/ viernes 1 de febrero de 2019

Jiménez Merino es el gallo de los 'renovadores'

Los integrantes del autodenominado Grupo Renovación del PRI volvieron a la carga este jueves. Con una carta enviada a la dirigente nacional de su partido, Claudia Ruiz Massieu, insistieron en la salida de Javier Casique Zárate de la presidencia del Comité Directivo Estatal.

“De ignorar nuestra demanda”, advierte el texto, “lo único que estará propiciando es que la lenta y evidente sangría que nuestro partido ha experimentado en los últimos meses se convierta en un desafortunado tropel de nuestros compañeros hacia otras instancias partidarias”.

Este nuevo mensaje de los priistas inconformes con el desempeño de Enrique Doger Guerrero como candidato a gobernador en la pasada contienda electoral, en el papel de aliado encubierto del morenovallismo, es solo el paso previo a un acontecimiento más importante que llegará en los próximos días.

Los generales de ese grupo tricolor se pusieron de acuerdo y ya tienen un precandidato único al Gobierno del Estado en la persona de Alberto Jiménez Merino.

El exdelegado de la Comisión Nacional del Agua reunió los consensos al interior de ese bloque antidogerista, por lo que se prepara para hacer un pronunciamiento público en compañía de sus aliados.

Jiménez Merino ha intentado ser candidato del PRI en otras ocasiones, sin éxito.

Para tener una mejor expectativa esta vez y quitar a Doger del camino, sabe que hay que conseguir, primero, el cambio en la dirigencia.

El relevo de delegado del Comité Ejecutivo Nacional, que se ha dado esta misma semana, podría significar una buena noticia para los presuntos renovadores.

El miércoles se fue María Esther Scherman Leaño, que vino para la contienda electoral de 2018 como una deferencia del CEN para el candidato Doger.

Este jueves llegó Gilberto Gutiérrez Sánchez, un beltronista que a principios de semana se desempeñaba todavía como presidente estatal del PRI en Sonora, donde el tricolor también fue noqueado por los partidos de la coalición Juntos Haremos Historia y el efecto López Obrador en los comicios de julio.

Quizá a él sí puedan convencerlo de la necesidad de refrescar la dirigencia local para impedir que aumente el desgaste de los liderazgos que rechazan la posibilidad de una segunda nominación en favor del expresidente municipal de Puebla y exrector de la BUAP.

Jiménez Merino tiene puntos positivos.

Uno de ellos es que se percibe como un personaje genuino, que no iría a una elección de gobernador a simular que pelea cuando en realidad no lo hace.

Otro, su silenciosa pero larga trayectoria en el tejido de relaciones políticas por los diferentes rincones del estado, en pueblos y comunidades rurales, gracias, entre otras cosas, a su labor de dos sexenios en la Secretaría de Desarrollo Rural.

La apuesta podría resultar victoriosa en el PRI.

Aunque para ello tendrá que batallar con la etiqueta de marinista que ya carga en el pecho.

Al aspirante no solo se le vincula con el exgobernador Mario Marín Torres, sino que se le señala como subordinado de aquél.

Ese es un punto negativo.


***

Llama la atención que en el PRI parezca haber más entusiasmo que en el PAN para participar en la elección extraordinaria de gobernador.

Los blanquiazules siguen en ‘shock’ después de aquella amarga Navidad.

Hay una batalla de todos contra todos.

Se lanzan acusaciones en medio de la crisis y nadie levanta la mano para decir “sí, yo quiero”.

Ni los escasos morenovallistas que quedan ni los yunquistas que tanto quieren el partido de vuelta en sus manos se anotan para competir por la gubernatura de cinco años y medio.

Los priistas, en cambio, sí lo hacen.

No tienen una sola posibilidad de ganarle al aparato morenista, pero ahí están, en busca de la nominación.

Unos, con el interés genuino de participar y competir; y otros, por negociar con el abanderado de Morena, quien quiera que resulte entre Luis Miguel Barbosa Huerta y Alejandro Armenta Mier.

@jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx

Los integrantes del autodenominado Grupo Renovación del PRI volvieron a la carga este jueves. Con una carta enviada a la dirigente nacional de su partido, Claudia Ruiz Massieu, insistieron en la salida de Javier Casique Zárate de la presidencia del Comité Directivo Estatal.

“De ignorar nuestra demanda”, advierte el texto, “lo único que estará propiciando es que la lenta y evidente sangría que nuestro partido ha experimentado en los últimos meses se convierta en un desafortunado tropel de nuestros compañeros hacia otras instancias partidarias”.

Este nuevo mensaje de los priistas inconformes con el desempeño de Enrique Doger Guerrero como candidato a gobernador en la pasada contienda electoral, en el papel de aliado encubierto del morenovallismo, es solo el paso previo a un acontecimiento más importante que llegará en los próximos días.

Los generales de ese grupo tricolor se pusieron de acuerdo y ya tienen un precandidato único al Gobierno del Estado en la persona de Alberto Jiménez Merino.

El exdelegado de la Comisión Nacional del Agua reunió los consensos al interior de ese bloque antidogerista, por lo que se prepara para hacer un pronunciamiento público en compañía de sus aliados.

Jiménez Merino ha intentado ser candidato del PRI en otras ocasiones, sin éxito.

Para tener una mejor expectativa esta vez y quitar a Doger del camino, sabe que hay que conseguir, primero, el cambio en la dirigencia.

El relevo de delegado del Comité Ejecutivo Nacional, que se ha dado esta misma semana, podría significar una buena noticia para los presuntos renovadores.

El miércoles se fue María Esther Scherman Leaño, que vino para la contienda electoral de 2018 como una deferencia del CEN para el candidato Doger.

Este jueves llegó Gilberto Gutiérrez Sánchez, un beltronista que a principios de semana se desempeñaba todavía como presidente estatal del PRI en Sonora, donde el tricolor también fue noqueado por los partidos de la coalición Juntos Haremos Historia y el efecto López Obrador en los comicios de julio.

Quizá a él sí puedan convencerlo de la necesidad de refrescar la dirigencia local para impedir que aumente el desgaste de los liderazgos que rechazan la posibilidad de una segunda nominación en favor del expresidente municipal de Puebla y exrector de la BUAP.

Jiménez Merino tiene puntos positivos.

Uno de ellos es que se percibe como un personaje genuino, que no iría a una elección de gobernador a simular que pelea cuando en realidad no lo hace.

Otro, su silenciosa pero larga trayectoria en el tejido de relaciones políticas por los diferentes rincones del estado, en pueblos y comunidades rurales, gracias, entre otras cosas, a su labor de dos sexenios en la Secretaría de Desarrollo Rural.

La apuesta podría resultar victoriosa en el PRI.

Aunque para ello tendrá que batallar con la etiqueta de marinista que ya carga en el pecho.

Al aspirante no solo se le vincula con el exgobernador Mario Marín Torres, sino que se le señala como subordinado de aquél.

Ese es un punto negativo.


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Llama la atención que en el PRI parezca haber más entusiasmo que en el PAN para participar en la elección extraordinaria de gobernador.

Los blanquiazules siguen en ‘shock’ después de aquella amarga Navidad.

Hay una batalla de todos contra todos.

Se lanzan acusaciones en medio de la crisis y nadie levanta la mano para decir “sí, yo quiero”.

Ni los escasos morenovallistas que quedan ni los yunquistas que tanto quieren el partido de vuelta en sus manos se anotan para competir por la gubernatura de cinco años y medio.

Los priistas, en cambio, sí lo hacen.

No tienen una sola posibilidad de ganarle al aparato morenista, pero ahí están, en busca de la nominación.

Unos, con el interés genuino de participar y competir; y otros, por negociar con el abanderado de Morena, quien quiera que resulte entre Luis Miguel Barbosa Huerta y Alejandro Armenta Mier.

@jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx