/ domingo 10 de junio de 2018

La cifra

Lo que sigue son las primeras líneas de “La Grandeza Mexicana” de Bernardo de Balbuena (he cotejado la redacción de dos versiones: la de Porrúa, Colección Sepan Cuántos, número 200, publicada en México en 1997, que a su vez se corresponde con la edición mexicana de Ocharte, de 1604; y, por otra parte, la edición de la Imprenta de Diego López Dávalos, publicada en México, también en 1604).

“*AL LETOR* dice el sabio en el Eclesiastés 12, que *Facien di plures libros non est finis* No hay término ni fin en hacer y multiplicar libros. Cada uno saca el suyo y lo tiene por el más esencial y mejor. Y es la razón, a mi parecer, no poderse dar uno tan copioso y general, tan ajustado y medido a todos los gustos, que ni tenga de más ni de menos; son varios los talentos y profesiones, los estados, los discursos, las habilidades, las inclinaciones y apetitos de los hombres; unos briosos, otros humildes; unos altivos, otros rateros; unos desenvueltos, otros encogidos; unos fáciles y de trato suave y compuesto, y otros tan satíricos, desabridos y melancólicos que en todo tropiezan y todo les enfada; unos dicen bien de todo, y otros nada les cae en gusto. ¿Quién guisará para todos? Si escribo para los sabios y discretos, la mayor parte del pueblo quedase ayuna de mí. Si para el vulgo y no más, lo muy ordinario y común ni puede ser de gusto ni de provecho”.

Aunque nacido en Toledo en 1562, Bernardo de Balbuena es piedra angular de la nacionalidad mexicana. O, tal vez debería escribir, de una de las varias identidades mexicanas.

El “insigne poeta épico y bucólico” y clérigo Bernardo de Balbuena, ya asentado en la Nueva España, escribió, en el año 1603, un largo poema para cantar la gloria de la ciudad. Por medio de sus versos Balbuena vinculó a México con la tradición occidental, católica y grecorromana.

Recordemos para crear el contexto. En 1472 murió Nezahualcóyotl. En 1521 ocurrió la Conquista de Tenochtitlan y en 1531 apareció la Virgen de Guadalupe. Es decir: ochenta y dos años transcurrieron entre la caída de un imperio y el surgimiento de una nueva nacionalidad ilustrada, representada en “La Grandeza Mexicana.”

Divaguemos. Debemos recordar que, como parte del trabajo intelectual de construcción de las identidades, en el año 1790 Mariano Beristaín y Souza (ilustre teólogo y bibliógrafo nacido aquí, en la Puebla de los Ángeles) comenzó las labores de investigación y redacción de su “Biblioteca Hispanoamericana Septentrional”, misma que es descrita como “catálogo y noticias de los literatos que o nacidos o educados o florecientes en la América Septentrional Española, han dado a luz algún escrito o lo han dejado preparado para la prensa”. La obra está integrada por 3680 entradas sobre autores hispanoamericanos, clérigos y seculares. El objetivo de Beristaín fue demostrar que la Hispanoamérica septentrional era una tierra de hombres de letras y de estudiosos, que cultivaban la tradición occidental. De manera indirecta, la “Biblioteca” de Beristaín es fruto de “La Grandeza”.

Pues bien. La obra de Balbuena es un poema-fractal. Comienza bajo la forma de una octava real. Posteriormente, cada uno de los ocho versos es glosado en verso de manera prolija y erudita. La octava real que funciona como una estrofa matriz es la que sigue:

“De la famosa México el asiento, | origen y grandeza de edificios, | caballos, calles, trato, cumplimiento, | letras, virtudes, variedad de oficios, | regalos, ocasiones de contento, primavera inmortal y sus indicios, | gobierno ilustre, Religión y Estado, | todo en este discurso está cifrado”.

El poema es la descripción hiperbólica de una nueva realidad espiritual. De nosotros. En el “Tesoro de la lengua castellana o española” (1611) de Sebastián de Covarrubias “CIFRA” es aquella “escritura enigmática, con caracteres peregrinos o los nuestros trocados unos por otros, en valor o en lugar”- ¿Quién escribió que el hombre es la cifra de sí mismo?


