Los acontecimientos históricos tienen una parte de imaginación sociológica porque no es posible saber todo el contexto que envuelve los hechos. Sin embargo, al paso de los años es posible deducir objetivamente tal realidad. En el tema que nos ocupa, la Independencia mexicana que se consumó el 27 de septiembre de 1821.
Iniciaba el siglo XIX con grandes expectativas para el continente americano dada la Revolución Francesa que había triunfado en Europa, inspiradoras de las críticas al absolutismo, que se hicieron eco en las clases privilegiadas. España estaba vulnerada como consecuencia de las guerras contra Inglaterra, la corrupción y sus epidemias, causa de las reformas borbónicas con efectos negativos para la colonia. Esto se suma a la independencia de las 13 colonias inglesas en América (1776).
La desigualdad social, dada la división de castas, era una bomba de tiempo. En la Nueva España había una población indígena, menos de dos millones y medio, que sobrevivían a las peores condiciones que la desigualdad social puede generar: la pobreza, sumada a gobernantes que incurrían en actos de abusos e injusticias. Los criollos ,con poder económico gracias a sus canonjías para comerciar, sufrían las consecuencias de la mala administración central. Los mestizos, que también habían logrado un crecimiento económico, padecían los problemas económicos y la falta de inclusión en las decisiones políticas de la colonia.
Así, con el obispo de Dolores el cura Hidalgo, quien gozaba de seguidores criollos prominentes , desde el púlpito se da el primer paso para exigir la independencia de la llamada Nueva España de la corona española, después de 300 años de dominio. Para la época entonces, los independentistas se inspiran en ideas revolucionarias, liberales, eurocentristas, independientemente de estar o ser seguidores de las tradiciones de la Iglesia Católica. En perspectiva podemos entonces identificar que las causas que inspiran movimientos sociales están relacionadas con los derechos humanos.
Las luchas sociales no son nuevas, son una constante histórica, al menos desde el triunfo del liberalismo en el siglo XIX. De este triunfo se generó la redacción de las constituciones liberales en las que el clero y las aristocracias se veían afectadas, dados sus privilegios por su relación con las monarquías, no podía ser de otra manera. Así, la constitución española de 1812, bajo el régimen de Fernando VII, se aplicó en España y en la Nueva España, la Constitución de Cádiz ofrecía accesos a nuevas libertades y sobre todo promovió la publicación de periódicos y panfletos que permitió que los adeptos crecieran.
Juan Ruíz de Apodaca, el último virrey y tercer jefe superior de la Nueva España bajo la Constitución de Cádiz, nombra a Iturbide como comandante de los ejércitos del sur. Para no ir a una batalla suicida, decide escribir a Vicente Guerrero y le ofrece indulto, además de anunciar la liberación de los insurgentes en la Ciudad de México, y la oferta de que pediría a España que reconociera la ciudadanía sin distinción a todos los nacidos en el territorio, y que el gobierno sería para el rey o para un infante de la corona española, Guerrero responde pidiendo romper con esa sujeción. El Plan de Iguala entonces fue posible por la capacidad de sumar disidencias y privilegiar coincidencias
Así que, antes del acto mismo de la firma de la Independencia, entró el ejército Trigarante a la ciudad de México sin resistencia y con el liderazgo de Agustín de Iturbide, para dar por consumada la Independencia. El pánico moral puede invadir a más de alguno que se auto considere de “izquierda”, al reconocer que fue más un acto político que revolucionario y con lujo de violencia. En perspectiva, las ideologías quedan al margen pero también es importante identificar que la violencia no es necesaria cuando se trata de privilegiar un bien común.
*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP y secretaria de Membresías. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com