/ lunes 22 de julio de 2019

Intentos panistas por la resurrección se toparán con pared

Los números registrados el domingo 2 de junio al término de la contienda electoral en la zona metropolitana de Puebla hicieron brincar de gusto a los dirigentes y liderazgos del PAN que de una u otra forma habían intervenido en la vida de ese partido en los últimos 13 años, desde que en 2006 el finado Rafael Moreno Valle colgó la playera tricolor para usar, a partir de entonces, la del instituto blanquiazul.

El triunfo de Enrique Cárdenas Sánchez en la elección extraordinaria de gobernador en municipios como Puebla, San Andrés y San Pedro Cholula, además de Cuautlancingo y Coronango, obsequió tanques de oxígeno a los militantes de un partido que se asumió agonizante tras la muerte de la pareja Moreno Valle-Alonso Hidalgo y la unción del supuesto todopoderoso e invencible Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena, contra el que habría que competir de nueva cuenta en las urnas.

El frustrado intento de lo que quedaba del morenovallismo para imponer al edil de Atlixco, Guillermo Velázquez Gutiérrez, como candidato a gobernador, fue el único movimiento organizado que gestaron los panistas locales para ir a una competencia que daban por perdida.

La designación desde el Comité Ejecutivo Nacional de Cárdenas Sánchez ayudó a desterrar a los indecisos y temerosos, que fueron mayoría y que encontraron en la candidatura del ex rector de la UDLAP el “argumento” perfecto para pintar su raya con el partido mientras se desarrollaban los episodios de guerra electoral, mientras corría la sangre.

Salvo contadas excepciones, como Eduardo Rivera Pérez, que apareció en algunos actos de proselitismo en favor de su abanderado a gobernador, casi todos los personajes que hasta 2018 habían peleado por posiciones de poder en ese partido se volvieron mudos, sordos e invisibles.

Eso cambió en la noche del 2 de junio, cuando un importante sector de los electores del estado, el de la capital y algunos municipios conurbados, les mostró a los panistas una realidad que creían extinguida: que, al menos en la zona metropolitana, el blanquiazul aún era competitivo.

La apatía de las semanas previas a la jornada electoral se desvaneció y en su lugar figuró, revivió, el ímpetu de aquellos que quieren ir a las urnas en la elección intermedia en un papel protagónico, ni más ni menos que como candidatos a la presidencia municipal de Puebla.

El desempeño de las malas administraciones municipales emanadas de Morena en la zona centro del estado, la que tiene a la población más informada, más politizada y más crítica, abrió la puerta para el pretendido retorno de los panistas, que interpretan los números de la contienda de gobernador como un espejo anticipado de lo que ocurrirá en 2021, con la contienda de ediles, diputados locales y diputados federales.

Así es como han brotado liderazgos del pasado reciente que se encuentran metidos en supuestas tareas de reconstrucción que buscan relanzar al panismo en futuros comicios.

Lo que en realidad quieren es hacerse de candidaturas para retornar al poder.

La principal es la de presidente municipal de Puebla.

Eso es positivo.

Devuelve vida al PAN y enriquece el contexto político en un entorno que requiere contrapesos.

La euforia de ahora, sin embargo, puede no cristalizarse en dos años, como planean los panistas, por el eventual triunfo de intereses particulares sobre los colectivos.

Esos liderazgos que dicen buscar la recomposición del partido tienen hoy un objetivo común: derrocar a Genoveva Huerta Villegas, a quien miran con recelo por considerar que ha establecido acuerdos inconfesables con un sector influyente del barbosismo.

En el camino tratan de ponerse de acuerdo para nombrar al relevo de Pablo Rodríguez Regordosa en la dirigencia municipal.

Los problemas vendrán después, cuando, ya con nuevos presidentes de partido sentados a las reuniones de consejo, tengan que definir cómo repartirán las candidaturas para el 2021.

Varios de ellos querrán la que competirá para edil de Puebla.

Y quienes no la consigan terminarán por hacerse a un lado, otra vez, cruzándose de brazos en una nueva batalla a muerte con el abanderado de Morena, que, por si no lo han previsto, para entonces tendrá de su lado al gobernador en funciones.

El supuesto resurgimiento del PAN debe pasar por un proceso genuino de unidad.

Sin la cohesión de los grupos, de los aspirantes y de sus aliados, el entusiasmo del año electoral 2019 quedará en una mera anécdota, sin posibilidades de repetición.

Aun con gobiernos municipales morenistas desastrosos y un presidente López Obrador en descenso.


