/ jueves 11 de agosto de 2022

Las deudas históricas no existen

Amigo lector, ¿Qué pensarías si alguien llegará a cobrarte una deuda contraída por un bisabuelo tuyo que ni siquiera conociste? Sería absurdo verdad, pues así sucede más o menos con el concepto citado al inicio, por lo que resulta indispensable conocer algunos conceptos de la historia, no solo en su forma de relato, sino como ciencia que es sujeta a la subjetividad.

El próximo sábado se conmemoran 501 años de la caída de Tenochtitlán, situación que provocará reacciones a favor de los pueblos prehispánicos, algunas de ellas de forma sumamente idealista que han limitado el establecimiento de una identidad nacional, para lo cual analizaremos el concepto citado en el título de esta editorial.

En primer lugar hay que definir bien el concepto de deuda histórica: en primer lugar tenemos a diversos organismos y observatorios que señalan que esta consiste en la necesidad de que el estado, especialmente el mexicano, reconozca los derechos de las comunidades originarias y provea de los medios para que estas puedan progresar, respetando su autonomía, usos y costumbres, lo cual no está a discusión y estamos de acuerdo en ello. Todo gobierno debe proveer de las condiciones necesarias para el mejoramiento de la sociedad, en donde todos y cada uno de los habitantes están incluidos.

Otro concepto de deuda histórica es el referente a los países que ejercieron el colonialismo, realizando actividades de sometimiento, invasión y hasta genocidio a pueblos originarios.

Bajo esta connotación nos encontramos con errores de lógica que cualquier historiador medianamente bueno puede advertir, esto es diferente a reconocer la gran violencia que ha existido en diferentes episodios y tratar de evitar su repetición.

En primer lugar tenemos que evitar el anacronismo, es decir, hacer juicios de valor, bajo la perspectiva actual, respecto a hechos del pasado, eso es un error muy común y que crea opiniones equivocadas.

Algo también muy importante es no querer “purificar” la historia y querer borrar los episodios considerados como malos, esto debido a que precisamente de los conflictos pueden surgir cosas positivas y borrarlos nos arriesga a repetir esos capítulos considerados como nocivos y, realzo el termino “considerados”, porque prácticamente en el desarrollo de toda la historia de la humanidad no ha existido la ética como tal, o cada gobierno o régimen establece su propia ciencia de los valores.

Prácticamente en las historias de todos los países hay antecedentes de guerra, levantamientos, sometimientos, matanzas y crímenes, desde la perspectiva actual y/o antigua, pero estos son hechos son elementos inseparables en la conformación de un país, por ejemplo, es innegable que Estados Unidos tuvo un desarrollo económico inicial gracias a la esclavitud; otro ejemplo muy nacional es el referente a la religión: todo esa fe, que para muchos resulta positiva, es producto de una dominación espiritual, planeada y ejecutada con fines colonialistas.

Además de lo espiritual, tenemos elementos culturales, educativos y de infraestructura que han dejado los conquistadores, pensemos qué sería de Hong Kong, Nueva York o la propia ciudad de México si los europeos no hubiesen llegado, quizá no serían las grandes urbes que son.

Apliquemos también un principio jurídico que dice: nadie es culpable de hechos ajenos a su voluntad, más todavía, de lo sucedido antes de su nacimiento, por ejemplificar conforme a estas fechas, los españoles de hoy son entes totalmente diferentes a los de hace medio milenio, así como los habitantes de lo que hoy es México respecto a los mexicas. Es entonces que exigir que España nos pida perdón es algo absurdo, infundado desde la perspectiva filosófica, social e historiográfica, pero desgraciadamente en un país plagado de ignorancia y odio, esto resulta atractivo, por lo que estos conceptos son usados por la clase política, lo cual se queda en un mero discurso y, lo que es peor, una gran simulación, ya que con pronunciar algunas palabras, o idealizar a las culturas prehispánicas, no se da solución a los grandes problemas y a la marginación que han sufrido estos pueblos, los cuales siguen en un atraso, no solamente material, sino intelectual, debido a que se les considera algo aparte, acción que quizá trate de proteger, pero termina por excluir.

Ante el ineluctable caos que puede resultar la historia, debemos partir de una actual idea de civilidad e igualdad, para lo cual, entre otras cosas, se deben dejar atrás estos mitos que se prestan al populismo más que a la verdadera búsqueda de igualdad de oportunidades, algo que le hace falta mucho a nuestro país. Hasta la próxima.

Dudas o comentarios: @vicente_aven; vicente_leopoldo@hotmail.com; 2225647505.


Amigo lector, ¿Qué pensarías si alguien llegará a cobrarte una deuda contraída por un bisabuelo tuyo que ni siquiera conociste? Sería absurdo verdad, pues así sucede más o menos con el concepto citado al inicio, por lo que resulta indispensable conocer algunos conceptos de la historia, no solo en su forma de relato, sino como ciencia que es sujeta a la subjetividad.

El próximo sábado se conmemoran 501 años de la caída de Tenochtitlán, situación que provocará reacciones a favor de los pueblos prehispánicos, algunas de ellas de forma sumamente idealista que han limitado el establecimiento de una identidad nacional, para lo cual analizaremos el concepto citado en el título de esta editorial.

En primer lugar hay que definir bien el concepto de deuda histórica: en primer lugar tenemos a diversos organismos y observatorios que señalan que esta consiste en la necesidad de que el estado, especialmente el mexicano, reconozca los derechos de las comunidades originarias y provea de los medios para que estas puedan progresar, respetando su autonomía, usos y costumbres, lo cual no está a discusión y estamos de acuerdo en ello. Todo gobierno debe proveer de las condiciones necesarias para el mejoramiento de la sociedad, en donde todos y cada uno de los habitantes están incluidos.

Otro concepto de deuda histórica es el referente a los países que ejercieron el colonialismo, realizando actividades de sometimiento, invasión y hasta genocidio a pueblos originarios.

Bajo esta connotación nos encontramos con errores de lógica que cualquier historiador medianamente bueno puede advertir, esto es diferente a reconocer la gran violencia que ha existido en diferentes episodios y tratar de evitar su repetición.

En primer lugar tenemos que evitar el anacronismo, es decir, hacer juicios de valor, bajo la perspectiva actual, respecto a hechos del pasado, eso es un error muy común y que crea opiniones equivocadas.

Algo también muy importante es no querer “purificar” la historia y querer borrar los episodios considerados como malos, esto debido a que precisamente de los conflictos pueden surgir cosas positivas y borrarlos nos arriesga a repetir esos capítulos considerados como nocivos y, realzo el termino “considerados”, porque prácticamente en el desarrollo de toda la historia de la humanidad no ha existido la ética como tal, o cada gobierno o régimen establece su propia ciencia de los valores.

Prácticamente en las historias de todos los países hay antecedentes de guerra, levantamientos, sometimientos, matanzas y crímenes, desde la perspectiva actual y/o antigua, pero estos son hechos son elementos inseparables en la conformación de un país, por ejemplo, es innegable que Estados Unidos tuvo un desarrollo económico inicial gracias a la esclavitud; otro ejemplo muy nacional es el referente a la religión: todo esa fe, que para muchos resulta positiva, es producto de una dominación espiritual, planeada y ejecutada con fines colonialistas.

Además de lo espiritual, tenemos elementos culturales, educativos y de infraestructura que han dejado los conquistadores, pensemos qué sería de Hong Kong, Nueva York o la propia ciudad de México si los europeos no hubiesen llegado, quizá no serían las grandes urbes que son.

Apliquemos también un principio jurídico que dice: nadie es culpable de hechos ajenos a su voluntad, más todavía, de lo sucedido antes de su nacimiento, por ejemplificar conforme a estas fechas, los españoles de hoy son entes totalmente diferentes a los de hace medio milenio, así como los habitantes de lo que hoy es México respecto a los mexicas. Es entonces que exigir que España nos pida perdón es algo absurdo, infundado desde la perspectiva filosófica, social e historiográfica, pero desgraciadamente en un país plagado de ignorancia y odio, esto resulta atractivo, por lo que estos conceptos son usados por la clase política, lo cual se queda en un mero discurso y, lo que es peor, una gran simulación, ya que con pronunciar algunas palabras, o idealizar a las culturas prehispánicas, no se da solución a los grandes problemas y a la marginación que han sufrido estos pueblos, los cuales siguen en un atraso, no solamente material, sino intelectual, debido a que se les considera algo aparte, acción que quizá trate de proteger, pero termina por excluir.

Ante el ineluctable caos que puede resultar la historia, debemos partir de una actual idea de civilidad e igualdad, para lo cual, entre otras cosas, se deben dejar atrás estos mitos que se prestan al populismo más que a la verdadera búsqueda de igualdad de oportunidades, algo que le hace falta mucho a nuestro país. Hasta la próxima.

Dudas o comentarios: @vicente_aven; vicente_leopoldo@hotmail.com; 2225647505.