/ jueves 1 de noviembre de 2018

Lealtad y compañerismo: la base del PRI

“La razón y el valor siempre se impondrán a la traición y a la ingratitud.”

— Platón


El concepto lealtad proviene del latín “legalis” y significa “respeto a la ley”. También lo definen como el “cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor”.

Se conoce como lealtad al carácter de una persona que expresa un sentimiento de respeto y de fidelidad hacia otro ser humano, hacia un compromiso; una persona que posee un sentido de comunidad, que profesa principios morales. En otras palabras, el término “leal” es un adjetivo usado para identificar a un individuo fiel con base en sus acciones o comportamiento.

La lealtad es una virtud que se desarrolla en la conciencia, en el compromiso de defender y de ser fieles a lo que creemos y en quien creemos, aún frente a circunstancias cambiantes o adversas.

Esta virtud es uno de los ingredientes básicos de la política. Es un lazo que une y que suele ser, en muchas ocasiones, la cualidad más admirada entre los gobernantes y entre los partidos. Es una cualidad central que determina futuros, tanto en lo interno como en lo externo.

Esta cualidad es particularmente necesaria en los gobiernos y en los partidos de nuestro país, ya que, recientemente, hemos sido testigos de una serie de noticias políticas, sobre todo electorales, donde la palabra “lealtad” ha sido utilizada asidua e indistintamente por quienes la reclaman o por quienes pretenden hacer gala de la misma, sin muchas veces comprender que la dimensión de este valor, de esta cualidad solo es exigible –o atribuible– en la medida en que se cumplan los requisitos que le dan su verdadero y único sentido.

La lealtad es, en esencia, una característica que debe exhibir, sin lugar a dudas, el líder en la conducción de una organización, de un partido, de un gobierno, de un país; pues no hay otra manera sana, consecuente y persistente de fidelizar a quienes han decidido ser parte de un proyecto, de un partido, de una nación.

Tal vez, una característica de muchos que pretenden ser reconocidos como líderes es que entienden la lealtad en un solo sentido: de abajo hacia arriba. Cultivar este valor –de manera horizontal– es sinónimo de consecuencia, sacrificio, integridad y deber ser, entre otras cualidades, exigibles.

La lealtad es una actitud permanente de dimensión transversal en todas las actividades y circunstancias de nuestra propia existencia, y es la que establece lazos fuertes e indisolubles a través del tiempo, necesarios para impulsar cualquier proyecto trascendente.

Hoy, los leales parecen no tener espacio en la política, puede significar para muchos un contrasentido; ya no importan las ideas, sino sólo destruir al contrario. Ejemplos de deslealtades en la política hay miles, el más frecuente consiste en cambiar de agrupación política, como quien cambia de traje, solo por intereses personales. La infidencia también es otro grave ejemplo de deslealtad que se puede cometer en la política; presentar planes de gobierno y hacer ofrecimientos de campaña que luego no se cumplen son actos de deslealtad hacia los ciudadanos y electores.

La lealtad no es solo una palabra que sirve para adornar los discursos políticos o para expresar nuestras buenas intenciones. Es una virtud que debe cultivarse y demostrarse con hechos. Va en todos sentidos: de los seguidores hacia sus líderes y, sobre todo, de los líderes hacia sus seguidores, de candidatos a electores, de gobernantes a gobernados.

Aunque en la política la lealtad es un discurso sin convicción, esta sigue siendo un valor que nadie puede arrancarle al ser humano.

Es momento de demostrar que en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) la lealtad es un valor básico, intrínseco, que forma parte de nuestra identidad. Sabemos que la vida política siempre pone a prueba este valor, al igual que al compañerismo, pero son las únicas cualidades que hacen que se establezcan, entre los militantes, lazos sólidos que brindan garantía de sostenibilidad a nuestro proyecto.

“La razón y el valor siempre se impondrán a la traición y a la ingratitud.”

— Platón


El concepto lealtad proviene del latín “legalis” y significa “respeto a la ley”. También lo definen como el “cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor”.

Se conoce como lealtad al carácter de una persona que expresa un sentimiento de respeto y de fidelidad hacia otro ser humano, hacia un compromiso; una persona que posee un sentido de comunidad, que profesa principios morales. En otras palabras, el término “leal” es un adjetivo usado para identificar a un individuo fiel con base en sus acciones o comportamiento.

La lealtad es una virtud que se desarrolla en la conciencia, en el compromiso de defender y de ser fieles a lo que creemos y en quien creemos, aún frente a circunstancias cambiantes o adversas.

Esta virtud es uno de los ingredientes básicos de la política. Es un lazo que une y que suele ser, en muchas ocasiones, la cualidad más admirada entre los gobernantes y entre los partidos. Es una cualidad central que determina futuros, tanto en lo interno como en lo externo.

Esta cualidad es particularmente necesaria en los gobiernos y en los partidos de nuestro país, ya que, recientemente, hemos sido testigos de una serie de noticias políticas, sobre todo electorales, donde la palabra “lealtad” ha sido utilizada asidua e indistintamente por quienes la reclaman o por quienes pretenden hacer gala de la misma, sin muchas veces comprender que la dimensión de este valor, de esta cualidad solo es exigible –o atribuible– en la medida en que se cumplan los requisitos que le dan su verdadero y único sentido.

La lealtad es, en esencia, una característica que debe exhibir, sin lugar a dudas, el líder en la conducción de una organización, de un partido, de un gobierno, de un país; pues no hay otra manera sana, consecuente y persistente de fidelizar a quienes han decidido ser parte de un proyecto, de un partido, de una nación.

Tal vez, una característica de muchos que pretenden ser reconocidos como líderes es que entienden la lealtad en un solo sentido: de abajo hacia arriba. Cultivar este valor –de manera horizontal– es sinónimo de consecuencia, sacrificio, integridad y deber ser, entre otras cualidades, exigibles.

La lealtad es una actitud permanente de dimensión transversal en todas las actividades y circunstancias de nuestra propia existencia, y es la que establece lazos fuertes e indisolubles a través del tiempo, necesarios para impulsar cualquier proyecto trascendente.

Hoy, los leales parecen no tener espacio en la política, puede significar para muchos un contrasentido; ya no importan las ideas, sino sólo destruir al contrario. Ejemplos de deslealtades en la política hay miles, el más frecuente consiste en cambiar de agrupación política, como quien cambia de traje, solo por intereses personales. La infidencia también es otro grave ejemplo de deslealtad que se puede cometer en la política; presentar planes de gobierno y hacer ofrecimientos de campaña que luego no se cumplen son actos de deslealtad hacia los ciudadanos y electores.

La lealtad no es solo una palabra que sirve para adornar los discursos políticos o para expresar nuestras buenas intenciones. Es una virtud que debe cultivarse y demostrarse con hechos. Va en todos sentidos: de los seguidores hacia sus líderes y, sobre todo, de los líderes hacia sus seguidores, de candidatos a electores, de gobernantes a gobernados.

Aunque en la política la lealtad es un discurso sin convicción, esta sigue siendo un valor que nadie puede arrancarle al ser humano.

Es momento de demostrar que en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) la lealtad es un valor básico, intrínseco, que forma parte de nuestra identidad. Sabemos que la vida política siempre pone a prueba este valor, al igual que al compañerismo, pero son las únicas cualidades que hacen que se establezcan, entre los militantes, lazos sólidos que brindan garantía de sostenibilidad a nuestro proyecto.