Lo que sigue son las primeras líneas de “La Grandeza Mexicana” de Bernardo de Balbuena (he cotejado la redacción de dos versiones: la de Porrúa, Colección Sepan Cuántos, número 200, publicada en México en 1997, que a su vez se corresponde con la edición mexicana de Ocharte, de 1604; y, por otra parte, la edición de la Imprenta de Diego López Dávalos, publicada en México, también en 1604).

“*AL LETOR* dice el sabio en el Eclesiastés 12, que *Facien di plures libros non est finis* No hay término ni fin en hacer y multiplicar libros. Cada uno saca el suyo y lo tiene por el más esencial y mejor. Y es la razón, a mi parecer, no poderse dar uno tan copioso y general, tan ajustado y medido a todos los gustos, que ni tenga de más ni de menos; son varios los talentos y profesiones, los estados, los discursos, las habilidades, las inclinaciones y apetitos de los hombres; unos briosos, otros humildes; unos altivos, otros rateros; unos desenvueltos, otros encogidos; unos fáciles y de trato suave y compuesto, y otros tan satíricos, desabridos y melancólicos que en todo tropiezan y todo les enfada; unos dicen bien de todo, y otros nada les cae en gusto. ¿Quién guisará para todos? Si escribo para los sabios y discretos, la mayor parte del pueblo quedase ayuna de mí. Si para el vulgo y no más, lo muy ordinario y común ni puede ser de gusto ni de provecho”.

Aunque nacido en Toledo en 1562, Bernardo de Balbuena es piedra angular de la nacionalidad mexicana. O, tal vez debería escribir, de una de las varias identidades mexicanas.

El “insigne poeta épico y bucólico” y clérigo Bernardo de Balbuena, ya asentado en la Nueva España, escribió, en el año 1603, un largo poema para cantar la gloria de la ciudad. Por medio de sus versos Balbuena vinculó a México con la tradición occidental, católica y grecorromana.

Recordemos para crear el contexto. En 1472 murió Nezahualcóyotl. En 1521 ocurrió la Conquista de Tenochtitlan y en 1531 apareció la Virgen de Guadalupe. Es decir: ochenta y dos años transcurrieron entre la caída de un imperio y el surgimiento de una nueva nacionalidad ilustrada, representada en “La Grandeza Mexicana.”

Divaguemos. Debemos recordar que, como parte del trabajo intelectual de construcción de las identidades, en el año 1790 Mariano Beristaín y Souza (ilustre teólogo y bibliógrafo nacido aquí, en la Puebla de los Ángeles) comenzó las labores de investigación y redacción de su “Biblioteca Hispanoamericana Septentrional”, misma que es descrita como “catálogo y noticias de los literatos que o nacidos o educados o florecientes en la América Septentrional Española, han dado a luz algún escrito o lo han dejado preparado para la prensa”. La obra está integrada por 3680 entradas sobre autores hispanoamericanos, clérigos y seculares. El objetivo de Beristaín fue demostrar que la Hispanoamérica septentrional era una tierra de hombres de letras y de estudiosos, que cultivaban la tradición occidental. De manera indirecta, la “Biblioteca” de Beristaín es fruto de “La Grandeza”.

Pues bien. La obra de Balbuena es un poema-fractal. Comienza bajo la forma de una octava real. Posteriormente, cada uno de los ocho versos es glosado en verso de manera prolija y erudita. La octava real que funciona como una estrofa matriz es la que sigue:

“De la famosa México el asiento, | origen y grandeza de edificios, | caballos, calles, trato, cumplimiento, | letras, virtudes, variedad de oficios, | regalos, ocasiones de contento, primavera inmortal y sus indicios, | gobierno ilustre, Religión y Estado, | todo en este discurso está cifrado”.

El poema es la descripción hiperbólica de una nueva realidad espiritual. De nosotros. En el “Tesoro de la lengua castellana o española” (1611) de Sebastián de Covarrubias “CIFRA” es aquella “escritura enigmática, con caracteres peregrinos o los nuestros trocados unos por otros, en valor o en lugar”- ¿Quién escribió que el hombre es la cifra de sí mismo?