/ jueves 1 de octubre de 2020

La misoginia política a todo lo que da en Puebla

Claudia y Genoveva son sólo dos de las víctimas de la misoginia política que transpira Puebla disfrazada de análisis, crítica y nota informativa, víctimas también ellas de cientos de bots que diariamente las injurian, detrás de los cuales bien podrían estar hombres de poder con objetivos coincidentes de desprestigio, varones que con el músculo económico de los convenios publicitarios estarían torciendo líneas editoriales mercenarias para dinamitar los desempeños y aspiraciones de estas y otras mujeres.

Entre los agresores más visibles de la edil asoma y mete la cabeza de su reducto el varón Biestro, él no pierde coyuntura ni declaración ni pretexto para minar a su compañera de partido. Por las cosas que recurrentemente endereza a Claudia su propósito es destruirla, acabarla, robarle el último aliento sin detenerse a medir que cada agresión suya disminuye simultáneamente a Morena, el partido que ambos necesitan para el 2021.

Jamás en la historia política del estado se había observado un ataque tan frontal como el que dirige Biestro a Claudia sin consideración alguna por su condición de mujer, hoy lo hace con el pretexto de proyectos de obra en el centro histórico de la Angelópolis y opacidad en el gasto, ayer por su “intención” de reelegirse y mañana Dios sabrá por qué, algo inventará.

Que se recuerde tampoco había acontecido cosa parecida a la de Genoveva. Sin piedad le pegan los críticos de siempre, inclemente es la tunda que le dan los analistas que le marcan personalmente y personalmente la acechan. Sin receso ni tregua analistas y críticos, metidos hasta el cuello en proyectos políticos y de gobierno, presionan para influir en las legítimas decisiones de la panista.

Genoveva como Claudia son objetivos de ataque permanente e incansable. En las imágenes de las guerras últimas observamos decenas, cientos de misiles dirigidos a puntos estratégicos surcando el cielo, el agresor oculto da la orden de ataque, los generales obedecen la instrucción y el ejecutor oprime el botón, inmediatamente el misil se dispara para luego dar en el blanco y asesinar gente.

Cosa parecida ocurre con estas mujeres. Nadie, ni el agresor, ni el general ni el ejecutor tienen consideración de género, menos piedad. Las agresiones a las mujeres muestran varios rostros, pero quizá el más descarado sea el de la misoginia política. Si la tinta es más destructiva que la espada, como solía decir un literato inglés del 1800, los agresores comprenden el daño que ocasionan con cada ataque.

La misoginia política en Puebla está a todo lo que da, y mientras féminas como Liza Aceves, Lourdes Rosales, Blanca Jiménez o alcaldesas del interior del estado son blancos de ataques intelectualmente bien calculados, las críticas orientadas a ellas se transforman en poemas colmados de halagos para las mujeres que comparten el pan y la sal en la mesa del poder poblano.

A ocho columnas, algunos medios, se indignan del conteo de feminicidios en el estado, y en la misma cínica portada atacan con letras punzocortantes a mujeres vivas del servicio público o la política no por convicción si por instrucción.

Nacer mujer en este país donde la misoginia retrae garras, colmillos y derrama baba no es cosa fácil, sin embargo, con valor, carácter e inteligencia han ganado espacios Sánchez Cordero, Sheinbaum, Gutiérrez Müller, Yeidckol, Claudia Rivera y Genoveva Huerta, ellas, como todas poseen espíritu guerrero.

La mujer no surgió de la costilla del hombre, el hombre surgió del vientre de la mujer, algo tan simple como eso no atinan a comprender los misóginos de la política y la redacción, quiénes son, pues por sus textos y declaraciones los conoceréis habría dicho el Nazareno en caminatas a pies descalzos sobre las aguas del Valsequillo.

Claudia y Genoveva son sólo dos de las víctimas de la misoginia política que transpira Puebla disfrazada de análisis, crítica y nota informativa, víctimas también ellas de cientos de bots que diariamente las injurian, detrás de los cuales bien podrían estar hombres de poder con objetivos coincidentes de desprestigio, varones que con el músculo económico de los convenios publicitarios estarían torciendo líneas editoriales mercenarias para dinamitar los desempeños y aspiraciones de estas y otras mujeres.

Entre los agresores más visibles de la edil asoma y mete la cabeza de su reducto el varón Biestro, él no pierde coyuntura ni declaración ni pretexto para minar a su compañera de partido. Por las cosas que recurrentemente endereza a Claudia su propósito es destruirla, acabarla, robarle el último aliento sin detenerse a medir que cada agresión suya disminuye simultáneamente a Morena, el partido que ambos necesitan para el 2021.

Jamás en la historia política del estado se había observado un ataque tan frontal como el que dirige Biestro a Claudia sin consideración alguna por su condición de mujer, hoy lo hace con el pretexto de proyectos de obra en el centro histórico de la Angelópolis y opacidad en el gasto, ayer por su “intención” de reelegirse y mañana Dios sabrá por qué, algo inventará.

Que se recuerde tampoco había acontecido cosa parecida a la de Genoveva. Sin piedad le pegan los críticos de siempre, inclemente es la tunda que le dan los analistas que le marcan personalmente y personalmente la acechan. Sin receso ni tregua analistas y críticos, metidos hasta el cuello en proyectos políticos y de gobierno, presionan para influir en las legítimas decisiones de la panista.

Genoveva como Claudia son objetivos de ataque permanente e incansable. En las imágenes de las guerras últimas observamos decenas, cientos de misiles dirigidos a puntos estratégicos surcando el cielo, el agresor oculto da la orden de ataque, los generales obedecen la instrucción y el ejecutor oprime el botón, inmediatamente el misil se dispara para luego dar en el blanco y asesinar gente.

Cosa parecida ocurre con estas mujeres. Nadie, ni el agresor, ni el general ni el ejecutor tienen consideración de género, menos piedad. Las agresiones a las mujeres muestran varios rostros, pero quizá el más descarado sea el de la misoginia política. Si la tinta es más destructiva que la espada, como solía decir un literato inglés del 1800, los agresores comprenden el daño que ocasionan con cada ataque.

La misoginia política en Puebla está a todo lo que da, y mientras féminas como Liza Aceves, Lourdes Rosales, Blanca Jiménez o alcaldesas del interior del estado son blancos de ataques intelectualmente bien calculados, las críticas orientadas a ellas se transforman en poemas colmados de halagos para las mujeres que comparten el pan y la sal en la mesa del poder poblano.

A ocho columnas, algunos medios, se indignan del conteo de feminicidios en el estado, y en la misma cínica portada atacan con letras punzocortantes a mujeres vivas del servicio público o la política no por convicción si por instrucción.

Nacer mujer en este país donde la misoginia retrae garras, colmillos y derrama baba no es cosa fácil, sin embargo, con valor, carácter e inteligencia han ganado espacios Sánchez Cordero, Sheinbaum, Gutiérrez Müller, Yeidckol, Claudia Rivera y Genoveva Huerta, ellas, como todas poseen espíritu guerrero.

La mujer no surgió de la costilla del hombre, el hombre surgió del vientre de la mujer, algo tan simple como eso no atinan a comprender los misóginos de la política y la redacción, quiénes son, pues por sus textos y declaraciones los conoceréis habría dicho el Nazareno en caminatas a pies descalzos sobre las aguas del Valsequillo.