/ martes 23 de abril de 2019

La prensa, en debate

En la vorágine de los nuevos tiempos y como parte sustancial de los cambios que el país necesita en aras de mayor justicia y auténtica democracia, los medios de comunicación juegan un papel relevante, diríase que estelar.

Bajo ese enfoque es alentador que la prensa, llamada así de manera genérica, se encuentre como pocas veces en el centro del debate público, así sea por reiterados cuestionamientos de quienes conducen la llamada Cuarta Transformación.

En esa dinámica, ha sido el propio Presidente Andrés Manuel López Obrador quien no sólo ha denostado a muchos medios a los que llama conservadores, parte de la mafia del poder o “prensa fifí”, sino que ha puesto el dedo en la llaga en temas tan sensibles, como el llamado secreto periodístico y el derecho a la información.

Refiero dos hechos recientes en los que AMLO fue protagonista: la presunta filtración de un borrador de la carta que enviaría al Rey de España, y el controvertido cuestionamiento que le hizo el periodista Jorge Ramos durante una conferencia de prensa mañanera.

En el primer caso el presidente mostró especial malestar porque un diario nacional reveló el contenido de la misiva, misma que si bien en su parte sustantiva era verídica, contenía a su juicio algunas imprecisiones.

En el fondo, el reclamo de AMLO fue por haber divulgado el mensaje antes de que él lo hiciera público y en ese tenor, pidió al medio revelar su fuente informativa, en consideración de los principios de transparencia a la que todos los actores de la vida pública están obligados.

Y se preguntó si la obligación de transparencia es nada más del gobierno o de todos, en particular de los medios. “Es interesante el tema, porque para mí los medios son organismo de interés público…tienen también que cumplir una ética, sin privilegios”, argumentó.

Dijo que revelar la fuente sería “interesantísimo”, aunque reconoció que si el medio se opone, está en su derecho.

Y por supuesto que lo está, toda vez que uno de los pilares del derecho a la información está sustentado precisamente en el secreto profesional, que representa, como bien lo enuncia el investigador Ernesto Villanueva, “una reivindicación tradicional de la profesión periodística en el mundo entero”.

Y si bien es cierto que el secreto profesional de los periodistas no se encuentra tutelado en la Constitución Política (como sí ocurre en países democráticos como Alemania, Italia y España entre muchos más), ni tampoco en la Ley de Imprenta, en nuestro caso está implícito en el derecho a la información previsto en el artículo sexto de la Carta Magna, y de ello hay abundante jurisprudencia.

Para entender mejor el tema, cabe citar al profesor español Marc Carrillo, quien asienta que el fundamento del secreto profesional reside “en el interés colectivo y la dimensión objetiva de su contenido, que facilita un ejercicio más integral del derecho a la información”.

Abunda: “El derecho a la información tiene un destinatario colectivo que es el cuerpo social; la sociedad es el titular pasivo de un derecho fundamental del que el periodista es activo calificado y agente transmisor”.

De ahí que los reclamos expuestos por conocer la fuente sean más que vanos y nada tienen que ver el tema de la transparencia. La información divulgada fue cierta y aún con ligeros sesgos, el efecto social que generó es ya irreversible.

Respecto a la ríspida entrevista con el periodista Jorge Ramos que tanta controversia causó, especialmente entre los fans del presidente López Obrador, es preciso advertir que no comparto la forma y manera inquisidora que utiliza el comunicador, aunque defiendo a ultranza su derecho a cuestionar.

El mérito de Ramos es haber abordado sin tapujos temas sensibles, como la inseguridad que aún prevalece en México y su relación con el Presidente estadounidense Donald Trump, específicamente con el tema de los migrantes.

Quiérase o no, Ramos rompió el script comodino de las conferencias mañaneras y finalmente demostró tener cifras más precisas que las que tenía el presidente.

Se reconoce que AMLO fue tolerante y trató de dar respuestas, pero más significativa fue la reacción del incidente en redes sociales: todo un linchamiento y un bulling extremo contra el periodista, con mensajes y bots subidos de tono que en nada contribuyen al ejercicio de la libertad de expresión. Aquí reside el fondo del asunto, porque la conducta de los partidarios del presidente avasalló al periodista, al que entre otras cosas llamaron “chayotero” y hasta miembro de la CIA.

Muchos de esos ataques provienen de esa denostación frecuente que se hace contra medios y comunicadores. El mismo presidente diría después que los periodistas que acuden a su conferencia de prensa en Palacio Nacional son buenos y prudentes, porque si se pasan ya saben qué sucede". ¿Y qué sucede?, pues los aniquilan en redes sociales.

¿Cómo llamarle a esta innecesaria confrontación entre el gobierno y los medios, entre la prensa y el poder?

