/ viernes 30 de abril de 2021

La importancia de las estructuras en la elección de presidente municipal

Si nada extraordinario sucede en las campañas electorales por la presidencia municipal de Puebla, que están por arrancar, del trabajo de las estructuras de movilización al voto dependerá quién de entre Claudia Rivera Vivanco y Eduardo Rivera Pérez se alce con la victoria.

Los estudios de opinión sobre preferencias electorales que se han aplicado hasta ahora en la capital pueden mostrar tendencias en favor de uno u otro candidato, pero la simpatía o el rechazo que se manifiesten desde el hogar frente al representante de una empresa encuestadora no necesariamente irá a materializarse en las urnas en unos comicios que se prevén menores al 45 por ciento de participación ciudadana.

La capacidad de los ejércitos electorales de Rivera Vivanco y Rivera Pérez para llevar simpatizantes a las casillas marcará la diferencia el 6 de junio y definirá al ganador. Así de simple y complejo al mismo tiempo.

Vea dos casos reales que ilustran acerca de lo que ocurre con el elector promedio en este momento, a 38 días de las votaciones.

El lunes pasado, un comensal sentado a la mesa de un restaurante durante el desayuno, en un establecimiento del Circuito Interior, preguntó a una mesera si ya sabía por cuál de los dos Rivera iba a votar.

La mujer, de unos 40 años de edad, se quedó en silencio unos segundos, sin contestar nada y con una mirada que reflejaba desconocimiento.

El comensal comprendió que su interlocutora no sabía quiénes eran Claudia Rivera y Eduardo Rivera y cambió la pregunta: “¿Por Morena o por el PAN para la presidencia municipal de Puebla?”

Aquí la respuesta llegó de inmediato.

Se dijo desilusionada de Morena, de sus escándalos y de que sus gobiernos no hubieran hecho nada hasta ahora, pero atizó contra todos.

“Todos los partidos son malos”, sentenció.

“¿Votará por el PAN entonces?”, preguntó el cliente del restaurante.

“No, por ninguno. No iré a votar”, lanzó.

Luego, como para matizar la responsabilidad ciudadana que dejada de lado con su respuesta, justificó que ese día tendría que trabajar y que sus patrones no le darían permiso para ausentarse unas horas para votar.

Minutos después, en el mismo lugar, el comensal hizo idéntica pregunta a otra trabajadora del establecimiento, pero esta vez cercana a los 60 años de edad.

“¿Votará por Eduardo Rivera o por Claudia Rivera?”

Para sorpresa del curioso cliente, esta mujer también quedó en silencio, sin saber qué decir.

“¿Por Morena o por el PAN?”, modificó rápido nuestro entrevistador.

“Por Morena ya no. Voté por ese partido en la última elección…”

“¿La de 2019?”, interrumpió el anónimo personaje.

“No, la de 2018, por este señor López Obrador, pero ya no lo haré”, precisó.

“¿Por qué?”, quiso saber el comensal.

“Pues porque dicen que las vacunas -anticoronavirus- son falsas. Yo llevé a mi mamá a vacunar y me la quitaron y la llevaron rápido por allá y ya no sé qué le pusieron, pero fue tan rápido que me dicen que le pusieron aire o un medicamento que no sirve”, explicó.

“¿Votará entonces por el PAN?”, inquirió otra vez el cliente frecuente del restaurante.

“La verdad es que no lo sé. Si voy, ya veré allá (en la casilla) por quién”, culminó.

Las respuestas de las dos mujeres, empleadas de un restaurante, evidentemente alejadas de los medios de comunicación y más todavía de las redes sociales, solo informadas o medio informadas por lo que oyen de conocidos y familiares de boca en boca, tienen puntos aleccionadores para los protagonistas de esta contienda electoral.

Primero, que ninguna de las dos señoras sabía hasta ese día que una tal Claudia Rivera y un tal Eduardo Rivera son aspirantes a la presidencia municipal.

Segundo, que ambas están decepcionadas de Morena, aunque la segunda no le negó el voto aún.

Y tercero y más importante, que no exhibieron ninguna motivación para ir a las urnas, mucho menos la primera, que ya decidió no acudir, que la segunda, que no cerró la puerta del todo.

Un mes de campaña no será suficiente para que los candidatos puedan subsanar el problema que arroja el primero de los tres puntos, la falta de conocimiento.

A Claudia Rivera no le llegará un milagro para conseguir que los antiguos seguidores del partido presidencial olviden los yerros -algunos muy grandes- cometidos en los tres niveles de gobierno y vuelvan a volcarse a las urnas en favor de su causa.

Eduardo Rivera pecará de ingenuidad si piensa que los electores enfadados con Morena le caerán solitos en cascada. Las dos señoras del relato están desilusionadas del partido de López Obrador, pero ninguna le ofreció su voto al PAN.

Aquí entran en juego las estructuras y su capacidad de movilización para el día de los comicios.

Frente al riesgo de depender únicamente del estado de ánimo de los electores, los principales candidatos en esta elección, los únicos dos con posibilidades de ganar, tendrán que desplegar a sus ejércitos de tierra para llevar a sus incondicionales a las urnas.

Quien mueva más se alzará con el triunfo; quien mueva menos, perderá.

El factor económico cuenta mucho.

Lo mismo que las complicidades con grupos y organizaciones bien estructuradas que cuentan entre sus filas con miles de subordinados, como, por ejemplo, los vendedores ambulantes.

Cruce sus apuestas, entonces, no nada más en función de preparación, experiencia y simpatía, como debería ser, sino de capacidad económica y humana, incluso de logística, para mover a los electores.

Vuelvo al principio:

Si nada extraordinario pasa en cualquiera de los dos bandos, por ahí se definirá al ganador.

