/ sábado 5 de enero de 2019

La importancia de la ilusión en niños y adultos

La expectativa para alcanzar una posición laboral o de poder, aun siendo grande, es inferior a la ilusión de un pequeño en víspera de la llegada de Los Reyes Magos. Cada adulto debería aprender a emocionarse más y dejar de quejarse de una realidad que él solo se forja. No se puede vivir exclusivamente de ilusiones, pero sin ellas la existencia se amarga notablemente.

“Infancia es destino” es la frase más famosa que dejó el padre de la Psicología, Sigmund Freud, quien señaló la importancia de los primeros años de vida de cualquier ser humano. En ese sentido, y en esta noche de Reyes, muchos pequeños se irán a acostar con una expectativa enorme, quizá más grande que cualquiera que pudieran experimentar como adultos, situación que debe de ser preservada por ellos mismos y la sociedad en general.

Amigos lectores, recuerden las diversas ocasiones en las que redactaban la carta a Melchor, Gaspar y Baltasar, con una gran emoción para ver qué aparecía el 6 de enero. La ilusión es un sentimiento que crea una expectativa sobre algo real o irreal, de una magnitud que puede hacer sentir muy bien o muy mal a una persona. Sea como sea, el vivir emocionado es fundamental para cualquier persona: es lo que nos distingue de cualquier otra criatura y nos alimenta la conciencia.

Decía Rainer María Rilke que la infancia es la verdadera patria del hombre, ya que en ella se definen los rasgos de la personalidad. Eso se comprueba con las estadísticas criminales y de natalidad, como la que señala que un pederasta generalmente fue abusado sexualmente cuando era niño; de igual manera, nos encontramos con que una hija de madre adolescente tiene muchas más probabilidades de repetir la suerte de su progenitora cuando crezca respecto a las demás mujeres.

Hablando en términos económicos y antropológicos, debemos entender que un satisfactor cumple plenamente su función cuando llega a un sujeto que, dependiendo las circunstancias, lo requiere. Por ejemplo: unos pepinos con limón y chile resultan totalmente satisfactorios a un estudiante de primaria durante un recreo; un automóvil, sea cual fuere, es un objeto maravilloso para un bachiller; y así podemos mencionar diversos ejemplos de cosas que se necesitan en un momento y lugar determinados. Fuera de esas circunstancias su importancia se vuelve relativa. Es por eso que los políticos o delincuentes organizados, quienes tuvieron una infancia pobre, jamás podrán sentirse bien mediante la tenencia de objetos suntuosos: les sería más benéfico un tratamiento psicológico.

Ahora bien, en el caso de los adultos, también observamos algún tipo de apatía respecto a diversos aspectos de su vida. Me llama la atención las frases en la red que dicen: “a mí edad no estoy dispuesto a estar mal en una relación” o algo así, como si los años nos legitimaran para hacer o ser de determinado modo.

Vemos muchos ejemplos de adultos que inhiben sus emociones por considerarlas vulgares o como un riesgo al momento de amar, es más, tenemos el caso de quienes sufren un colapso amoroso y se juran que nunca volverán a cometer un error o que nadie los lastimará, dejando de lado esa expectativa que condimenta inigualablemente la vida. Uno puede perder la confianza en los demás, dudar y hasta llorar, pero creo que las ilusiones deben conservarse intactas, inclusive en la etapa final de la vida.

Como adultos debemos conservar las emociones y hacer que nuestros pequeños también lo hagan. Vivimos en un mundo egoísta y un país plagado de odio e ignorancia, así que bien vale la pena que esta noche de Reyes los infantes sueñen con un mundo de fantasía en el que exista una mañana acompañada de un vistoso juguete. Hasta la próxima.


Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; @vicente_aven.


La expectativa para alcanzar una posición laboral o de poder, aun siendo grande, es inferior a la ilusión de un pequeño en víspera de la llegada de Los Reyes Magos. Cada adulto debería aprender a emocionarse más y dejar de quejarse de una realidad que él solo se forja. No se puede vivir exclusivamente de ilusiones, pero sin ellas la existencia se amarga notablemente.

“Infancia es destino” es la frase más famosa que dejó el padre de la Psicología, Sigmund Freud, quien señaló la importancia de los primeros años de vida de cualquier ser humano. En ese sentido, y en esta noche de Reyes, muchos pequeños se irán a acostar con una expectativa enorme, quizá más grande que cualquiera que pudieran experimentar como adultos, situación que debe de ser preservada por ellos mismos y la sociedad en general.

Amigos lectores, recuerden las diversas ocasiones en las que redactaban la carta a Melchor, Gaspar y Baltasar, con una gran emoción para ver qué aparecía el 6 de enero. La ilusión es un sentimiento que crea una expectativa sobre algo real o irreal, de una magnitud que puede hacer sentir muy bien o muy mal a una persona. Sea como sea, el vivir emocionado es fundamental para cualquier persona: es lo que nos distingue de cualquier otra criatura y nos alimenta la conciencia.

Decía Rainer María Rilke que la infancia es la verdadera patria del hombre, ya que en ella se definen los rasgos de la personalidad. Eso se comprueba con las estadísticas criminales y de natalidad, como la que señala que un pederasta generalmente fue abusado sexualmente cuando era niño; de igual manera, nos encontramos con que una hija de madre adolescente tiene muchas más probabilidades de repetir la suerte de su progenitora cuando crezca respecto a las demás mujeres.

Hablando en términos económicos y antropológicos, debemos entender que un satisfactor cumple plenamente su función cuando llega a un sujeto que, dependiendo las circunstancias, lo requiere. Por ejemplo: unos pepinos con limón y chile resultan totalmente satisfactorios a un estudiante de primaria durante un recreo; un automóvil, sea cual fuere, es un objeto maravilloso para un bachiller; y así podemos mencionar diversos ejemplos de cosas que se necesitan en un momento y lugar determinados. Fuera de esas circunstancias su importancia se vuelve relativa. Es por eso que los políticos o delincuentes organizados, quienes tuvieron una infancia pobre, jamás podrán sentirse bien mediante la tenencia de objetos suntuosos: les sería más benéfico un tratamiento psicológico.

Ahora bien, en el caso de los adultos, también observamos algún tipo de apatía respecto a diversos aspectos de su vida. Me llama la atención las frases en la red que dicen: “a mí edad no estoy dispuesto a estar mal en una relación” o algo así, como si los años nos legitimaran para hacer o ser de determinado modo.

Vemos muchos ejemplos de adultos que inhiben sus emociones por considerarlas vulgares o como un riesgo al momento de amar, es más, tenemos el caso de quienes sufren un colapso amoroso y se juran que nunca volverán a cometer un error o que nadie los lastimará, dejando de lado esa expectativa que condimenta inigualablemente la vida. Uno puede perder la confianza en los demás, dudar y hasta llorar, pero creo que las ilusiones deben conservarse intactas, inclusive en la etapa final de la vida.

Como adultos debemos conservar las emociones y hacer que nuestros pequeños también lo hagan. Vivimos en un mundo egoísta y un país plagado de odio e ignorancia, así que bien vale la pena que esta noche de Reyes los infantes sueñen con un mundo de fantasía en el que exista una mañana acompañada de un vistoso juguete. Hasta la próxima.


Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; @vicente_aven.