/ martes 27 de abril de 2021

La intolerancia y el miedo a la inteligencia en Morena

Por separado, René Sánchez Galindo y David Méndez Márquez utilizaron los mismos “argumentos” para desacreditar en público la eventual postulación -en ese momento aún lo era- de Iván Galindo Castillejos como candidato de Morena a diputado federal por el distrito 11, en lugar del caído en desgracia Saúl Huerta Corona.

Palabras más, palabras menos, Sánchez y Méndez le negaron la candidatura a Iván Galindo por su pasado crítico con la actuación y las decisiones del presidente Andrés Manuel López Obrador, el líder al que estos dos personajes -y muchos otros seguidores de la cuatroté- miran como a un dios reencarnado al que hay que adorar sin dudas ni cuestionamientos.

El lunes, como trascendió por cuenta del mismo Iván Galindo, la grilla de esos y algunos otros adoradores del inquilino de Palacio Nacional fue suficiente para que la Comisión Nacional de Elecciones le negara una candidatura que le habría aportado al partido un toque distinto, renovador, en un distrito vapuleado para sus objetivos electorales por el escándalo de pederastia y abuso sexual en el que se encuentra metido gracias a Huerta Corona.

Al final lo que queda es la exhibición de ese rasgo de intolerancia que distingue a los seguidores y personeros de López Obrador para reaccionar frente a todo aquello que consideran un señalamiento atentatorio en contra de sus intereses.

Condescendientes, sumisos e incluso fanáticos, los morenistas que grillaron a Sánchez Galindo mostraron sin rubor alguno la cara que más asusta a los críticos y detractores del presidente, que no “adversarios”, como él se desvive en pronunciar, que es la de la falta de respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son distintas a las suyas.

Sin tolerancia al pensamiento diferente, a los puntos de vista contrarios, nadie llega a la autocrítica, y sin esta difícilmente se corrige el rumbo y se modifican las decisiones cuando van por mal camino, precisamente porque nadie en el equipo del emperador es capaz de señalar que se va por la ruta equivocada.

Ese ha sido el talón de Aquiles de Morena y de López Obrador, un fenómeno que la soberbia y la creencia en la falsa perfección de un hombre terrenal nacido en Tabasco impidió la postulación de un candidato que le habría dado valor agregado a la campaña de la coalición Juntos Hacemos Historia.

Iván Galindo fue priista, sí, pero nunca un priista de aquellos que engañaron a los ciudadanos, se robaron dinero público del erario y fueron sumisos ante las malas decisiones del poder.

Ese Galindo que los ex secretarios de Gobernación -uno de Claudia Rivera Vivanco y otro de Miguel Barbosa Huerta- condenaron por cuestionar desde las redes sociales a López Obrador hizo lo mismo en el pasado con presidentes y gobernadores poblanos del PRI y del PAN, cuando todavía militaba en el partido tricolor y mucho antes de que Morena viera la luz.

Los morenistas que descalificaron a Iván Galindo consiguieron su propósito.

Conservaron las candidaturas para los “leales” de la cuatroté, para los zombis del tabasqueño, pero perdieron la oportunidad de mostrarle a los electores que pueden ser amigos de la inteligencia y sumarla a su equipo, aunque esta no sea fiel adoradora de las reglas y los preceptos de su deidad.

El rechazo de Méndez Márquez fue comprensible puesto que él mismo compitió con Galindo para tratar de hacerse de la candidatura acéfala. Además, mientras fue subordinado de Barbosa fue por obviedad rival del expriista y exregidor. Sus palabras, por tanto, no causaron extrañeza.

Sánchez Galindo, sin embargo, sorprendió a sus excompañeros del ayuntamiento de Puebla, quienes se preguntaron por qué no renunció a Gobernación una vez que Galindo Castillejos se convirtió en asesor de cabecera de su jefa y amiga Claudia Rivera.

Por congruencia entonces, agregan, y con razón, debió irse entonces.

No lo hizo.

Twitter: @jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx

Por separado, René Sánchez Galindo y David Méndez Márquez utilizaron los mismos “argumentos” para desacreditar en público la eventual postulación -en ese momento aún lo era- de Iván Galindo Castillejos como candidato de Morena a diputado federal por el distrito 11, en lugar del caído en desgracia Saúl Huerta Corona.

Palabras más, palabras menos, Sánchez y Méndez le negaron la candidatura a Iván Galindo por su pasado crítico con la actuación y las decisiones del presidente Andrés Manuel López Obrador, el líder al que estos dos personajes -y muchos otros seguidores de la cuatroté- miran como a un dios reencarnado al que hay que adorar sin dudas ni cuestionamientos.

El lunes, como trascendió por cuenta del mismo Iván Galindo, la grilla de esos y algunos otros adoradores del inquilino de Palacio Nacional fue suficiente para que la Comisión Nacional de Elecciones le negara una candidatura que le habría aportado al partido un toque distinto, renovador, en un distrito vapuleado para sus objetivos electorales por el escándalo de pederastia y abuso sexual en el que se encuentra metido gracias a Huerta Corona.

Al final lo que queda es la exhibición de ese rasgo de intolerancia que distingue a los seguidores y personeros de López Obrador para reaccionar frente a todo aquello que consideran un señalamiento atentatorio en contra de sus intereses.

Condescendientes, sumisos e incluso fanáticos, los morenistas que grillaron a Sánchez Galindo mostraron sin rubor alguno la cara que más asusta a los críticos y detractores del presidente, que no “adversarios”, como él se desvive en pronunciar, que es la de la falta de respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son distintas a las suyas.

Sin tolerancia al pensamiento diferente, a los puntos de vista contrarios, nadie llega a la autocrítica, y sin esta difícilmente se corrige el rumbo y se modifican las decisiones cuando van por mal camino, precisamente porque nadie en el equipo del emperador es capaz de señalar que se va por la ruta equivocada.

Ese ha sido el talón de Aquiles de Morena y de López Obrador, un fenómeno que la soberbia y la creencia en la falsa perfección de un hombre terrenal nacido en Tabasco impidió la postulación de un candidato que le habría dado valor agregado a la campaña de la coalición Juntos Hacemos Historia.

Iván Galindo fue priista, sí, pero nunca un priista de aquellos que engañaron a los ciudadanos, se robaron dinero público del erario y fueron sumisos ante las malas decisiones del poder.

Ese Galindo que los ex secretarios de Gobernación -uno de Claudia Rivera Vivanco y otro de Miguel Barbosa Huerta- condenaron por cuestionar desde las redes sociales a López Obrador hizo lo mismo en el pasado con presidentes y gobernadores poblanos del PRI y del PAN, cuando todavía militaba en el partido tricolor y mucho antes de que Morena viera la luz.

Los morenistas que descalificaron a Iván Galindo consiguieron su propósito.

Conservaron las candidaturas para los “leales” de la cuatroté, para los zombis del tabasqueño, pero perdieron la oportunidad de mostrarle a los electores que pueden ser amigos de la inteligencia y sumarla a su equipo, aunque esta no sea fiel adoradora de las reglas y los preceptos de su deidad.

El rechazo de Méndez Márquez fue comprensible puesto que él mismo compitió con Galindo para tratar de hacerse de la candidatura acéfala. Además, mientras fue subordinado de Barbosa fue por obviedad rival del expriista y exregidor. Sus palabras, por tanto, no causaron extrañeza.

Sánchez Galindo, sin embargo, sorprendió a sus excompañeros del ayuntamiento de Puebla, quienes se preguntaron por qué no renunció a Gobernación una vez que Galindo Castillejos se convirtió en asesor de cabecera de su jefa y amiga Claudia Rivera.

Por congruencia entonces, agregan, y con razón, debió irse entonces.

No lo hizo.

Twitter: @jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx