/ viernes 7 de agosto de 2020

La importancia de la espiritualidad en la salud

Podríamos decir que la espiritualidad humana es escuchar y responder a los profundos anhelos que surgen dentro de nuestro ser, anhelos de búsquedas, de exploración, de crecimiento e interacción con nuestro entorno humano y natural. Hoy más que nunca, por la pandemia mucha gente está buscando la consonancia con su espiritualidad, que no es lo mismo que religión. Nuestro concepto de la vida, su sentido de trascendencia, nuestra misión y nuestra búsqueda interior nos han hecho abrir nuestra conciencia y entrar a dialogar internamente, a veces sin saberlo, con nuestro Yo Superior, dando como resultado una notoria paz interior que nos ha proporcionado la fortaleza para continuar no solo de pie, sino optimistamente y con fe ante estas extremas circunstancias.

Pero esto no es gratuito, para llegar a ello “hay que atravesar un valle de incertidumbre y desolación”, como dijera el poeta, una verdadera catarsis que nos enfrenta con nuestros miedos y nuestros demonios, con nuestro pasado de culpa, con nuestros complejos y nuestra más cruda realidad; y esto a veces nos desalienta, nos frustra, nos da miedo o nos deprime, pero cada experiencia, sintonía, logro, meditación, contemplación o vivencia nos empuja decididamente a vivir en el aquí y hora, y encontrar nuestro lugar en este mundo y en esta realidad, y ya no desear abandonarla nunca jamás.

Existe evidencia que sugiere que la espiritualidad puede estar involucrada en la regulación de procesos fisiológicos importantes. Diversos estudios han mostrado la relación entre la espiritualidad y la enfermedad cardiovascular. Se ha demostrado que las prácticas espirituales tienen efectos favorables sobre la presión sanguínea, perfil lipídico y función inmunológica, así como sobre la evolución de trastornos mentales como la ansiedad y la depresión. Y tienen una gran influencia para atemperar el abuso de drogas o alcohol, dando mayores expectativas de vida a los dependientes.

Por otra parte, en un estudio realizado en pacientes con enfermedad coronaria aguda, los científicos Byrd y Col reportaron que comparado con el grupo de control, la oración de intercesión se asoció con menos complicaciones inherentes a este tipo de patología, observándose mayor grado de supervivencia. Es interesante señalar que el ejercicio asociado con meditación tiene mayor impacto favorable sobre la presión arterial, control glucémico, mejoría de la función endotelial y disminución del índice de rigidez arterial. Respecto a la mortalidad, estos científicos han demostrado que la práctica de actividades espirituales y servicios religiosos en forma periódica -más de una vez a la semana- se asocia con una mortalidad más baja por cáncer y enfermedades cardio basculares, y que puede modificar el curso evolutivo de enfermedades crónicas.

Los neurobiólogos y estudiosos del cerebro han identificado la base biológica de la espiritualidad, y han determinado que se encuentra en el lóbulo central del cerebro, el llamado “PUNTO DE DIOS”, que no es otra cosa que “la mente Mística” del Zohar. Es como un órgano interior por el cual se capta la presencia de lo inefable dentro de la realidad.

Estoy convencido de que la espiritualidad tiene una fuerza curativa propia. No es de ninguna manera algo mágico o esotérico, simplemente potencia en nuestro organismo energías vibracionales tales como el amor, la fraternidad, la solidaridad, el perdón, la misericordia y la justicia, partiendo de la idea suprema de que nosotros no somos seres materiales, sino seres espirituales que estamos aquí capacitándonos en una experiencia material y humana. Así entonces, entendemos claramente que la salud parte de nuestra espiritualidad y que no existe enfermedad que no pueda ser sanada por la Divinidad que nos preside.

“LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”

Podríamos decir que la espiritualidad humana es escuchar y responder a los profundos anhelos que surgen dentro de nuestro ser, anhelos de búsquedas, de exploración, de crecimiento e interacción con nuestro entorno humano y natural. Hoy más que nunca, por la pandemia mucha gente está buscando la consonancia con su espiritualidad, que no es lo mismo que religión. Nuestro concepto de la vida, su sentido de trascendencia, nuestra misión y nuestra búsqueda interior nos han hecho abrir nuestra conciencia y entrar a dialogar internamente, a veces sin saberlo, con nuestro Yo Superior, dando como resultado una notoria paz interior que nos ha proporcionado la fortaleza para continuar no solo de pie, sino optimistamente y con fe ante estas extremas circunstancias.

Pero esto no es gratuito, para llegar a ello “hay que atravesar un valle de incertidumbre y desolación”, como dijera el poeta, una verdadera catarsis que nos enfrenta con nuestros miedos y nuestros demonios, con nuestro pasado de culpa, con nuestros complejos y nuestra más cruda realidad; y esto a veces nos desalienta, nos frustra, nos da miedo o nos deprime, pero cada experiencia, sintonía, logro, meditación, contemplación o vivencia nos empuja decididamente a vivir en el aquí y hora, y encontrar nuestro lugar en este mundo y en esta realidad, y ya no desear abandonarla nunca jamás.

Existe evidencia que sugiere que la espiritualidad puede estar involucrada en la regulación de procesos fisiológicos importantes. Diversos estudios han mostrado la relación entre la espiritualidad y la enfermedad cardiovascular. Se ha demostrado que las prácticas espirituales tienen efectos favorables sobre la presión sanguínea, perfil lipídico y función inmunológica, así como sobre la evolución de trastornos mentales como la ansiedad y la depresión. Y tienen una gran influencia para atemperar el abuso de drogas o alcohol, dando mayores expectativas de vida a los dependientes.

Por otra parte, en un estudio realizado en pacientes con enfermedad coronaria aguda, los científicos Byrd y Col reportaron que comparado con el grupo de control, la oración de intercesión se asoció con menos complicaciones inherentes a este tipo de patología, observándose mayor grado de supervivencia. Es interesante señalar que el ejercicio asociado con meditación tiene mayor impacto favorable sobre la presión arterial, control glucémico, mejoría de la función endotelial y disminución del índice de rigidez arterial. Respecto a la mortalidad, estos científicos han demostrado que la práctica de actividades espirituales y servicios religiosos en forma periódica -más de una vez a la semana- se asocia con una mortalidad más baja por cáncer y enfermedades cardio basculares, y que puede modificar el curso evolutivo de enfermedades crónicas.

Los neurobiólogos y estudiosos del cerebro han identificado la base biológica de la espiritualidad, y han determinado que se encuentra en el lóbulo central del cerebro, el llamado “PUNTO DE DIOS”, que no es otra cosa que “la mente Mística” del Zohar. Es como un órgano interior por el cual se capta la presencia de lo inefable dentro de la realidad.

Estoy convencido de que la espiritualidad tiene una fuerza curativa propia. No es de ninguna manera algo mágico o esotérico, simplemente potencia en nuestro organismo energías vibracionales tales como el amor, la fraternidad, la solidaridad, el perdón, la misericordia y la justicia, partiendo de la idea suprema de que nosotros no somos seres materiales, sino seres espirituales que estamos aquí capacitándonos en una experiencia material y humana. Así entonces, entendemos claramente que la salud parte de nuestra espiritualidad y que no existe enfermedad que no pueda ser sanada por la Divinidad que nos preside.

“LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”