/ miércoles 30 de septiembre de 2020

La ilusión de la vacuna: no basta con tenerla, hay que producirla, distribuirla y aplicarla a todos (Segunda parte)

En la entrega anterior abordé el tema de las grandes expectativas que se han generado a nivel global —y en particular en México— respecto a contar con una vacuna eficaz y segura en tiempo récord. Según el CEO de Merck, Kenneth Fraizer, lograrlo implicaría tomar atajos, a pesar de que cuando se trata de producir vacunas, los atajos pueden tener altos costos para la salud.

De acuerdo con Fraizer, la urgencia por contar con una vacuna para fin de año ha orillado a la industria a abandonar ciertos protocolos, como la etapa de pruebas en animales, y saltarse directo a las pruebas en humanos. Recordemos que la estrategia adoptada por el gobierno norteamericano —denominada “Warp Speed”— tiene el objetivo de acelerar el desarrollo de una vacuna utilizando métodos rápidos, nunca antes utilizados en seres humanos.

De acuerdo con Gregory Poland, destacado científico de la Clínica Mayo, el proyecto estadounidense seleccionó una cartera de ocho vacunas: cuatro de ellas son vectores virales (desarrolladas por Johnson & Johnson, AstraZeneca, Merck y Vaxart), tres son genéticas (desarrolladas por Pfizer, BioNTech, Moderna e Inovio), y una basada en proteínas (desarrollada por Novavax). Ninguna está experimentando con vacunas compuestas por virus enteros que “utilizan tecnología madura que ha sido autorizada para uso comercial durante más de 70 años. Este tipo de vacunas, una vez verificadas como seguras, efectivas y durables, pueden producirse en las instalaciones existentes en todo el mundo y gestionarse con obstáculos técnicos mínimos”.

El problema, es que la experimentación con virus completos lleva muchos años (el tiempo récord para desarrollar una vacuna con virus completos inactivados es de 4 años), por lo que fue excluida de la propuesta del proyecto Warp Speed cuyo objetivo es tener una solución efectiva y segura para enero de 2021, lo que marcaría un hito científico.

Pero de acuerdo con Fraizer, el problema no se acaba con la obtención de una vacuna eficaz y segura contra el Covid, con la que eventualmente se contará. El verdadero desafío será producirla, distribuirla y aplicarla, también en tiempo récord, a más de 7 mil millones de personas. No hay que perder de vista que, por primera vez en la historia, la humanidad enfrentará el reto de vacunar a todos los habitantes del planeta.

Por lo que, según Fraizer, “aun teniendo una vacuna, producirla en esas cantidades y luego ser capaces de distribuirla, particularmente en lugares donde la gente no tiene recursos para pagarla, va a ser un gran problema”. Porque “a menos que todos estemos a salvo, nadie de nosotros está a salvo”.

Las preocupaciones de Fraizer son compartidas por otros CEOs de la industria y por la comunidad científica. Albert Bourla, director ejecutivo de Pfizer ha externado sus temores sobre la capacidad real, a nivel global, de producir frascos de vidrio y otros materiales necesarios para la vacuna. Para Paul Stoffels, director científico de Johnson & Johnson, “no hay capacidad para producir matraces en miles de millones, probablemente sean esenciales cinco o 10 vacunas por botella para que podamos manejar el volumen". Rick Bright, ex director de la Agencia de Investigación y Desarrollo Biomédico de Estados Unidos, dijo que la industria podría tardar dos años en producir suficientes botellas para las necesidades de vacunas de Estados Unidos.

“La producción y distribución de cientos de millones de frascos de vacunas —concluye Bright— también requerirá grandes cantidades de tapones especiales de caucho o látex, fabricados por dos empresas que dominan el mercado mundial, así como agujas y unidades de refrigeración. Las existencias bajas de cualquiera de estos componentes pueden retrasar los esfuerzos de vacunación. La presión para fabricar vacunas y suministros relacionados podría eclipsar la disputa por máscaras, ventiladores pulmonares y pruebas”.

A lo anterior hay que sumar un fenómeno preocupante señalado por Fraizer: “estamos viviendo en una época de ultranacionalismo donde los países quieren tomar lo que está disponible y decir 'lo usaré primero en mi propia población', en lugar de usarlo primero en las poblaciones globales que están en mayor riesgo". Esto nos pondrá, como humanidad, en una carrera voraz por tener primero que nadie, una vacuna que al final tal vez no funcione.

En la entrega anterior abordé el tema de las grandes expectativas que se han generado a nivel global —y en particular en México— respecto a contar con una vacuna eficaz y segura en tiempo récord. Según el CEO de Merck, Kenneth Fraizer, lograrlo implicaría tomar atajos, a pesar de que cuando se trata de producir vacunas, los atajos pueden tener altos costos para la salud.

De acuerdo con Fraizer, la urgencia por contar con una vacuna para fin de año ha orillado a la industria a abandonar ciertos protocolos, como la etapa de pruebas en animales, y saltarse directo a las pruebas en humanos. Recordemos que la estrategia adoptada por el gobierno norteamericano —denominada “Warp Speed”— tiene el objetivo de acelerar el desarrollo de una vacuna utilizando métodos rápidos, nunca antes utilizados en seres humanos.

De acuerdo con Gregory Poland, destacado científico de la Clínica Mayo, el proyecto estadounidense seleccionó una cartera de ocho vacunas: cuatro de ellas son vectores virales (desarrolladas por Johnson & Johnson, AstraZeneca, Merck y Vaxart), tres son genéticas (desarrolladas por Pfizer, BioNTech, Moderna e Inovio), y una basada en proteínas (desarrollada por Novavax). Ninguna está experimentando con vacunas compuestas por virus enteros que “utilizan tecnología madura que ha sido autorizada para uso comercial durante más de 70 años. Este tipo de vacunas, una vez verificadas como seguras, efectivas y durables, pueden producirse en las instalaciones existentes en todo el mundo y gestionarse con obstáculos técnicos mínimos”.

El problema, es que la experimentación con virus completos lleva muchos años (el tiempo récord para desarrollar una vacuna con virus completos inactivados es de 4 años), por lo que fue excluida de la propuesta del proyecto Warp Speed cuyo objetivo es tener una solución efectiva y segura para enero de 2021, lo que marcaría un hito científico.

Pero de acuerdo con Fraizer, el problema no se acaba con la obtención de una vacuna eficaz y segura contra el Covid, con la que eventualmente se contará. El verdadero desafío será producirla, distribuirla y aplicarla, también en tiempo récord, a más de 7 mil millones de personas. No hay que perder de vista que, por primera vez en la historia, la humanidad enfrentará el reto de vacunar a todos los habitantes del planeta.

Por lo que, según Fraizer, “aun teniendo una vacuna, producirla en esas cantidades y luego ser capaces de distribuirla, particularmente en lugares donde la gente no tiene recursos para pagarla, va a ser un gran problema”. Porque “a menos que todos estemos a salvo, nadie de nosotros está a salvo”.

Las preocupaciones de Fraizer son compartidas por otros CEOs de la industria y por la comunidad científica. Albert Bourla, director ejecutivo de Pfizer ha externado sus temores sobre la capacidad real, a nivel global, de producir frascos de vidrio y otros materiales necesarios para la vacuna. Para Paul Stoffels, director científico de Johnson & Johnson, “no hay capacidad para producir matraces en miles de millones, probablemente sean esenciales cinco o 10 vacunas por botella para que podamos manejar el volumen". Rick Bright, ex director de la Agencia de Investigación y Desarrollo Biomédico de Estados Unidos, dijo que la industria podría tardar dos años en producir suficientes botellas para las necesidades de vacunas de Estados Unidos.

“La producción y distribución de cientos de millones de frascos de vacunas —concluye Bright— también requerirá grandes cantidades de tapones especiales de caucho o látex, fabricados por dos empresas que dominan el mercado mundial, así como agujas y unidades de refrigeración. Las existencias bajas de cualquiera de estos componentes pueden retrasar los esfuerzos de vacunación. La presión para fabricar vacunas y suministros relacionados podría eclipsar la disputa por máscaras, ventiladores pulmonares y pruebas”.

A lo anterior hay que sumar un fenómeno preocupante señalado por Fraizer: “estamos viviendo en una época de ultranacionalismo donde los países quieren tomar lo que está disponible y decir 'lo usaré primero en mi propia población', en lugar de usarlo primero en las poblaciones globales que están en mayor riesgo". Esto nos pondrá, como humanidad, en una carrera voraz por tener primero que nadie, una vacuna que al final tal vez no funcione.

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