Twitter: @jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx

Si nada extraordinario sucede en las campañas electorales por la presidencia municipal de Puebla, que están por arrancar, del trabajo de las estructuras de movilización al voto dependerá quién de entre Claudia Rivera Vivanco y Eduardo Rivera Pérez se alce con la victoria.

Los estudios de opinión sobre preferencias electorales que se han aplicado hasta ahora en la capital pueden mostrar tendencias en favor de uno u otro candidato, pero la simpatía o el rechazo que se manifiesten desde el hogar frente al representante de una empresa encuestadora no necesariamente irá a materializarse en las urnas en unos comicios que se prevén menores al 45 por ciento de participación ciudadana.

La capacidad de los ejércitos electorales de Rivera Vivanco y Rivera Pérez para llevar simpatizantes a las casillas marcará la diferencia el 6 de junio y definirá al ganador. Así de simple y complejo al mismo tiempo.

Vea dos casos reales que ilustran acerca de lo que ocurre con el elector promedio en este momento, a 38 días de las votaciones.

El lunes pasado, un comensal sentado a la mesa de un restaurante durante el desayuno, en un establecimiento del Circuito Interior, preguntó a una mesera si ya sabía por cuál de los dos Rivera iba a votar.

La mujer, de unos 40 años de edad, se quedó en silencio unos segundos, sin contestar nada y con una mirada que reflejaba desconocimiento.

El comensal comprendió que su interlocutora no sabía quiénes eran Claudia Rivera y Eduardo Rivera y cambió la pregunta: “¿Por Morena o por el PAN para la presidencia municipal de Puebla?”

Aquí la respuesta llegó de inmediato.

Se dijo desilusionada de Morena, de sus escándalos y de que sus gobiernos no hubieran hecho nada hasta ahora, pero atizó contra todos.

“Todos los partidos son malos”, sentenció.

“¿Votará por el PAN entonces?”, preguntó el cliente del restaurante.

“No, por ninguno. No iré a votar”, lanzó.

Luego, como para matizar la responsabilidad ciudadana que dejada de lado con su respuesta, justificó que ese día tendría que trabajar y que sus patrones no le darían permiso para ausentarse unas horas para votar.

Minutos después, en el mismo lugar, el comensal hizo idéntica pregunta a otra trabajadora del establecimiento, pero esta vez cercana a los 60 años de edad.

“¿Votará por Eduardo Rivera o por Claudia Rivera?”

Para sorpresa del curioso cliente, esta mujer también quedó en silencio, sin saber qué decir.

“¿Por Morena o por el PAN?”, modificó rápido nuestro entrevistador.

“Por Morena ya no. Voté por ese partido en la última elección…”

“¿La de 2019?”, interrumpió el anónimo personaje.

“No, la de 2018, por este señor López Obrador, pero ya no lo haré”, precisó.

“¿Por qué?”, quiso saber el comensal.

“Pues porque dicen que las vacunas -anticoronavirus- son falsas. Yo llevé a mi mamá a vacunar y me la quitaron y la llevaron rápido por allá y ya no sé qué le pusieron, pero fue tan rápido que me dicen que le pusieron aire o un medicamento que no sirve”, explicó.

“¿Votará entonces por el PAN?”, inquirió otra vez el cliente frecuente del restaurante.

“La verdad es que no lo sé. Si voy, ya veré allá (en la casilla) por quién”, culminó.

Las respuestas de las dos mujeres, empleadas de un restaurante, evidentemente alejadas de los medios de comunicación y más todavía de las redes sociales, solo informadas o medio informadas por lo que oyen de conocidos y familiares de boca en boca, tienen puntos aleccionadores para los protagonistas de esta contienda electoral.

Primero, que ninguna de las dos señoras sabía hasta ese día que una tal Claudia Rivera y un tal Eduardo Rivera son aspirantes a la presidencia municipal.

Segundo, que ambas están decepcionadas de Morena, aunque la segunda no le negó el voto aún.

Y tercero y más importante, que no exhibieron ninguna motivación para ir a las urnas, mucho menos la primera, que ya decidió no acudir, que la segunda, que no cerró la puerta del todo.

Un mes de campaña no será suficiente para que los candidatos puedan subsanar el problema que arroja el primero de los tres puntos, la falta de conocimiento.

A Claudia Rivera no le llegará un milagro para conseguir que los antiguos seguidores del partido presidencial olviden los yerros -algunos muy grandes- cometidos en los tres niveles de gobierno y vuelvan a volcarse a las urnas en favor de su causa.

Eduardo Rivera pecará de ingenuidad si piensa que los electores enfadados con Morena le caerán solitos en cascada. Las dos señoras del relato están desilusionadas del partido de López Obrador, pero ninguna le ofreció su voto al PAN.

Aquí entran en juego las estructuras y su capacidad de movilización para el día de los comicios.

Frente al riesgo de depender únicamente del estado de ánimo de los electores, los principales candidatos en esta elección, los únicos dos con posibilidades de ganar, tendrán que desplegar a sus ejércitos de tierra para llevar a sus incondicionales a las urnas.

Quien mueva más se alzará con el triunfo; quien mueva menos, perderá.

El factor económico cuenta mucho.

Lo mismo que las complicidades con grupos y organizaciones bien estructuradas que cuentan entre sus filas con miles de subordinados, como, por ejemplo, los vendedores ambulantes.

Cruce sus apuestas, entonces, no nada más en función de preparación, experiencia y simpatía, como debería ser, sino de capacidad económica y humana, incluso de logística, para mover a los electores.

Vuelvo al principio:

Si nada extraordinario pasa en cualquiera de los dos bandos, por ahí se definirá al ganador.

Twitter: @jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx