa Iglesia desde el 27 de febrero del año 380, cuando el cristianismo se decreta como la religión oficial del Imperio Romano mediante el Edicto de Tesalónica por el emperador romano Teodosio, sufre embates desde su interior y repercute en los más de 1000 millones de feligreses.

Han pasado veinte siglos y el eco del cristianismo resuena, la búsqueda de la Palabra no cesa, no sólo la costumbre sino el sentido más profundo de la tradición. Pero también la confusión no se queda atrás, el sincretismo y la libre interpretación hacen que haya cambios sustanciales en la forma de vivir estas fechas.

Así llega la exposición de la Capilla Sixtina a Puebla, un evento singular de la réplica, por demás bien lograda, de tal monumento. Los frescos exponen una catequesis sin precedente, entre ellos el último, el Juicio Final con el controvertido infierno y los demonios que debaten con los infieles y pecadores para llevarlos a la condenación eterna. Tal vez la presentación de un Dios que no castiga, que es indulgente, paciente y misericordioso, nos da cancha para relajarnos y ya no vivir tan preocupados por seguir mínimamente los diez mandamientos. No reparamos en que la libertad tiene condiciones en la razón y la voluntad.

Llegamos entonces a ser tan contradictorios cuando juzgamos con dedo flamígero al otro por los errores que comete, pero somos incapaces de meditar en nuestras propios errores y limitaciones. Un poco de rigor y honestidad en nuestros pensamientos y acciones no haría mal a quienes nos acompañan en este viaje. Así, con toda seguridad, nos ahorraríamos juicios humanos como es que está padeciendo el super policía Genaro García Luna, porque no se trata solo de una religión o una simple tradición sino de una forma de vida.

Aunque lo cierto es que, como seres sociales, requerimos de actos concretos, reales, tradiciones que den cuenta de los simbolismos, más allá de sólo buenos deseos que se evaporan. Felices Reyes.

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com