/ domingo 12 de enero de 2020

La “economía del tiempo” en el siglo XXI

Existe un sistema, el de la economía de los materiales, que es lineal y sin límites y se refiere a productos que interactúan con la vida real, que sí tiene límites. Pero en este sistema, las personas conviven e interactúan para producir cosas. Es el principio con el que inicia un video/documental que después fue libro, “La Historia de las cosas” de Annie Leonard (2007), una la crítica a la generación del 30% de los desechos producidos por los humanos, es decir, del consumismo en su máxima expresión que degeneró en destrucción irracional del ecosistema.

A partir de este 1 de enero de 2020 entró en vigor el artículo 25 de la Ley de Residuos Sólidos en la Ciudad de México, así que las empresas no podrán comercializar, distribuir o entregar bolsas de plástico so pena de una multa hasta de dos mil 245 a 168 mil 980 pesos. Esto muestra que efectivamente nos alcanzó la crisis de esa economía de los materiales, nos rebasó y la contaminación fue lo que movió finalmente a la decisión política para legislar al respecto. Como sucedió con La ley antitabaco que entró en vigor el 1 de julio del 2009 en México, que prohibió fumar en edificios y lugares públicos cerrados.

Extracción y el subsecuente agotamiento de recursos naturales en las últimas 3 décadas del siglo XX, es lo que se señaló Leonard, más la obsolescencia programada de diseñadores para promover el consumo masivo y casi irracional en cualquier latitud, fuera en el llamado primer o tercer mundo.

Además, la moda y el no quedar fuera de los grupos humanos, han hecho de la sociedad el nicho del consumo por excelencia. Así llegamos hasta el 2020.

Pero, para comprar, comprar y comprar esas cosas novedosas, de moda, aunque no medie mayor necesidad, hay que trabajar y trabajar para adquirirlas, incluso apostando el futuro en “cómodas” mensualidades. A nadie se le niega el derecho aspiracional para vivir y estar mejor, pero si es a costa de la salud, la tranquilidad, o el tiempo de calidad con la familia, habrá que ponerlo en duda y evaluarlo. Atestiguamos este binomio perverso cada día en hechos tan lamentables como el ocurrido el pasado 10 de enero en el colegio de Torreón, que da cuenta de un niño con evidente abandono de sus seres queridos (una mamá fallecida y un papá ausente), dejado a su suerte con sus abuelos.

Me refiero entonces a “la economía de los tiempos” haciendo alusión al análisis de Annie Leonard: ¿qué tiempo ocupamos para nuestro desarrollo personal y familiar? ¿qué tiempo ocupamos para planear nuestras vidas? ¿Qué tiempo ocupamos para el ocio? Ilustrar el alma con paz y sosiego, aprender a estar solos, sin que medie un celular o aparato electrónico que haga “ruido” e impide comunicarse con el otro y con uno mismo. Acciones que van de la mano con desechar la mentalidad del derroche, la química verde, la energía renovable, o el reciclaje. Una cultura que va de regreso a la libertad sin límites que se inició en la década de los 60´s, como para probar que siempre debe haberlos, por salud pública y privada.

Es claro que el reciclaje no va a solucionar la contaminación que generó el consumismo incontenible del siglo XX, pero es una alternativa para frenar esa voracidad creada por la comercialización. Los jóvenes de la llamada generación Z parecen entenderlo mejor, así que se apuestan a reciclar por ejemplo ropa, zapatos, muebles, etc. Pero ¿qué acciones podrían frenar el consumo de celulares, computadoras, relojes o televisores? Los aparatos electrónicos parece que tendrían otro tratamiento, aunque paradójicamente son los que están ocupando mucho de nuestro tiempo.

Entonces, la “economía del tiempo” no tiene posibilidad de reciclaje porque es el único bien consumible que no tiene retorno, ni se regenera. Cómo ocupar el tiempo, es el reto ¿qué crisis nos puede alcanzar para tener claro que es necesario repensar en qué ocupamos nuestro tiempo?

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com

Existe un sistema, el de la economía de los materiales, que es lineal y sin límites y se refiere a productos que interactúan con la vida real, que sí tiene límites. Pero en este sistema, las personas conviven e interactúan para producir cosas. Es el principio con el que inicia un video/documental que después fue libro, “La Historia de las cosas” de Annie Leonard (2007), una la crítica a la generación del 30% de los desechos producidos por los humanos, es decir, del consumismo en su máxima expresión que degeneró en destrucción irracional del ecosistema.

A partir de este 1 de enero de 2020 entró en vigor el artículo 25 de la Ley de Residuos Sólidos en la Ciudad de México, así que las empresas no podrán comercializar, distribuir o entregar bolsas de plástico so pena de una multa hasta de dos mil 245 a 168 mil 980 pesos. Esto muestra que efectivamente nos alcanzó la crisis de esa economía de los materiales, nos rebasó y la contaminación fue lo que movió finalmente a la decisión política para legislar al respecto. Como sucedió con La ley antitabaco que entró en vigor el 1 de julio del 2009 en México, que prohibió fumar en edificios y lugares públicos cerrados.

Extracción y el subsecuente agotamiento de recursos naturales en las últimas 3 décadas del siglo XX, es lo que se señaló Leonard, más la obsolescencia programada de diseñadores para promover el consumo masivo y casi irracional en cualquier latitud, fuera en el llamado primer o tercer mundo.

Además, la moda y el no quedar fuera de los grupos humanos, han hecho de la sociedad el nicho del consumo por excelencia. Así llegamos hasta el 2020.

Pero, para comprar, comprar y comprar esas cosas novedosas, de moda, aunque no medie mayor necesidad, hay que trabajar y trabajar para adquirirlas, incluso apostando el futuro en “cómodas” mensualidades. A nadie se le niega el derecho aspiracional para vivir y estar mejor, pero si es a costa de la salud, la tranquilidad, o el tiempo de calidad con la familia, habrá que ponerlo en duda y evaluarlo. Atestiguamos este binomio perverso cada día en hechos tan lamentables como el ocurrido el pasado 10 de enero en el colegio de Torreón, que da cuenta de un niño con evidente abandono de sus seres queridos (una mamá fallecida y un papá ausente), dejado a su suerte con sus abuelos.

Me refiero entonces a “la economía de los tiempos” haciendo alusión al análisis de Annie Leonard: ¿qué tiempo ocupamos para nuestro desarrollo personal y familiar? ¿qué tiempo ocupamos para planear nuestras vidas? ¿Qué tiempo ocupamos para el ocio? Ilustrar el alma con paz y sosiego, aprender a estar solos, sin que medie un celular o aparato electrónico que haga “ruido” e impide comunicarse con el otro y con uno mismo. Acciones que van de la mano con desechar la mentalidad del derroche, la química verde, la energía renovable, o el reciclaje. Una cultura que va de regreso a la libertad sin límites que se inició en la década de los 60´s, como para probar que siempre debe haberlos, por salud pública y privada.

Es claro que el reciclaje no va a solucionar la contaminación que generó el consumismo incontenible del siglo XX, pero es una alternativa para frenar esa voracidad creada por la comercialización. Los jóvenes de la llamada generación Z parecen entenderlo mejor, así que se apuestan a reciclar por ejemplo ropa, zapatos, muebles, etc. Pero ¿qué acciones podrían frenar el consumo de celulares, computadoras, relojes o televisores? Los aparatos electrónicos parece que tendrían otro tratamiento, aunque paradójicamente son los que están ocupando mucho de nuestro tiempo.

Entonces, la “economía del tiempo” no tiene posibilidad de reciclaje porque es el único bien consumible que no tiene retorno, ni se regenera. Cómo ocupar el tiempo, es el reto ¿qué crisis nos puede alcanzar para tener claro que es necesario repensar en qué ocupamos nuestro tiempo?

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com