/ martes 30 de abril de 2019

La juventud no es un disparate

“La juventud es el momento de estudiar la sabiduría; la vejez, el de practicarla”.

Jean Jacques Rousseau

Desde que Andrés Manuel López Obrador emprendió su primera campaña presidencial, tuvo la visión de anteponer sobre todas las cosas la pobreza como el problema más urgente a resolver. Su discurso sin dobleces siempre llevó como estandarte “por el bien de todos, primero los pobres”.

Eso lo sabe muy bien nuestro candidato, Luis Miguel Barbosa, quien –con la ayuda de todos– llevará a buen puerto acciones concretas para no defraudar nunca a ese sector de la sociedad que fue cruelmente olvidado y segregado durante todo el tiempo en el que se instauró el régimen neoliberal en nuestro país.

Otro de los grupos al que está prestando especial atención el abanderado de MORENA en Puebla son los jóvenes.

Decir que “los jóvenes son el futuro de México” es un lugar común harto trillado del que echan mano los políticos tradicionales para zanjarse un camino que va siempre en la dirección contraria. En nuestro caso será mejor tener claro que los jóvenes son parte del presente –único estadio del tiempo y la materia que es y existe– por lo tanto, su opinión e inquietudes son los pilares para poder planear y ejecutar un proyecto de gobierno.

Desde tiempos inmemoriales se ha tratado a los jóvenes con cierto desdén, y ese ninguneo ha traído consigo parte de los trastornos degenerativos de los que adolece el país. Durante esta campaña (y en la anterior), Luis Miguel Barbosa ha propiciado encuentros con universitarios para poder así trabajar junto a ellos.

Los hechos sustentan los dichos, y las visitas que el candidato ha realizado a diferentes universidades en donde la apertura (tanto a las propuestas como a la crítica) son el hilo conductor para entablar diálogos nutridos.

Las propuestas barbechan el terreno, la crítica lo nutren.

La crítica debe ser (a mi personal modo de ver las cosas) un tema que no tiene cabida en el microcosmos de la moral: no existe crítica “mala” o crítica “buena”. La crítica sólo “es”, y es en sí una actividad que se autosatisface y deviene evolución.

Hace muchos años, cuando el brillante jurista Salvador Rocha Díaz me recomendó con don Manuel Bartlett para integrarme a su equipo como subdirector de asuntos jurídicos, el entonces gobernador de Puebla no le dio la oportunidad a un título universitario pomposo, ni a un pupilo de su amigo, ni a un novel abogado: le dio la oportunidad –y puso a prueba– a un joven. Confió en él, y el resto es historia…

¿Qué sería de nosotros como sociedad si dejáramos de lado el ímpetu y la visión renovadora y fresca de los jóvenes?

Esto es algo a lo que Barbosa no está dispuesto y lo ha demostrado no sólo desde la campaña anterior, sino en toda su carrera política.

En mi papel de vocero he sido un puntual testigo de cómo Luis Miguel está rodeado de jóvenes talentos. Ellos forman parte de una nueva generación de profesionistas expertos en sus áreas que conversan, quizás, en un código diferente al que los políticos de nuestra camada estamos acostumbrados: hablan de tecnología porque son los que la dominan. Hablan de redes porque viven dentro de ellas y las están convirtiendo en sus trincheras. Hablan de ecología y cuidado del medio ambiente porque es el espacio vital del que se adueñarán en breve. Hablan de igualdad, de equidad de género, de emprendedurismo… palabras, todas, que recién se incorporan con fuerza no sólo a nuestra bella lengua sino a la manera de ver y traducir el mundo.

Más de sesenta asesores se encargan ya de preparar foros por todo el estado con la finalidad de recoger propuestas y necesidades para que esos jóvenes sean parte de La Cuarta Transformación en Puebla

Frente a los alumnos de la UPAEP, Barbosa tocó un punto toral en el que era preciso abundar: decir “reconciliación” no es sólo sanar las heridas ni cerrar las brechas que se abrieron en la cruenta campaña del 2018.

Reconciliación quiere decir, literalmente, el restablecimiento de la concordia y la amistad entre dos o más partes enemistadas. Y la enemistad es un asunto añejo cuya raíz se ha oxigenado históricamente en la desigualdad y la falta de confianza.

Así que el plan de reconciliación barbosista no se trata únicamente de refundar la empatía entre miembros del partido ni con sus adversarios. Lograr la paz y la reconciliación no es de ninguna manera una frase hecha, manufacturada desde la perversidad del marketing para convencer, seducir y luego abandonar.

El trabajo de reconciliación es un proyecto integral en el que los jóvenes no tienen mucho, ¡sino todo que ver!

mezavcm.abogados@gmail.com

“La juventud es el momento de estudiar la sabiduría; la vejez, el de practicarla”.

Jean Jacques Rousseau

Desde que Andrés Manuel López Obrador emprendió su primera campaña presidencial, tuvo la visión de anteponer sobre todas las cosas la pobreza como el problema más urgente a resolver. Su discurso sin dobleces siempre llevó como estandarte “por el bien de todos, primero los pobres”.

Eso lo sabe muy bien nuestro candidato, Luis Miguel Barbosa, quien –con la ayuda de todos– llevará a buen puerto acciones concretas para no defraudar nunca a ese sector de la sociedad que fue cruelmente olvidado y segregado durante todo el tiempo en el que se instauró el régimen neoliberal en nuestro país.

Otro de los grupos al que está prestando especial atención el abanderado de MORENA en Puebla son los jóvenes.

Decir que “los jóvenes son el futuro de México” es un lugar común harto trillado del que echan mano los políticos tradicionales para zanjarse un camino que va siempre en la dirección contraria. En nuestro caso será mejor tener claro que los jóvenes son parte del presente –único estadio del tiempo y la materia que es y existe– por lo tanto, su opinión e inquietudes son los pilares para poder planear y ejecutar un proyecto de gobierno.

Desde tiempos inmemoriales se ha tratado a los jóvenes con cierto desdén, y ese ninguneo ha traído consigo parte de los trastornos degenerativos de los que adolece el país. Durante esta campaña (y en la anterior), Luis Miguel Barbosa ha propiciado encuentros con universitarios para poder así trabajar junto a ellos.

Los hechos sustentan los dichos, y las visitas que el candidato ha realizado a diferentes universidades en donde la apertura (tanto a las propuestas como a la crítica) son el hilo conductor para entablar diálogos nutridos.

Las propuestas barbechan el terreno, la crítica lo nutren.

La crítica debe ser (a mi personal modo de ver las cosas) un tema que no tiene cabida en el microcosmos de la moral: no existe crítica “mala” o crítica “buena”. La crítica sólo “es”, y es en sí una actividad que se autosatisface y deviene evolución.

Hace muchos años, cuando el brillante jurista Salvador Rocha Díaz me recomendó con don Manuel Bartlett para integrarme a su equipo como subdirector de asuntos jurídicos, el entonces gobernador de Puebla no le dio la oportunidad a un título universitario pomposo, ni a un pupilo de su amigo, ni a un novel abogado: le dio la oportunidad –y puso a prueba– a un joven. Confió en él, y el resto es historia…

¿Qué sería de nosotros como sociedad si dejáramos de lado el ímpetu y la visión renovadora y fresca de los jóvenes?

Esto es algo a lo que Barbosa no está dispuesto y lo ha demostrado no sólo desde la campaña anterior, sino en toda su carrera política.

En mi papel de vocero he sido un puntual testigo de cómo Luis Miguel está rodeado de jóvenes talentos. Ellos forman parte de una nueva generación de profesionistas expertos en sus áreas que conversan, quizás, en un código diferente al que los políticos de nuestra camada estamos acostumbrados: hablan de tecnología porque son los que la dominan. Hablan de redes porque viven dentro de ellas y las están convirtiendo en sus trincheras. Hablan de ecología y cuidado del medio ambiente porque es el espacio vital del que se adueñarán en breve. Hablan de igualdad, de equidad de género, de emprendedurismo… palabras, todas, que recién se incorporan con fuerza no sólo a nuestra bella lengua sino a la manera de ver y traducir el mundo.

Más de sesenta asesores se encargan ya de preparar foros por todo el estado con la finalidad de recoger propuestas y necesidades para que esos jóvenes sean parte de La Cuarta Transformación en Puebla

Frente a los alumnos de la UPAEP, Barbosa tocó un punto toral en el que era preciso abundar: decir “reconciliación” no es sólo sanar las heridas ni cerrar las brechas que se abrieron en la cruenta campaña del 2018.

Reconciliación quiere decir, literalmente, el restablecimiento de la concordia y la amistad entre dos o más partes enemistadas. Y la enemistad es un asunto añejo cuya raíz se ha oxigenado históricamente en la desigualdad y la falta de confianza.

Así que el plan de reconciliación barbosista no se trata únicamente de refundar la empatía entre miembros del partido ni con sus adversarios. Lograr la paz y la reconciliación no es de ninguna manera una frase hecha, manufacturada desde la perversidad del marketing para convencer, seducir y luego abandonar.

El trabajo de reconciliación es un proyecto integral en el que los jóvenes no tienen mucho, ¡sino todo que ver!

mezavcm.abogados@gmail.com