/ viernes 17 de julio de 2020

Las consecuencias del triunfalismo

La “actitud u opinión exageradamente halagüeña que un individuo o una sociedad tiene de sí mismos, o de aquello que se anuncia o comenta o, también como una actitud de seguridad en sí mismo y superioridad sobre los demás, fundada en la propia sobrestimación”. Es sin duda, la referencia del triunfalismo.

Ante la difícil y compleja situación que en México y el mundo enfrentamos por el covid-19 y el daño que ha causado a la economía, cualquier forma o manifestación de triunfalismo, hacia quienes viven estos estragos, representa una ofensa.

Pues los efectos de la pandemia inciden de manera directa en la actividad económica, provocando su deterioro, al tiempo que limita las expectativas de crecimiento y por supuesto la del propio desarrollo ciudadano.

Con base en los datos sobre el incremento en los contagios por la pandemia, el confinamiento, sumado a la suspensión de actividades no esenciales, el subsecretario Hugo López Gatel, ha venido señalando que ha hecho lo correcto, afirmando en diversas ocasiones que la curva se había aplanado, lo cual provocó el relajamiento; ese triunfalismo, ha sido la principal causa del crecimiento de contagios y en consecuencia que los decesos aumentaran significativamente.

Ante esta realidad, resulta lamentable que el subsecretario López Gatel, dedique gran parte de su diaria conferencia, a buscar culpables en todos, menos en su actuar; cuando México es ya el tercer país con más muertes, comparándolo incluso con los países de más de 100 millones de habitantes, esta situación debe determinar la prioridad en establecer nuevos criterios y estrategias que permitan controlar la pandemia en nuestro país.

Y ante ello diversos analistas especialistas y científicos consideran que vamos perdiendo la batalla contra el covid-19, principalmente por la soberbia de un funcionario.

Lo pregunta giraría en como explicarles a las más de 36 mil familias que han perdido a un o incluso a varios integrantes de su familia y, que parte de esos decesos con un buen manejo e información confiable y oportuna, pudieron haberse evitado, lo cual desde la responsabilidad pública del encargo que se ostenta, la interpretación es sin duda de irresponsabilidad.

Parece que no están conscientes o mantienen una actitud displicente, funcionarios, que deben ser ejemplo, con acciones mínimas como el uso del cubrebocas, para por lo menos minimizar el riesgo del virus y, no haber capacitado de manera adecuada y oportuna al personal médico y de salud, que se encuentra en la primera línea de atención y también se torna vulnerable al contagio.

Por tanto, la toma de decisiones, su ejecución y el uso indebido del poder, alimentan un concepto distorsionado de lo que debe ser la función pública; pues las decisiones que generan conflictos y problemas por la vanidad, distorsionan invariablemente el adecuado manejo de la gobernabilidad.

Los servidores públicos deben comprender que, el concepto de dignidad, no solo representa una palabra, sino que el ejercicio de la función pública se debe asumir con decoro y ética, al final de cuentas serán conceptos que, al aplicarlos, propiciarán una adecuada y sana convivencia social.

Esta situación, además de la advertencia de que probablemente entremos a una dinámica de aperturas y cierres intermitentes de la economía y, en general, de la vida social, obliga a pensar que el denominado “retorno a una nueva normalidad” provocará un estado permanente de incertidumbre.

Y como no estábamos preparados para enfrentar la pandemia, todo indica que tampoco se podrá enfrentar la nueva ola de inseguridad y crisis económica nunca antes vista.

Por tal razón es importante señalar y esperar la respuesta del Estado Mexicano, sin triunfalismos; de como reactivar la economía, recuperar los empleos perdidos y dotar de un eficiente sistema de seguridad y protección social de cobertura universal que el actual gobierno nos prometió.

Sus comentarios jrobertofl@hotmail.com

La “actitud u opinión exageradamente halagüeña que un individuo o una sociedad tiene de sí mismos, o de aquello que se anuncia o comenta o, también como una actitud de seguridad en sí mismo y superioridad sobre los demás, fundada en la propia sobrestimación”. Es sin duda, la referencia del triunfalismo.

Ante la difícil y compleja situación que en México y el mundo enfrentamos por el covid-19 y el daño que ha causado a la economía, cualquier forma o manifestación de triunfalismo, hacia quienes viven estos estragos, representa una ofensa.

Pues los efectos de la pandemia inciden de manera directa en la actividad económica, provocando su deterioro, al tiempo que limita las expectativas de crecimiento y por supuesto la del propio desarrollo ciudadano.

Con base en los datos sobre el incremento en los contagios por la pandemia, el confinamiento, sumado a la suspensión de actividades no esenciales, el subsecretario Hugo López Gatel, ha venido señalando que ha hecho lo correcto, afirmando en diversas ocasiones que la curva se había aplanado, lo cual provocó el relajamiento; ese triunfalismo, ha sido la principal causa del crecimiento de contagios y en consecuencia que los decesos aumentaran significativamente.

Ante esta realidad, resulta lamentable que el subsecretario López Gatel, dedique gran parte de su diaria conferencia, a buscar culpables en todos, menos en su actuar; cuando México es ya el tercer país con más muertes, comparándolo incluso con los países de más de 100 millones de habitantes, esta situación debe determinar la prioridad en establecer nuevos criterios y estrategias que permitan controlar la pandemia en nuestro país.

Y ante ello diversos analistas especialistas y científicos consideran que vamos perdiendo la batalla contra el covid-19, principalmente por la soberbia de un funcionario.

Lo pregunta giraría en como explicarles a las más de 36 mil familias que han perdido a un o incluso a varios integrantes de su familia y, que parte de esos decesos con un buen manejo e información confiable y oportuna, pudieron haberse evitado, lo cual desde la responsabilidad pública del encargo que se ostenta, la interpretación es sin duda de irresponsabilidad.

Parece que no están conscientes o mantienen una actitud displicente, funcionarios, que deben ser ejemplo, con acciones mínimas como el uso del cubrebocas, para por lo menos minimizar el riesgo del virus y, no haber capacitado de manera adecuada y oportuna al personal médico y de salud, que se encuentra en la primera línea de atención y también se torna vulnerable al contagio.

Por tanto, la toma de decisiones, su ejecución y el uso indebido del poder, alimentan un concepto distorsionado de lo que debe ser la función pública; pues las decisiones que generan conflictos y problemas por la vanidad, distorsionan invariablemente el adecuado manejo de la gobernabilidad.

Los servidores públicos deben comprender que, el concepto de dignidad, no solo representa una palabra, sino que el ejercicio de la función pública se debe asumir con decoro y ética, al final de cuentas serán conceptos que, al aplicarlos, propiciarán una adecuada y sana convivencia social.

Esta situación, además de la advertencia de que probablemente entremos a una dinámica de aperturas y cierres intermitentes de la economía y, en general, de la vida social, obliga a pensar que el denominado “retorno a una nueva normalidad” provocará un estado permanente de incertidumbre.

Y como no estábamos preparados para enfrentar la pandemia, todo indica que tampoco se podrá enfrentar la nueva ola de inseguridad y crisis económica nunca antes vista.

Por tal razón es importante señalar y esperar la respuesta del Estado Mexicano, sin triunfalismos; de como reactivar la economía, recuperar los empleos perdidos y dotar de un eficiente sistema de seguridad y protección social de cobertura universal que el actual gobierno nos prometió.

Sus comentarios jrobertofl@hotmail.com