/ martes 24 de diciembre de 2019

La lección del pato “Coco”

Esta historia ocurrió la semana pasada en Puebla.

El protagonista central es un pato llamado “Coco”, quien fue adoptado a los pocos días de haber nacido.

El señor Abelardo Merino decidió llevarlo a su hogar hace seis meses como mascota para sus pequeños hijos, Aaron y Brando.

Desde entonces “Coco” juega con los niños y es un animal muy consentido. Toma agua de garrafón y come a sus horas porciones de lechuga, trozos de tortilla, arroz y cuando puede, lombrices de tierra, e incluso es bañado en regadera con agua tibia para que pueda lucir su blanco plumaje.

“Coco” juega mucho con los niños, es amigable y cariñoso.

Con frecuencia “Coco” es llevado al parque de Las Ninfas y al Santiago; ahí corre, explora, disfruta. En suma, es un pato feliz, tanto como el par de pequeños con los que comparte su vida ya adulta.

Así lo fue hasta la pasada semana.

Los niños tuvieron la idea de llevar a “Coco” al Parque Ecológico para que por primera vez, tuviera la oportunidad de conocer otros patos.

Y, por qué no, que pudiera conocer una patita.

El señor Merino los condujo en su auto. También llevaron dos bicicletas en la cajuela y la mochila en que “Coco” se acomoda en los días de paseo.

Al llegar al Parque Ecológico, al sur de la ciudad el señor Merino pidió autorización para introducir a “Coco”, pero el administrador la negó con el argumento de que podría ser peligroso, ya que podrían desconocerlo y al ser un intruso, otros patos podrían hacerle daño y lastimarlo.

La familia Merino entendió las razones y salió del parque, sobre la avenida 24 sur. Coco se asomaba de la mochila sin entender lo que ocurría. En ese momento pasó un auto rojo y los vio. A sus tripulantes les pareció extraña la escena. Uno de ellos sacó su teléfono celular y les tomó varias fotografías que luego las subieron a las redes sociales, acusándolos de haberse robado al pato.

La imagen se replicó a velocidad inusitada. Y lo peor, varios medios de comunicación la replicaron, incluyendo la televisión.

El presunto robo de un pato cometido por dos niños, se viralizó.

Todo un escándalo.

Horas más tarde se develó la verdad.

La familia Merino acreditó con fotografías que tenían al pato desde que era bebé, que era parte de su familia.

Ante la explicación, algunos medios callaron. Otros ofrecieron disculpas. La versión aclaratoria se difundió profusamente. Y los comentarios en redes sociales se multiplicaron a favor de la familia Merino.

Alguien sugirió incluso que se acusara a los medios por difamación.

Y hasta la Secretaria de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable tuvo que precisar que no hubo ninguna acción indebida y que el pato podía seguir en adopción.

La lección es clara.

Las “benditas” redes sociales deben ser usadas por los miles de usuarios con amplio sentido de responsabilidad.

Pero el error para los medios formales de comunicación es imperdonable.

El periodista profesional jamás debe soslayar el principio básico, el más elemental.

La premisa es fundamental: investiga, corrobora y antes de publicar, ¡verifica!

Perdónalos “Coco”.

Esta historia ocurrió la semana pasada en Puebla.

El protagonista central es un pato llamado “Coco”, quien fue adoptado a los pocos días de haber nacido.

El señor Abelardo Merino decidió llevarlo a su hogar hace seis meses como mascota para sus pequeños hijos, Aaron y Brando.

Desde entonces “Coco” juega con los niños y es un animal muy consentido. Toma agua de garrafón y come a sus horas porciones de lechuga, trozos de tortilla, arroz y cuando puede, lombrices de tierra, e incluso es bañado en regadera con agua tibia para que pueda lucir su blanco plumaje.

“Coco” juega mucho con los niños, es amigable y cariñoso.

Con frecuencia “Coco” es llevado al parque de Las Ninfas y al Santiago; ahí corre, explora, disfruta. En suma, es un pato feliz, tanto como el par de pequeños con los que comparte su vida ya adulta.

Así lo fue hasta la pasada semana.

Los niños tuvieron la idea de llevar a “Coco” al Parque Ecológico para que por primera vez, tuviera la oportunidad de conocer otros patos.

Y, por qué no, que pudiera conocer una patita.

El señor Merino los condujo en su auto. También llevaron dos bicicletas en la cajuela y la mochila en que “Coco” se acomoda en los días de paseo.

Al llegar al Parque Ecológico, al sur de la ciudad el señor Merino pidió autorización para introducir a “Coco”, pero el administrador la negó con el argumento de que podría ser peligroso, ya que podrían desconocerlo y al ser un intruso, otros patos podrían hacerle daño y lastimarlo.

La familia Merino entendió las razones y salió del parque, sobre la avenida 24 sur. Coco se asomaba de la mochila sin entender lo que ocurría. En ese momento pasó un auto rojo y los vio. A sus tripulantes les pareció extraña la escena. Uno de ellos sacó su teléfono celular y les tomó varias fotografías que luego las subieron a las redes sociales, acusándolos de haberse robado al pato.

La imagen se replicó a velocidad inusitada. Y lo peor, varios medios de comunicación la replicaron, incluyendo la televisión.

El presunto robo de un pato cometido por dos niños, se viralizó.

Todo un escándalo.

Horas más tarde se develó la verdad.

La familia Merino acreditó con fotografías que tenían al pato desde que era bebé, que era parte de su familia.

Ante la explicación, algunos medios callaron. Otros ofrecieron disculpas. La versión aclaratoria se difundió profusamente. Y los comentarios en redes sociales se multiplicaron a favor de la familia Merino.

Alguien sugirió incluso que se acusara a los medios por difamación.

Y hasta la Secretaria de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable tuvo que precisar que no hubo ninguna acción indebida y que el pato podía seguir en adopción.

La lección es clara.

Las “benditas” redes sociales deben ser usadas por los miles de usuarios con amplio sentido de responsabilidad.

Pero el error para los medios formales de comunicación es imperdonable.

El periodista profesional jamás debe soslayar el principio básico, el más elemental.

La premisa es fundamental: investiga, corrobora y antes de publicar, ¡verifica!

Perdónalos “Coco”.