/ domingo 2 de mayo de 2021

Lo que la Ley Olimpia no resuelve

Los delitos por violencia sexual, a pesar de los cambios y avances en el tiempo, siguen siendo un tema que requiere especial tratamiento, tanto por la afectación directa a las víctimas, a familias completas y a la sociedad en general. Lo que pulula en las redes es diverso y casi ad infinitum, pero notas rojas (crímenes) y escándalos que involucren niños, ancianos o grupos vulnerables, se hace viral casi de inmediato porque existe una inclinación humana, me atrevo a decir, “natural al morbo. Esto se pretende acotar con la recién aprobada Ley Olimpia ¿lo logrará?

Después de que Olimpia fundara en 2014 un Frente Nacional para la Sororidad desde donde elaboró la ley, en diciembre de 2018 se aprobaba en Puebla la Ley con pena de 6 años de cárcel; en diciembre de 2019, después de 5 años de la denuncia de la víctima de ciberacoso, la llamada Ley Olimpia se aprobó en 14 estados, entre ellos CdMx que determinó una pena muy alta de 12 años de cárcel al infractor, después del 29 de abril pasado sólo falta que en los congresos locales de Morelos, Nayarit y Tabasco la aprueben.

Es una amarga pena que haya sucedido en Huahuchinango, Puebla, la agresión que afectó a Olimpia. Un sujeto que divulgó el contenido de un video con contenido sexual que ella misma grabó, pero sin su consentimiento. En contraste, es loable el valor de la misma chica y su capacidad para organizarse y empujar una iniciativa que cambió de una vez lo que parecía muy lejano: sancionar la violencia digital, la difusión de contenido sexual y el hostigamiento en internet y redes sociales.

Es un paso gigantesco para el resguardo del catálogo de libertades individuales, también es muestra del poder de la sociedad civil y la sororidad (solidaridad entre mujeres en torno a su empoderamiento, según la definición del diccionario de la Lengua española). Sin embargo, hay un pendiente, tiene que ver con la madurez y la responsabilidad.

Hace unos meses, un joven alumno me preguntó lo que opinaba de la legalización de la mariguana en México. Le respondí que estaba a favor, sólo que me preocupaba por los jóvenes que caen en los excesos cuando no tienen conciencia de las consecuencias de sus actos. Encuentro el mismo fundamento para referirme a lo que ocasiona hechos tan deplorables como los que redundan en la sexualidad, un tema que atañe a la privacidad.

La pornografía es un fenómeno que ha persistido no sé desde cuándo, pero es claro que es una exhibición de actos privados ¿hay personas que gustan de mirar o de exhibirse? Si, sin duda, pero ¿cómo parar una avalancha de delitos que se originan con ello? El ámbito privado puede confundir a quien no lo tiene claro, porque con la afirmación tajante de “yo puedo hacer con mi cuerpo lo que quiera” pareciera que el otro, los otros, pensarían igual “yo puedo hacer con tu cuerpo lo que quiera”.

Es entonces cuestión de madurez y respeto, primero a mi y mi cuerpo, para hacerlo extensivo a los otros. Pero en la vorágine que nos da la web, lo que pesa es el morbo, no hay razonamiento posible, somos vulnerables ante los que no tendrán ese respeto, esa ética. Así que, con seguridad vamos a seguir viviendo acotaciones legales a la libertad mal entendida, porque la malentendemos de origen. Si el pederasta gusta de niños, si el voyerista gusta de mirar la intimidad de otros, si el pornógrafo gusta de consumir productos eróticos, o quien gusta de tener sexo con sexoservidores ¿“muy su gusto”? Es lo que, considero, no resolverá la Ley Olimpia. Hay que tener claro que son pasiones que no tienen límite una vez se desatan, por eso el “consentimiento” no hará la diferencia, sólo hay una tenue línea que de llegar a un juez deberá ser sustentada con ética, entonces esa es la clave. Al tiempo.

