/ miércoles 29 de julio de 2020

La gran paradoja

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar

Antonio Machado

Mi primer artículo publicado en este medio, si no me equivoco, fue el 17 de octubre de 2008: “¡No reelección! ¿Mito o democracia?

Aquel entonces, había una gran oposición a la reelección. Aún quedaban resabios del sistema autoritario que había centralizado todo el poder en manos de uno cuantos cuyo predominio determinaba todo.

Sin embargo, sostuve que sería cosa de tiempo, porque de una u otra forma había habido reelección de manera sistematizada a lo largo de la historia del país; que, aunque ganara un mismo partido, los personajes con todo y padrinos, tenían formas y estilos diferentes de ejercer el poder pese a ser similares en lo estructural.

Era una situación dual. En los discursos se pedía los votos prometiendo no ser como el que estaba sino diferente; que sí solucionarían las deficiencias heredadas, que sería mejores.

Pero, por el otro lado, eran y son tan similares que ahora existen dos etiquetas (PRIAN y PRIMOR) -precisamente- porque tienen en sus células políticas estructuras moleculares generadas de la misma célula madre.

Que no es el nombre del partido sino las conductas equiparables al oportunismo político, así como -de cierta manera- el control del poder omnímodo, sin faltar la corrupción sistematizada; y, como si fuera poco, el negociado con la delincuencia organizada para poder tener gobernabilidad.

Con estos elementos conductuales y más que nada la exigencia de madurar la democracia, la reelección sólo era cuestión de tiempo, y no duden que pronto se plantee la reelección presidencial porque uno de los factores que indican que hay una democracia madura en un país equis, es que haya reelección de todos los puestos públicos por elección popular.

Cuando opiné aquel entonces muchos me dijeron que yo estaba loco, que no conocía la historia del país, que era imposible que tal cosa sucediera en México; a lo que dije: “el tiempo corre, amanecerá y veremos”. Y en efecto, así fue. Doce años después, o sea, desde este año habrá reelección de alcaldes y diputados.

A propósito, esto de opinar de política, si no se está de acuerdo con el lector circunstancial, le causa una suerte de roya cerebral producto de sus criterios acérrimos. A mí en lo particular no me va ni me viene si están a favor o en contra.

Escribo por lo que vivo, percibo y analizo. Persigo que haya gente que al leerme tenga otra visión sobre lo que sienten y piensan en las que unas veces podemos acertar y otras errar, pero buscando madurez y el crecimiento humano, no busco aplausos.

Así, por ejemplo, recalco no estar de acuerdo con gran parte de las decisiones del presidente Andrés Manuel López Obrador, porque no ha logrado ni terminar ni mejorar lo que tanto criticó.

Es lo que intelectuales de renombre y trayectoria publicaron sobre todo aquello que ha dicho él ya desapareció, pero persiste; así la corrupción, el nepotismo, tráfico de influencias, impunidad, el neoliberalismo, que son los factores estructurales que deben desaparecer, lo demás es demagogia. Dirían algunos, sueños guajiros.

Pues, bien, con todo ello, soy del criterio que es un error pretender que AMLO dimita. Si bien entiendo la intención política-electoral de hacer ver que existe un estado fallido que no es tal.

Pero es parte de la democracia y deben respetarse los pensamientos de cada quien. No obstante, me parece que es mejor esperar que por su propio peso caiga al final del periodo; o, quién quita y en los 4 años que faltan llegue el cambio verdadero.

Lo que no se vale es generar más odios y rencores de una parte como de otra. ¿Le suena?

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar

Antonio Machado

Mi primer artículo publicado en este medio, si no me equivoco, fue el 17 de octubre de 2008: “¡No reelección! ¿Mito o democracia?

Aquel entonces, había una gran oposición a la reelección. Aún quedaban resabios del sistema autoritario que había centralizado todo el poder en manos de uno cuantos cuyo predominio determinaba todo.

Sin embargo, sostuve que sería cosa de tiempo, porque de una u otra forma había habido reelección de manera sistematizada a lo largo de la historia del país; que, aunque ganara un mismo partido, los personajes con todo y padrinos, tenían formas y estilos diferentes de ejercer el poder pese a ser similares en lo estructural.

Era una situación dual. En los discursos se pedía los votos prometiendo no ser como el que estaba sino diferente; que sí solucionarían las deficiencias heredadas, que sería mejores.

Pero, por el otro lado, eran y son tan similares que ahora existen dos etiquetas (PRIAN y PRIMOR) -precisamente- porque tienen en sus células políticas estructuras moleculares generadas de la misma célula madre.

Que no es el nombre del partido sino las conductas equiparables al oportunismo político, así como -de cierta manera- el control del poder omnímodo, sin faltar la corrupción sistematizada; y, como si fuera poco, el negociado con la delincuencia organizada para poder tener gobernabilidad.

Con estos elementos conductuales y más que nada la exigencia de madurar la democracia, la reelección sólo era cuestión de tiempo, y no duden que pronto se plantee la reelección presidencial porque uno de los factores que indican que hay una democracia madura en un país equis, es que haya reelección de todos los puestos públicos por elección popular.

Cuando opiné aquel entonces muchos me dijeron que yo estaba loco, que no conocía la historia del país, que era imposible que tal cosa sucediera en México; a lo que dije: “el tiempo corre, amanecerá y veremos”. Y en efecto, así fue. Doce años después, o sea, desde este año habrá reelección de alcaldes y diputados.

A propósito, esto de opinar de política, si no se está de acuerdo con el lector circunstancial, le causa una suerte de roya cerebral producto de sus criterios acérrimos. A mí en lo particular no me va ni me viene si están a favor o en contra.

Escribo por lo que vivo, percibo y analizo. Persigo que haya gente que al leerme tenga otra visión sobre lo que sienten y piensan en las que unas veces podemos acertar y otras errar, pero buscando madurez y el crecimiento humano, no busco aplausos.

Así, por ejemplo, recalco no estar de acuerdo con gran parte de las decisiones del presidente Andrés Manuel López Obrador, porque no ha logrado ni terminar ni mejorar lo que tanto criticó.

Es lo que intelectuales de renombre y trayectoria publicaron sobre todo aquello que ha dicho él ya desapareció, pero persiste; así la corrupción, el nepotismo, tráfico de influencias, impunidad, el neoliberalismo, que son los factores estructurales que deben desaparecer, lo demás es demagogia. Dirían algunos, sueños guajiros.

Pues, bien, con todo ello, soy del criterio que es un error pretender que AMLO dimita. Si bien entiendo la intención política-electoral de hacer ver que existe un estado fallido que no es tal.

Pero es parte de la democracia y deben respetarse los pensamientos de cada quien. No obstante, me parece que es mejor esperar que por su propio peso caiga al final del periodo; o, quién quita y en los 4 años que faltan llegue el cambio verdadero.

Lo que no se vale es generar más odios y rencores de una parte como de otra. ¿Le suena?