El festejo del 25 de diciembre es tan antiguo que sus orígenes se pierden en el tiempo.
En esta época, la festividad se atribuye a la religión católica y el nacimiento de Jesús.
También por otro lado, investigadores han descubierto que los Aztecas celebraban el nacimiento de Huitzilopochtli precisamente en estas fechas. Había fiesta en todas las casas, se obsequiaba a los invitados comida, así como unas estatuillas hechas de maíz azul y miel de agave.
En China se festejaba el solsticio de invierno los días 24 y 25 de diciembre.
En Grecia celebraban el nacimiento del hijo de Zeus, Hércules, así como a los dioses Dionisio y Adonis.
Los antiguos egipcios también festejaban el nacimiento de varias de sus divinidades, especialmente la llegada de Osiris, y a fines de diciembre el aniversario del nacimiento de su salvador Horus.
En India cada 25 de diciembre se celebraba el Parto de la Reina del Cielo. Durante esta celebración, la gente adornaba sus casas con guirnaldas de flores y, al igual que en navidad, se intercambiaban regalos con sus familiares y amigos.
Ahora esta celebración tiene un significado que trasciende las creencias religiosas de cada persona, al ser un momento de renovación y convivencia para generar acuerdos con nuestros seres queridos.
Todos juntos disfrutan una deliciosa cena, la cual, desde su preparación, reúne a las familias. Los sabores y olores de la navidad son algo que se extraña y recuerda durante todo el año.
Generalmente vienen familiares y amigos lejanos o se reciben cartas y llamadas de los mismos. Es una de las épocas que nos trae mejores recuerdos y más grandes satisfacciones emocionales.
Cada familia tiene sus costumbres, cultura y tradiciones, pero finalmente se reúnen en una celebración llena de paz, amor y cariño.
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Como dijo la escritora Freya Stark “La Navidad no es un acontecimiento, sino una parte de su hogar que uno lleva siempre en su corazón.”
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