/ sábado 16 de mayo de 2020

La masificación de los grados académicos 

Tener un título universitario había sido reflejo de todo un esfuerzo y merecía todo un reconocimiento social, sin embargo, hay que ver con cierto cuidado el origen de esos estudios, para verdaderamente fomentar el conocimiento y evitar la simulación.

El día de ayer se celebró el Día del Maestro, fecha que hubiera sido un perfecto viernes para realizar eventos y fiestas, sin embargo, tuvieron que cancelarse todas las actividades por la situación actual, la cual empeora no solamente por factores infecciosos, sino por la falta de educación de quien aún cree que esto es un invento o no guarda las medidas necesarias.

Debido a eso, tenemos que hacer notar el papel de los educadores y la importancia de sus funciones, de forma personal, manifiesto todo mi reconocimiento al gremio magisterial, del cual formo parte y que tantas satisfacciones me ha dado.

Ahora bien, dentro de este gran ámbito, nos encontramos con la educación superior, la cual tuvo una expansión enorme con la creación de las universidades no dependientes del estado.

Recordemos que hace muchos años, solo había la alternativa de acudir a las instituciones dependientes del gobierno, fue hace aproximadamente medio siglo cuando las casas de estudios particulares hicieron su aparición, pero el “boom” se dio hace unos 20 años.

Creo que es estéril la discusión entre los que asumen una postura radical y señalan que las universidades públicas o privadas son las mejores. Hacer una calificación de ese tipo depende de muchos factores y es incorrecto querer categorizar de ese modo.

Lo que es innegable es que las buenas instituciones sin financiamiento público son las que han tomado la delantera, forjando un gran prestigio y siendo las preferidas para quien tiene posibilidades de pagar una colegiatura. Por ejemplo: el Tec de Monterrey, la U. Iberoamericana, sin mencionar a otras grandes instituciones locales que hay en nuestra entidad poblana, en donde se ofertan una gran cantidad de carreras y posgrados.

Todos tenemos derecho a estudiar lo que queramos, pero hay que ser concientes que un estudio de modesto nivel difícilmente servirá de herramienta para un desarrollo profesional óptimo. Esto no se debe tomar como algo discriminatorio, sino como una innegable realidad.

Debemos asumir que estudiar una carrera no es requisito o llave para el éxito, como sucede en los países de primer mundo, sin embargo, vivimos en una simulación en la que se ofertan licenciaturas, maestrías, doctorados y diplomados, con reconocimiento oficial, pero que carecen de un real sustento académico.

Recordemos que en Latinoamérica, y especialmente México se ha dado un crecimiento en la matrícula universitaria, no como parte de un proceso educativo, sino como una especie de reivindicación social o intento de compensación emocional.

Debemos entender que una maestría se orienta a la docencia y el doctorado a la investigación, no son grados que mejoren la capacidad profesional de alguien.

Cuando se trata de calificar el grado académico de alguien, tenemos que ver la universidad en que se obtuvo; si fue presencial o en línea; si se realizó tesis o no; y si tiene aval de alguna institución como el Conacyt. Después de eso, ya podremos tener una mejor noción de la calidad del estudio. Ir la universidad no es requisito para amasar una fortuna, alcanzar la felicidad o simplemente ser una buena persona. Lo que considero equivocado es la postura de quien presume aspiracionalmente un grado obtenido en instituciones de modesto prestigio, o quien hace de la educación un mero objeto de comercio, cuando en realidad es el más importante patrimonio que puede tener un ciudadano. Hasta la próxima semana.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.gg

Tener un título universitario había sido reflejo de todo un esfuerzo y merecía todo un reconocimiento social, sin embargo, hay que ver con cierto cuidado el origen de esos estudios, para verdaderamente fomentar el conocimiento y evitar la simulación.

El día de ayer se celebró el Día del Maestro, fecha que hubiera sido un perfecto viernes para realizar eventos y fiestas, sin embargo, tuvieron que cancelarse todas las actividades por la situación actual, la cual empeora no solamente por factores infecciosos, sino por la falta de educación de quien aún cree que esto es un invento o no guarda las medidas necesarias.

Debido a eso, tenemos que hacer notar el papel de los educadores y la importancia de sus funciones, de forma personal, manifiesto todo mi reconocimiento al gremio magisterial, del cual formo parte y que tantas satisfacciones me ha dado.

Ahora bien, dentro de este gran ámbito, nos encontramos con la educación superior, la cual tuvo una expansión enorme con la creación de las universidades no dependientes del estado.

Recordemos que hace muchos años, solo había la alternativa de acudir a las instituciones dependientes del gobierno, fue hace aproximadamente medio siglo cuando las casas de estudios particulares hicieron su aparición, pero el “boom” se dio hace unos 20 años.

Creo que es estéril la discusión entre los que asumen una postura radical y señalan que las universidades públicas o privadas son las mejores. Hacer una calificación de ese tipo depende de muchos factores y es incorrecto querer categorizar de ese modo.

Lo que es innegable es que las buenas instituciones sin financiamiento público son las que han tomado la delantera, forjando un gran prestigio y siendo las preferidas para quien tiene posibilidades de pagar una colegiatura. Por ejemplo: el Tec de Monterrey, la U. Iberoamericana, sin mencionar a otras grandes instituciones locales que hay en nuestra entidad poblana, en donde se ofertan una gran cantidad de carreras y posgrados.

Todos tenemos derecho a estudiar lo que queramos, pero hay que ser concientes que un estudio de modesto nivel difícilmente servirá de herramienta para un desarrollo profesional óptimo. Esto no se debe tomar como algo discriminatorio, sino como una innegable realidad.

Debemos asumir que estudiar una carrera no es requisito o llave para el éxito, como sucede en los países de primer mundo, sin embargo, vivimos en una simulación en la que se ofertan licenciaturas, maestrías, doctorados y diplomados, con reconocimiento oficial, pero que carecen de un real sustento académico.

Recordemos que en Latinoamérica, y especialmente México se ha dado un crecimiento en la matrícula universitaria, no como parte de un proceso educativo, sino como una especie de reivindicación social o intento de compensación emocional.

Debemos entender que una maestría se orienta a la docencia y el doctorado a la investigación, no son grados que mejoren la capacidad profesional de alguien.

Cuando se trata de calificar el grado académico de alguien, tenemos que ver la universidad en que se obtuvo; si fue presencial o en línea; si se realizó tesis o no; y si tiene aval de alguna institución como el Conacyt. Después de eso, ya podremos tener una mejor noción de la calidad del estudio. Ir la universidad no es requisito para amasar una fortuna, alcanzar la felicidad o simplemente ser una buena persona. Lo que considero equivocado es la postura de quien presume aspiracionalmente un grado obtenido en instituciones de modesto prestigio, o quien hace de la educación un mero objeto de comercio, cuando en realidad es el más importante patrimonio que puede tener un ciudadano. Hasta la próxima semana.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.gg