/ miércoles 1 de junio de 2022

La embestida de los ultraprocesados en la salud

Comer es uno de los grandes placeres del mundo. Es una actividad que se disfruta por la amplia variedad de la gastronomía, pero también es una necesidad ya que es a través de ésta que el cuerpo obtiene los nutrimentos necesarios para su correcto funcionamiento.


Es por ello que el comer para el ser humano se convierte en algo vital, pues más allá de la cantidad, está supeditado a la calidad de los alimentos, debido al impacto que estos tienen en el organismo y por ende en la salud.


Desafortunadamente, en la actualidad, el mundo se encuentra en alerta por la embestida que la llamada “comida chatarra” está teniendo en el ser humano, un ataque que merma su salud y su calidad de vida.


De acuerdo a la Encyclopedia of Junk and Fast Food, la comida chatarra es una denominación del argot para los alimentos con valor nutricional limitado. Por lo general, ofrecen poco en términos de proteínas, vitaminas o minerales y en cambio aportan una gran cantidad de calorías de azúcar o grasa, lo que se ha denominado con el término de “calorías vacías”.


Los alimentos chatarra tienen un alto contenido de sal, azúcar, grasas o calorías, así como un bajo contenido de otros nutrientes. Dentro de estas comidas chatarra se encuentran los snacks salados, golosinas, goma de mascar, los postres dulces, la comida frita y las bebidas azucaradas.


Dentro del sistema NOVA, aplicado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el cual clasifica los alimentos según la naturaleza, la finalidad y el grado de procesamiento, se podría decir que la comida chatarra es parte de los productos denominados como “ultraprocesados”.


Estos son formulaciones industriales fabricadas íntegra o mayormente con sustancias extraídas de alimentos (aceites, grasas, azúcar, almidón, proteínas), derivadas de constituyentes de alimentos (grasas hidrogenadas, almidón modificado) o sintetizadas en laboratorios a partir de materias orgánicas como petróleo y carbón (colorantes, aromatizantes, resaltadores de sabor y diversos tipos de aditivos usados para dotar a los productos de propiedades sensoriales atractivas).


Un informe de la propia OPS revela que la venta per cápita de los productos ultraprocesados ha ido creciendo rápidamente en América Latina. Tan sólo entre el 2000 y el 2013, crecieron 26.7% en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México, Perú, Uruguay y Venezuela.



De acuerdo a la OPS la venta de bebidas azucaradas y productos ultraprocesados en México es la más alta en toda América Latina, con una venta de 214 kg. de productos y bebidas per cápita, casi el doble del promedio de la región, lo que lo coloca a nuestro país en el cuarto escaño a nivel mundial en estas categorías.


Asimismo, en las últimas tres décadas, el consumo de ultraprocesados en el país se ha duplicado, por lo que casi un tercio de la ingesta diaria de energía de los mexicanos proviene de estos productos, con lo cual incluso se ha reemplazado el de alimentos tradicionales.


Este consumo se ha asociado con el aumento del peso corporal, lo que indica que estos productos son un impulsor de las crecientes tasas de sobrepeso y obesidad en la Región.


La Organización Mundial de la Salud (OMS) confirma que el consumo frecuente de productos ultraprocesados aumenta el riesgo de sobrepeso, obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.


Cabe destacar que se estima que actualmente en el mundo hay 2 mil millones de personas con sobrepeso u obesidad y los médicos vaticinan que para 2030 la mitad de la población mundial tendrá estos padecimientos.


Sin embargo, es muy importante tener presente que no sólo se trata del físico o la figura de las personas, ya que la obesidad disminuye la calidad de vida y es un grave problema de salud pública que está provocando un rápido aumento de la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.


Es así que no extraña saber que más del 75% de los mexicanos adultos padezcan de sobrepeso u obesidad y que en el 2020 las enfermedades del corazón, relacionadas a la mala alimentación, fueron la principal causa de muerte en la población con 218 mil 704 pérdidas.


Aunado a ello, los productos ultraprocesados generan graves impactos en el medio ambiente, desde su producción hasta su desecho, ya que para su distribución y venta utilizan botellas, empaques y envolturas plásticas, la mayoría de un sólo uso.


Hoy, más que nunca, necesitamos hacer consciencia sobre qué es lo que le estamos dando a nuestro cuerpo, así como al de nuestras familias. Necesitamos preocuparnos de ello, pero sobre todo ocuparnos de que los alimentos que recibimos realmente nutran y fortalezcan nuestro organismo.


Tras la pandemia por COVID-19 a todos nos queda clara la importancia de cuidar la salud. No echemos en saco roto estas cifras y hagamos lo que corresponde para cuidar nuestra alimentación, que más allá de comida, se trata de calidad de vida.


Comer es uno de los grandes placeres del mundo. Es una actividad que se disfruta por la amplia variedad de la gastronomía, pero también es una necesidad ya que es a través de ésta que el cuerpo obtiene los nutrimentos necesarios para su correcto funcionamiento.


Es por ello que el comer para el ser humano se convierte en algo vital, pues más allá de la cantidad, está supeditado a la calidad de los alimentos, debido al impacto que estos tienen en el organismo y por ende en la salud.


Desafortunadamente, en la actualidad, el mundo se encuentra en alerta por la embestida que la llamada “comida chatarra” está teniendo en el ser humano, un ataque que merma su salud y su calidad de vida.


De acuerdo a la Encyclopedia of Junk and Fast Food, la comida chatarra es una denominación del argot para los alimentos con valor nutricional limitado. Por lo general, ofrecen poco en términos de proteínas, vitaminas o minerales y en cambio aportan una gran cantidad de calorías de azúcar o grasa, lo que se ha denominado con el término de “calorías vacías”.


Los alimentos chatarra tienen un alto contenido de sal, azúcar, grasas o calorías, así como un bajo contenido de otros nutrientes. Dentro de estas comidas chatarra se encuentran los snacks salados, golosinas, goma de mascar, los postres dulces, la comida frita y las bebidas azucaradas.


Dentro del sistema NOVA, aplicado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el cual clasifica los alimentos según la naturaleza, la finalidad y el grado de procesamiento, se podría decir que la comida chatarra es parte de los productos denominados como “ultraprocesados”.


Estos son formulaciones industriales fabricadas íntegra o mayormente con sustancias extraídas de alimentos (aceites, grasas, azúcar, almidón, proteínas), derivadas de constituyentes de alimentos (grasas hidrogenadas, almidón modificado) o sintetizadas en laboratorios a partir de materias orgánicas como petróleo y carbón (colorantes, aromatizantes, resaltadores de sabor y diversos tipos de aditivos usados para dotar a los productos de propiedades sensoriales atractivas).


Un informe de la propia OPS revela que la venta per cápita de los productos ultraprocesados ha ido creciendo rápidamente en América Latina. Tan sólo entre el 2000 y el 2013, crecieron 26.7% en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México, Perú, Uruguay y Venezuela.



De acuerdo a la OPS la venta de bebidas azucaradas y productos ultraprocesados en México es la más alta en toda América Latina, con una venta de 214 kg. de productos y bebidas per cápita, casi el doble del promedio de la región, lo que lo coloca a nuestro país en el cuarto escaño a nivel mundial en estas categorías.


Asimismo, en las últimas tres décadas, el consumo de ultraprocesados en el país se ha duplicado, por lo que casi un tercio de la ingesta diaria de energía de los mexicanos proviene de estos productos, con lo cual incluso se ha reemplazado el de alimentos tradicionales.


Este consumo se ha asociado con el aumento del peso corporal, lo que indica que estos productos son un impulsor de las crecientes tasas de sobrepeso y obesidad en la Región.


La Organización Mundial de la Salud (OMS) confirma que el consumo frecuente de productos ultraprocesados aumenta el riesgo de sobrepeso, obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.


Cabe destacar que se estima que actualmente en el mundo hay 2 mil millones de personas con sobrepeso u obesidad y los médicos vaticinan que para 2030 la mitad de la población mundial tendrá estos padecimientos.


Sin embargo, es muy importante tener presente que no sólo se trata del físico o la figura de las personas, ya que la obesidad disminuye la calidad de vida y es un grave problema de salud pública que está provocando un rápido aumento de la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.


Es así que no extraña saber que más del 75% de los mexicanos adultos padezcan de sobrepeso u obesidad y que en el 2020 las enfermedades del corazón, relacionadas a la mala alimentación, fueron la principal causa de muerte en la población con 218 mil 704 pérdidas.


Aunado a ello, los productos ultraprocesados generan graves impactos en el medio ambiente, desde su producción hasta su desecho, ya que para su distribución y venta utilizan botellas, empaques y envolturas plásticas, la mayoría de un sólo uso.


Hoy, más que nunca, necesitamos hacer consciencia sobre qué es lo que le estamos dando a nuestro cuerpo, así como al de nuestras familias. Necesitamos preocuparnos de ello, pero sobre todo ocuparnos de que los alimentos que recibimos realmente nutran y fortalezcan nuestro organismo.


Tras la pandemia por COVID-19 a todos nos queda clara la importancia de cuidar la salud. No echemos en saco roto estas cifras y hagamos lo que corresponde para cuidar nuestra alimentación, que más allá de comida, se trata de calidad de vida.