Ya hablaremos de ello.

En la vorágine de los nuevos tiempos y como parte sustancial de los cambios que el país necesita en aras de mayor justicia y auténtica democracia, los medios de comunicación juegan un papel relevante, diríase que estelar.

Bajo ese enfoque es alentador que la prensa, llamada así de manera genérica, se encuentre como pocas veces en el centro del debate público, así sea por reiterados cuestionamientos de quienes conducen la llamada Cuarta Transformación.

En esa dinámica, ha sido el propio Presidente Andrés Manuel López Obrador quien no sólo ha denostado a muchos medios a los que llama conservadores, parte de la mafia del poder o “prensa fifí”, sino que ha puesto el dedo en la llaga en temas tan sensibles, como el llamado secreto periodístico y el derecho a la información.

Refiero dos hechos recientes en los que AMLO fue protagonista: la presunta filtración de un borrador de la carta que enviaría al Rey de España, y el controvertido cuestionamiento que le hizo el periodista Jorge Ramos durante una conferencia de prensa mañanera.

En el primer caso el presidente mostró especial malestar porque un diario nacional reveló el contenido de la misiva, misma que si bien en su parte sustantiva era verídica, contenía a su juicio algunas imprecisiones.

En el fondo, el reclamo de AMLO fue por haber divulgado el mensaje antes de que él lo hiciera público y en ese tenor, pidió al medio revelar su fuente informativa, en consideración de los principios de transparencia a la que todos los actores de la vida pública están obligados.

Y se preguntó si la obligación de transparencia es nada más del gobierno o de todos, en particular de los medios. “Es interesante el tema, porque para mí los medios son organismo de interés público…tienen también que cumplir una ética, sin privilegios”, argumentó.

Dijo que revelar la fuente sería “interesantísimo”, aunque reconoció que si el medio se opone, está en su derecho.

Y por supuesto que lo está, toda vez que uno de los pilares del derecho a la información está sustentado precisamente en el secreto profesional, que representa, como bien lo enuncia el investigador Ernesto Villanueva, “una reivindicación tradicional de la profesión periodística en el mundo entero”.

Y si bien es cierto que el secreto profesional de los periodistas no se encuentra tutelado en la Constitución Política (como sí ocurre en países democráticos como Alemania, Italia y España entre muchos más), ni tampoco en la Ley de Imprenta, en nuestro caso está implícito en el derecho a la información previsto en el artículo sexto de la Carta Magna, y de ello hay abundante jurisprudencia.

Para entender mejor el tema, cabe citar al profesor español Marc Carrillo, quien asienta que el fundamento del secreto profesional reside “en el interés colectivo y la dimensión objetiva de su contenido, que facilita un ejercicio más integral del derecho a la información”.

Abunda: “El derecho a la información tiene un destinatario colectivo que es el cuerpo social; la sociedad es el titular pasivo de un derecho fundamental del que el periodista es activo calificado y agente transmisor”.

De ahí que los reclamos expuestos por conocer la fuente sean más que vanos y nada tienen que ver el tema de la transparencia. La información divulgada fue cierta y aún con ligeros sesgos, el efecto social que generó es ya irreversible.

Respecto a la ríspida entrevista con el periodista Jorge Ramos que tanta controversia causó, especialmente entre los fans del presidente López Obrador, es preciso advertir que no comparto la forma y manera inquisidora que utiliza el comunicador, aunque defiendo a ultranza su derecho a cuestionar.

El mérito de Ramos es haber abordado sin tapujos temas sensibles, como la inseguridad que aún prevalece en México y su relación con el Presidente estadounidense Donald Trump, específicamente con el tema de los migrantes.

Quiérase o no, Ramos rompió el script comodino de las conferencias mañaneras y finalmente demostró tener cifras más precisas que las que tenía el presidente.

Se reconoce que AMLO fue tolerante y trató de dar respuestas, pero más significativa fue la reacción del incidente en redes sociales: todo un linchamiento y un bulling extremo contra el periodista, con mensajes y bots subidos de tono que en nada contribuyen al ejercicio de la libertad de expresión. Aquí reside el fondo del asunto, porque la conducta de los partidarios del presidente avasalló al periodista, al que entre otras cosas llamaron “chayotero” y hasta miembro de la CIA.

Muchos de esos ataques provienen de esa denostación frecuente que se hace contra medios y comunicadores. El mismo presidente diría después que los periodistas que acuden a su conferencia de prensa en Palacio Nacional son buenos y prudentes, porque si se pasan ya saben qué sucede". ¿Y qué sucede?, pues los aniquilan en redes sociales.

¿Cómo llamarle a esta innecesaria confrontación entre el gobierno y los medios, entre la prensa y el poder?

Ya hablaremos de ello.