/ martes 23 de febrero de 2021

La ideología por encima del bien común

El orgullo de quienes no pueden edificar es destruir

Alexandre Dumas

¿Cuál es el fin último de un gobierno? Pareciera de sentido común, pero hoy más que nunca debemos replantear y cuestionar el objetivo de ganar una elección y detentar el poder.

El viernes 19 de febrero la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados aprobó, gracias a la mayoría de los diputados de Morena y sus partidos aliados, la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica, que se anticipa pasará al pleno del Congreso esta semana.

La iniciativa preferente del Presidente, ha sido ampliamente criticada por el PAN, PRI, PRD y MC, además de la COPARMEX, la COFECE (Comisión Federal de Competencia Económica), ecologistas y expertos en materia energética, por mencionar algunos, al aprobarse sin cambiarle una coma al proyecto del Ejecutivo, consumándose una vez más el Congreso como una mera oficialía de partes sin independencia ni división de poderes.

Nada nuevo que sorprenda de esta legislatura que desde el inicio ha sido la constante, sin embargo, el tema que hoy nos ocupa es de repercusión directa en la calidad de vida de los mexicanos.

De aprobarse esta iniciativa pronto pagaremos las consecuencias de un gobierno basado en ocurrencias y argumentos meramente ideológicos sin sustento, que perjudicarán la economía de micro y pequeños empresarios y millones de hogares que tendremos que consumir energía 17% más cara, contaminante y de menor calidad.

En medio de una crisis económica sin recuperación en el corto plazo, resulta irresponsable apostarle a una política energética monopólica de los años 70, que castiga la generación de energías limpias, incumple los tratados internacionales como el T-MEC y el Acuerdo de París, encarece la operatividad del gobierno al enfrentar demandas de las empresas del sector además de posicionar a México una vez más, como un país que no genera confianza para el inversionista, creando con esto más desempleo.

Retomando la pregunta inicial: ¿Cuál es el fin último de un gobierno? Debería ser tomar decisiones para el beneficio de los ciudadanos; que los mexicanos vivamos mejor: el bien común. Ése debería ser el eje rector de toda iniciativa de ley y política pública.

A diferencia del deber ser, hoy que vivimos tiempos de crisis tal parece que el Presidente y su bancada solo se ocupan en mantener su retórica, aunque los damnificados sean precisamente el pueblo, ése que defiende en el discurso pero que en los hechos lo perjudica cada día más.

El orgullo de quienes no pueden edificar es destruir

Alexandre Dumas

¿Cuál es el fin último de un gobierno? Pareciera de sentido común, pero hoy más que nunca debemos replantear y cuestionar el objetivo de ganar una elección y detentar el poder.

El viernes 19 de febrero la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados aprobó, gracias a la mayoría de los diputados de Morena y sus partidos aliados, la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica, que se anticipa pasará al pleno del Congreso esta semana.

La iniciativa preferente del Presidente, ha sido ampliamente criticada por el PAN, PRI, PRD y MC, además de la COPARMEX, la COFECE (Comisión Federal de Competencia Económica), ecologistas y expertos en materia energética, por mencionar algunos, al aprobarse sin cambiarle una coma al proyecto del Ejecutivo, consumándose una vez más el Congreso como una mera oficialía de partes sin independencia ni división de poderes.

Nada nuevo que sorprenda de esta legislatura que desde el inicio ha sido la constante, sin embargo, el tema que hoy nos ocupa es de repercusión directa en la calidad de vida de los mexicanos.

De aprobarse esta iniciativa pronto pagaremos las consecuencias de un gobierno basado en ocurrencias y argumentos meramente ideológicos sin sustento, que perjudicarán la economía de micro y pequeños empresarios y millones de hogares que tendremos que consumir energía 17% más cara, contaminante y de menor calidad.

En medio de una crisis económica sin recuperación en el corto plazo, resulta irresponsable apostarle a una política energética monopólica de los años 70, que castiga la generación de energías limpias, incumple los tratados internacionales como el T-MEC y el Acuerdo de París, encarece la operatividad del gobierno al enfrentar demandas de las empresas del sector además de posicionar a México una vez más, como un país que no genera confianza para el inversionista, creando con esto más desempleo.

Retomando la pregunta inicial: ¿Cuál es el fin último de un gobierno? Debería ser tomar decisiones para el beneficio de los ciudadanos; que los mexicanos vivamos mejor: el bien común. Ése debería ser el eje rector de toda iniciativa de ley y política pública.

A diferencia del deber ser, hoy que vivimos tiempos de crisis tal parece que el Presidente y su bancada solo se ocupan en mantener su retórica, aunque los damnificados sean precisamente el pueblo, ése que defiende en el discurso pero que en los hechos lo perjudica cada día más.