/ miércoles 28 de octubre de 2020

La lógica del bumerán

Háblame para que yo te conozca

Séneca

Reza un dicho: “las palabras se las lleva el viento”. Pienso que no es del todo así porque las palabras tienen peso y poder. No obstante, cada quién es responsable de permitir qué tanto las palabras le pueden animar o perturbar. Nos corresponde ceder o no con los hechos tal peso y poder.

Esto quiere decir que podemos darle sentido o quedarnos con lo percibo. Si queremos que las palabras nos levanten nos levantarán, pero si elegimos que las palabras sean un lastre arraigado en el alma de manera crónica, como sea, será una elección propia.

En tal sentido, por el poder de las palabras en sí mismas, lo conveniente es ser impecables con el uso de ellas. Como dice el Dr. Miguel Ruíz en su libro los Cuatro Acuerdos, del que recojo algunos párrafos y entrelazo en esta cita larga:

“Mediante las palabras expresas tu poder creativo, lo revelas todo. Independientemente de la lengua que hables, tu intención se pone de manifiesto a través de las palabras. Lo que sueñas, lo que sientes y lo que realmente eres, lo muestras por medio de las palabras.

No son sólo sonidos o símbolos escritos. Son una fuerza; constituyen el poder que tienes para expresar y comunicar, para pensar y, en consecuencia, para crear los acontecimientos de tu vida. (…)

La mente humana es como un campo fértil en el que continuamente se están plantando semillas. (…)

Fíjate en el ejemplo de Hitler: Sembró todas aquellas semillas de miedo, que crecieron muy fuertes y consiguieron una extraordinaria destrucción masiva. Teniendo en cuenta el pavoroso poder de las palabras, debemos comprender cuál es el poder que emana de nuestra boca. (…)

Las palabras captan nuestra atención, entran en nuestra mente y cambian por entero, para bien o para mal, nuestras creencias. (…)

Por lo general, empleamos las palabras para propagar nuestro veneno personal: para expresar rabia, celos, envidia y odio. Las palabras son pura magia -el don más poderoso que tenemos como seres humanos- y las utilizamos contra nosotros mismos.”

Cierto es que estas consideraciones nos exponen en dos sentidos: pernicioso o provechoso para la humanidad; por tanto, nos perjudica o beneficia a nosotros mismos.

Sin embargo, por ignorancia o por soberbia, no somos lo suficientemente cuidadosos con las palabras. Por ello nos generamos dilemas y conflictos propios en lo personal como en lo público.

Por ejemplo, un político en el discurso público cuando hace aseveraciones siendo oposición, en el ánimo de logar el poder, la palabra dicha regresa con la misma o mayor energía conque fue expuesta la aseveración, agravio o calificativo contra quien esté en el poder formal.

Pero el universo, que es un espejo natural, hace rebotar lo que se esgrime. Es como cuando hemos agredido a alguien; al momento nos sentimos bien, luego no; peor resulta que otra persona nos dañe como lo hicimos. No podemos sentirnos bien.

Así es el universo, lo que se lanza al aire tarde o temprano regresa de donde salió, por el poder mismo de la palabra.

Después de este royo, ¿se da cuenta lo que generó el enojo, la rabia, el odio, la razón de gritar: "¡Al diablo con sus instituciones!”?

Dijo Miguel Ruíz: “La mente humana es como un campo fértil en el que continuamente se están plantando semillas.” Sin duda, hay sembrado semillas de molestia, miedo, encono contra el sistema, contra la autoridad.

Objetivamente, sin sentimentalismos ni añoranzas, sin intereses políticos; según usted, ¿qué país tenemos hoy? Empero, como todo es perfectible, en usted está cosechar las semillas brotadas o darle un giro al poder de la palabra. ¿Le suena?

Háblame para que yo te conozca

Séneca

Reza un dicho: “las palabras se las lleva el viento”. Pienso que no es del todo así porque las palabras tienen peso y poder. No obstante, cada quién es responsable de permitir qué tanto las palabras le pueden animar o perturbar. Nos corresponde ceder o no con los hechos tal peso y poder.

Esto quiere decir que podemos darle sentido o quedarnos con lo percibo. Si queremos que las palabras nos levanten nos levantarán, pero si elegimos que las palabras sean un lastre arraigado en el alma de manera crónica, como sea, será una elección propia.

En tal sentido, por el poder de las palabras en sí mismas, lo conveniente es ser impecables con el uso de ellas. Como dice el Dr. Miguel Ruíz en su libro los Cuatro Acuerdos, del que recojo algunos párrafos y entrelazo en esta cita larga:

“Mediante las palabras expresas tu poder creativo, lo revelas todo. Independientemente de la lengua que hables, tu intención se pone de manifiesto a través de las palabras. Lo que sueñas, lo que sientes y lo que realmente eres, lo muestras por medio de las palabras.

No son sólo sonidos o símbolos escritos. Son una fuerza; constituyen el poder que tienes para expresar y comunicar, para pensar y, en consecuencia, para crear los acontecimientos de tu vida. (…)

La mente humana es como un campo fértil en el que continuamente se están plantando semillas. (…)

Fíjate en el ejemplo de Hitler: Sembró todas aquellas semillas de miedo, que crecieron muy fuertes y consiguieron una extraordinaria destrucción masiva. Teniendo en cuenta el pavoroso poder de las palabras, debemos comprender cuál es el poder que emana de nuestra boca. (…)

Las palabras captan nuestra atención, entran en nuestra mente y cambian por entero, para bien o para mal, nuestras creencias. (…)

Por lo general, empleamos las palabras para propagar nuestro veneno personal: para expresar rabia, celos, envidia y odio. Las palabras son pura magia -el don más poderoso que tenemos como seres humanos- y las utilizamos contra nosotros mismos.”

Cierto es que estas consideraciones nos exponen en dos sentidos: pernicioso o provechoso para la humanidad; por tanto, nos perjudica o beneficia a nosotros mismos.

Sin embargo, por ignorancia o por soberbia, no somos lo suficientemente cuidadosos con las palabras. Por ello nos generamos dilemas y conflictos propios en lo personal como en lo público.

Por ejemplo, un político en el discurso público cuando hace aseveraciones siendo oposición, en el ánimo de logar el poder, la palabra dicha regresa con la misma o mayor energía conque fue expuesta la aseveración, agravio o calificativo contra quien esté en el poder formal.

Pero el universo, que es un espejo natural, hace rebotar lo que se esgrime. Es como cuando hemos agredido a alguien; al momento nos sentimos bien, luego no; peor resulta que otra persona nos dañe como lo hicimos. No podemos sentirnos bien.

Así es el universo, lo que se lanza al aire tarde o temprano regresa de donde salió, por el poder mismo de la palabra.

Después de este royo, ¿se da cuenta lo que generó el enojo, la rabia, el odio, la razón de gritar: "¡Al diablo con sus instituciones!”?

Dijo Miguel Ruíz: “La mente humana es como un campo fértil en el que continuamente se están plantando semillas.” Sin duda, hay sembrado semillas de molestia, miedo, encono contra el sistema, contra la autoridad.

Objetivamente, sin sentimentalismos ni añoranzas, sin intereses políticos; según usted, ¿qué país tenemos hoy? Empero, como todo es perfectible, en usted está cosechar las semillas brotadas o darle un giro al poder de la palabra. ¿Le suena?