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com

Los delitos por violencia sexual, a pesar de los cambios y avances en el tiempo, siguen siendo un tema que requiere especial tratamiento, tanto por la afectación directa a las víctimas, a familias completas y a la sociedad en general. Lo que pulula en las redes es diverso y casi ad infinitum, pero notas rojas (crímenes) y escándalos que involucren niños, ancianos o grupos vulnerables, se hace viral casi de inmediato porque existe una inclinación humana, me atrevo a decir, “natural al morbo. Esto se pretende acotar con la recién aprobada Ley Olimpia ¿lo logrará?

Después de que Olimpia fundara en 2014 un Frente Nacional para la Sororidad desde donde elaboró la ley, en diciembre de 2018 se aprobaba en Puebla la Ley con pena de 6 años de cárcel; en diciembre de 2019, después de 5 años de la denuncia de la víctima de ciberacoso, la llamada Ley Olimpia se aprobó en 14 estados, entre ellos CdMx que determinó una pena muy alta de 12 años de cárcel al infractor, después del 29 de abril pasado sólo falta que en los congresos locales de Morelos, Nayarit y Tabasco la aprueben.

Es una amarga pena que haya sucedido en Huahuchinango, Puebla, la agresión que afectó a Olimpia. Un sujeto que divulgó el contenido de un video con contenido sexual que ella misma grabó, pero sin su consentimiento. En contraste, es loable el valor de la misma chica y su capacidad para organizarse y empujar una iniciativa que cambió de una vez lo que parecía muy lejano: sancionar la violencia digital, la difusión de contenido sexual y el hostigamiento en internet y redes sociales.

Es un paso gigantesco para el resguardo del catálogo de libertades individuales, también es muestra del poder de la sociedad civil y la sororidad (solidaridad entre mujeres en torno a su empoderamiento, según la definición del diccionario de la Lengua española). Sin embargo, hay un pendiente, tiene que ver con la madurez y la responsabilidad.

Hace unos meses, un joven alumno me preguntó lo que opinaba de la legalización de la mariguana en México. Le respondí que estaba a favor, sólo que me preocupaba por los jóvenes que caen en los excesos cuando no tienen conciencia de las consecuencias de sus actos. Encuentro el mismo fundamento para referirme a lo que ocasiona hechos tan deplorables como los que redundan en la sexualidad, un tema que atañe a la privacidad.

La pornografía es un fenómeno que ha persistido no sé desde cuándo, pero es claro que es una exhibición de actos privados ¿hay personas que gustan de mirar o de exhibirse? Si, sin duda, pero ¿cómo parar una avalancha de delitos que se originan con ello? El ámbito privado puede confundir a quien no lo tiene claro, porque con la afirmación tajante de “yo puedo hacer con mi cuerpo lo que quiera” pareciera que el otro, los otros, pensarían igual “yo puedo hacer con tu cuerpo lo que quiera”.

Es entonces cuestión de madurez y respeto, primero a mi y mi cuerpo, para hacerlo extensivo a los otros. Pero en la vorágine que nos da la web, lo que pesa es el morbo, no hay razonamiento posible, somos vulnerables ante los que no tendrán ese respeto, esa ética. Así que, con seguridad vamos a seguir viviendo acotaciones legales a la libertad mal entendida, porque la malentendemos de origen. Si el pederasta gusta de niños, si el voyerista gusta de mirar la intimidad de otros, si el pornógrafo gusta de consumir productos eróticos, o quien gusta de tener sexo con sexoservidores ¿“muy su gusto”? Es lo que, considero, no resolverá la Ley Olimpia. Hay que tener claro que son pasiones que no tienen límite una vez se desatan, por eso el “consentimiento” no hará la diferencia, sólo hay una tenue línea que de llegar a un juez deberá ser sustentada con ética, entonces esa es la clave. Al tiempo.

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com