Twitter: @jorgerdzc

jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx

Los números registrados el domingo 2 de junio al término de la contienda electoral en la zona metropolitana de Puebla hicieron brincar de gusto a los dirigentes y liderazgos del PAN que de una u otra forma habían intervenido en la vida de ese partido en los últimos 13 años, desde que en 2006 el finado Rafael Moreno Valle colgó la playera tricolor para usar, a partir de entonces, la del instituto blanquiazul.

El triunfo de Enrique Cárdenas Sánchez en la elección extraordinaria de gobernador en municipios como Puebla, San Andrés y San Pedro Cholula, además de Cuautlancingo y Coronango, obsequió tanques de oxígeno a los militantes de un partido que se asumió agonizante tras la muerte de la pareja Moreno Valle-Alonso Hidalgo y la unción del supuesto todopoderoso e invencible Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena, contra el que habría que competir de nueva cuenta en las urnas.

El frustrado intento de lo que quedaba del morenovallismo para imponer al edil de Atlixco, Guillermo Velázquez Gutiérrez, como candidato a gobernador, fue el único movimiento organizado que gestaron los panistas locales para ir a una competencia que daban por perdida.

La designación desde el Comité Ejecutivo Nacional de Cárdenas Sánchez ayudó a desterrar a los indecisos y temerosos, que fueron mayoría y que encontraron en la candidatura del ex rector de la UDLAP el “argumento” perfecto para pintar su raya con el partido mientras se desarrollaban los episodios de guerra electoral, mientras corría la sangre.

Salvo contadas excepciones, como Eduardo Rivera Pérez, que apareció en algunos actos de proselitismo en favor de su abanderado a gobernador, casi todos los personajes que hasta 2018 habían peleado por posiciones de poder en ese partido se volvieron mudos, sordos e invisibles.

Eso cambió en la noche del 2 de junio, cuando un importante sector de los electores del estado, el de la capital y algunos municipios conurbados, les mostró a los panistas una realidad que creían extinguida: que, al menos en la zona metropolitana, el blanquiazul aún era competitivo.

La apatía de las semanas previas a la jornada electoral se desvaneció y en su lugar figuró, revivió, el ímpetu de aquellos que quieren ir a las urnas en la elección intermedia en un papel protagónico, ni más ni menos que como candidatos a la presidencia municipal de Puebla.

El desempeño de las malas administraciones municipales emanadas de Morena en la zona centro del estado, la que tiene a la población más informada, más politizada y más crítica, abrió la puerta para el pretendido retorno de los panistas, que interpretan los números de la contienda de gobernador como un espejo anticipado de lo que ocurrirá en 2021, con la contienda de ediles, diputados locales y diputados federales.

Así es como han brotado liderazgos del pasado reciente que se encuentran metidos en supuestas tareas de reconstrucción que buscan relanzar al panismo en futuros comicios.

Lo que en realidad quieren es hacerse de candidaturas para retornar al poder.

La principal es la de presidente municipal de Puebla.

Eso es positivo.

Devuelve vida al PAN y enriquece el contexto político en un entorno que requiere contrapesos.

La euforia de ahora, sin embargo, puede no cristalizarse en dos años, como planean los panistas, por el eventual triunfo de intereses particulares sobre los colectivos.

Esos liderazgos que dicen buscar la recomposición del partido tienen hoy un objetivo común: derrocar a Genoveva Huerta Villegas, a quien miran con recelo por considerar que ha establecido acuerdos inconfesables con un sector influyente del barbosismo.

En el camino tratan de ponerse de acuerdo para nombrar al relevo de Pablo Rodríguez Regordosa en la dirigencia municipal.

Los problemas vendrán después, cuando, ya con nuevos presidentes de partido sentados a las reuniones de consejo, tengan que definir cómo repartirán las candidaturas para el 2021.

Varios de ellos querrán la que competirá para edil de Puebla.

Y quienes no la consigan terminarán por hacerse a un lado, otra vez, cruzándose de brazos en una nueva batalla a muerte con el abanderado de Morena, que, por si no lo han previsto, para entonces tendrá de su lado al gobernador en funciones.

El supuesto resurgimiento del PAN debe pasar por un proceso genuino de unidad.

Sin la cohesión de los grupos, de los aspirantes y de sus aliados, el entusiasmo del año electoral 2019 quedará en una mera anécdota, sin posibilidades de repetición.

Aun con gobiernos municipales morenistas desastrosos y un presidente López Obrador en descenso.


Twitter: @jorgerdzc

jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx