/ lunes 25 de marzo de 2019

La estructura de Morena se dividió en dos frentes; hay que unificarlos: Miguel Barbosa

Ahora ya se corroboró quién tiene la fuerza de las candidaturas en Morena y quién ganó en la disputa que sostuvieron Yeidckol Polevnski, presidenta nacional de ese partido y Ricardo Monreal, coordinador de Morena en el Senado, quienes se estuvieron jaloneando violentamente la candidatura de la gubernatura de Puebla. La postulación de Luis Miguel Barbosa como candidato oficial es prueba de que Yeodckol no estaba equivocada en decir que Luis Miguel Barbosa era el candidato favorito, el que tenía los méritos de la primera campaña, y lo sostuvo contra viento y marea, incluso lanzando un raid de diatribas condenatorias a Ricardo Monreal y a sus prosélitos, acusándolos de “sabandijas infiltradas, demonios sueltos y oportunistas”.

Hoy Ricardo Monreal comprueba, por segunda ocasión en carne propia que, cuando Andrés Manuel López Obrador da una señal para que alguien sea candidato a un cargo de elección popular, no hay fuerza que se le oponga o lo haga cambiar de parecer. Cuando López Obrador dijo que Claudia Seheinbaum sería la candidata al gobierno de la Ciudad de México, Ricardo Monreal, pese a todas sus amenazas de que se iría a crear otro movimiento, simplemente se tuvo que doblar y negociar otra posición que fue una senaduría y la coordinación del Senado.

Ahora que Ricardo Monreal intenta hacerse del control de Morena, o desea disputar, imponer desde el Senado a sus propios candidatos, queriendo anteponerlos a los que López Obrador ya decidió, como quedó demostrado fue Luis Miguel Barbosa el candidato a gobernador, y no Alejandro Armenta Mier, el aspirante apoyado por Monreal.

Por eso es que López Obrador vino a Puebla hace tres domingos con un claro objetivo de inmediato plazo: poner orden en la plaza, en la contienda interna, y poner en su lugar a cada uno de los aspirantes de Morena a la candidatura a la gubernatura del Estado; poner en su sitio a Ricardo Monreal, para que la contienda no terminara el lunes pasado como el rosario de Amozoc, y para que los participantes entendieran quien manda en el partido y en el gobierno. Se trataba, pues, de una decisión tomada la elección de Luis Miguel Barbosa.

El tabasqueño vino a Puebla a dejarle a los tres aspirantes tres frases admonitorias para que cada uno las interpretara y las acomodara a su propia circunstancia: “mi gobierno no tiene candidato”; y nadie debe “usar mi nombre para conseguir una posición política”, Y rubricó con otra advertencia “que nadie se atreva a decir que tiene mi apoyo. Porque yo solo tengo un amo, el pueblo” Los descalificó a todos, menos a Barbosa, su silencioso candidato, el que jugó a la defensiva, el que nunca pronunció denuestos contra sus adversarios.

Fueron frases que en el discurso político se interpretan como mensajes cifrados, como advertencias, llamadas de atención a los participantes. Y es que la contienda interna de Morena estaba condenada a terminar en un curso agrio, seco, cortante, de amagos, ataques y amenazas.

Después de esa enérgica proclama del tabasqueño nadie se atrevió a enfrentársele, y el lunes pasado la fiesta por el triunfo de Luis Miguel Barbosa fue plena, sin descalificaciones y sin diatribas de por medio. El candidato perdedor dijo que se sintió como si lo hubieran pateado cuando conoció el resultado de la encuesta que no le favoreció, pero de ahí se fue al Senado a seguir construyendo el promisorio futuro de mediano plazo. Esta vez no fue, puede ser la siguiente.

No hay que pasar por alto que lo que encendió los focos rojos de emergencia en la contienda interna de Puebla, fue el dramático raid de metralleo político que lanzó Yeidckol Pelevsnsk contra Monreal y sus seguidores, el cual se ha hecho célebre porque demuestra la desesperación de la dirigente por lo que estaba sucediendo en ese partido: “hay sabandijas infiltradas, demonios sueltos, oportunismo, actitudes mezquinas y perversas, venta de candidaturas y militantes metiches, latosos, chapulines y traidores. Ah, y machines perversos que desean quedarse con el control del partido”

Yeidckol apresuró a López Obrador al hacer la descarnada descripción de lo que estaba sucediendo en Puebla, en donde presidentes municipales, diputados federales y locales se dividieron y enfrentaron por la candidatura.

Son los tumbos y rebotes de un movimiento que todavía no es un partido institucionalizado, y que está sujeto a los quebradizos vaivenes de las presiones, los intereses, los enjuagues y oportunismos de los grupos internos, sobre todo en cuanto a la postulación y elección de candidatos de elección popular, en donde hay grupos como el de Ricardo Monreal que quieren jugar sus propias cartas en un juego en el que manda y decide el más fuerte y el más popular, el líder único de Morena, Andrés Manuel López Obrador.

El llamado de Luis Miguel Barbosa a la unidad, a superar diferendos y polarizaciones a nivel estatal y nacional, tiene un amplio sentido político, porque los que se enfrentaron no fueron dos aspirantes, sino la estructura partidista de Morena dividida en dos partes. Lo que realmente estuvo en juego no fue la candidatura sino la gubernatura del Estado por la arrasadora fuerza electoral de Morena… ESCÚCHANOS DIARIAMENTE de 13 a 14 horas en ABC Radio 1280 de AM.

Ahora ya se corroboró quién tiene la fuerza de las candidaturas en Morena y quién ganó en la disputa que sostuvieron Yeidckol Polevnski, presidenta nacional de ese partido y Ricardo Monreal, coordinador de Morena en el Senado, quienes se estuvieron jaloneando violentamente la candidatura de la gubernatura de Puebla. La postulación de Luis Miguel Barbosa como candidato oficial es prueba de que Yeodckol no estaba equivocada en decir que Luis Miguel Barbosa era el candidato favorito, el que tenía los méritos de la primera campaña, y lo sostuvo contra viento y marea, incluso lanzando un raid de diatribas condenatorias a Ricardo Monreal y a sus prosélitos, acusándolos de “sabandijas infiltradas, demonios sueltos y oportunistas”.

Hoy Ricardo Monreal comprueba, por segunda ocasión en carne propia que, cuando Andrés Manuel López Obrador da una señal para que alguien sea candidato a un cargo de elección popular, no hay fuerza que se le oponga o lo haga cambiar de parecer. Cuando López Obrador dijo que Claudia Seheinbaum sería la candidata al gobierno de la Ciudad de México, Ricardo Monreal, pese a todas sus amenazas de que se iría a crear otro movimiento, simplemente se tuvo que doblar y negociar otra posición que fue una senaduría y la coordinación del Senado.

Ahora que Ricardo Monreal intenta hacerse del control de Morena, o desea disputar, imponer desde el Senado a sus propios candidatos, queriendo anteponerlos a los que López Obrador ya decidió, como quedó demostrado fue Luis Miguel Barbosa el candidato a gobernador, y no Alejandro Armenta Mier, el aspirante apoyado por Monreal.

Por eso es que López Obrador vino a Puebla hace tres domingos con un claro objetivo de inmediato plazo: poner orden en la plaza, en la contienda interna, y poner en su lugar a cada uno de los aspirantes de Morena a la candidatura a la gubernatura del Estado; poner en su sitio a Ricardo Monreal, para que la contienda no terminara el lunes pasado como el rosario de Amozoc, y para que los participantes entendieran quien manda en el partido y en el gobierno. Se trataba, pues, de una decisión tomada la elección de Luis Miguel Barbosa.

El tabasqueño vino a Puebla a dejarle a los tres aspirantes tres frases admonitorias para que cada uno las interpretara y las acomodara a su propia circunstancia: “mi gobierno no tiene candidato”; y nadie debe “usar mi nombre para conseguir una posición política”, Y rubricó con otra advertencia “que nadie se atreva a decir que tiene mi apoyo. Porque yo solo tengo un amo, el pueblo” Los descalificó a todos, menos a Barbosa, su silencioso candidato, el que jugó a la defensiva, el que nunca pronunció denuestos contra sus adversarios.

Fueron frases que en el discurso político se interpretan como mensajes cifrados, como advertencias, llamadas de atención a los participantes. Y es que la contienda interna de Morena estaba condenada a terminar en un curso agrio, seco, cortante, de amagos, ataques y amenazas.

Después de esa enérgica proclama del tabasqueño nadie se atrevió a enfrentársele, y el lunes pasado la fiesta por el triunfo de Luis Miguel Barbosa fue plena, sin descalificaciones y sin diatribas de por medio. El candidato perdedor dijo que se sintió como si lo hubieran pateado cuando conoció el resultado de la encuesta que no le favoreció, pero de ahí se fue al Senado a seguir construyendo el promisorio futuro de mediano plazo. Esta vez no fue, puede ser la siguiente.

No hay que pasar por alto que lo que encendió los focos rojos de emergencia en la contienda interna de Puebla, fue el dramático raid de metralleo político que lanzó Yeidckol Pelevsnsk contra Monreal y sus seguidores, el cual se ha hecho célebre porque demuestra la desesperación de la dirigente por lo que estaba sucediendo en ese partido: “hay sabandijas infiltradas, demonios sueltos, oportunismo, actitudes mezquinas y perversas, venta de candidaturas y militantes metiches, latosos, chapulines y traidores. Ah, y machines perversos que desean quedarse con el control del partido”

Yeidckol apresuró a López Obrador al hacer la descarnada descripción de lo que estaba sucediendo en Puebla, en donde presidentes municipales, diputados federales y locales se dividieron y enfrentaron por la candidatura.

Son los tumbos y rebotes de un movimiento que todavía no es un partido institucionalizado, y que está sujeto a los quebradizos vaivenes de las presiones, los intereses, los enjuagues y oportunismos de los grupos internos, sobre todo en cuanto a la postulación y elección de candidatos de elección popular, en donde hay grupos como el de Ricardo Monreal que quieren jugar sus propias cartas en un juego en el que manda y decide el más fuerte y el más popular, el líder único de Morena, Andrés Manuel López Obrador.

El llamado de Luis Miguel Barbosa a la unidad, a superar diferendos y polarizaciones a nivel estatal y nacional, tiene un amplio sentido político, porque los que se enfrentaron no fueron dos aspirantes, sino la estructura partidista de Morena dividida en dos partes. Lo que realmente estuvo en juego no fue la candidatura sino la gubernatura del Estado por la arrasadora fuerza electoral de Morena… ESCÚCHANOS DIARIAMENTE de 13 a 14 horas en ABC Radio 1280 de AM.