/ sábado 20 de julio de 2019

Los beneficios cotidianos originados por la carrera espacial

El día de hoy se cumplen cincuenta años de aquel alunizaje que hizo el Apolo 11; fue un hecho histórico que creo un parteaguas en cuanto a tecnología y la visión del espacio. Habían quedado atrás siglos de sueños, mitos y anhelos respecto a la luna, para ahora poder conocer de manera directa a ese satélite natural.

En primer lugar, recordemos la disputa en la que se encontraba el mundo hace tres décadas. Había dos bandos, ambos ganadores de la Segunda Guerra Mundial, quienes se disputaban la supremacía en distintos campos: militar, tecnológico, cultural, social, económico y hasta filosófico. En ese contexto surgió la carrera espacial, la lucha por mandar naves y personas al espacio exterior, así como solo se lo habían podido imaginar los soñadores o escritores, tal es el caso de Julio Verne.

Es cierto que toda lucha tiene bajas, eso se vio plenamente con todos los conflictos bélicos en los que uno y otro lado participaron: Corea, Vietnam, Angola y Afganistán fueron los campos de batalla en los que los disputantes de la Guerra Fría quisieron imponer sus condiciones. Ahora bien, también hay que decir que durante las luchas armadas la tecnología ha visto su mejores momentos de desarrollo, gracias al esfuerzo de las naciones beligerantes se han llegado a crear objetos que sirven en la lucha y después en la vida cotidiana.

La disputa por ver quien alcanzaba las estrellas tuvo varios episodios, el primero de ellos fue el Sputnik, el primer satélite artificial lanzado por la URSS, así como el envío de la perra Laika, hechos que dieron los primeros puntos al bando soviético y crearon una preocupación en occidente, ya que no solo era cuestión de ver quién podía hacer mejores naves, sino la aplicación de estas y la tecnología implícita para fines militares.

Los Estados Unidos tuvieron una ventaja, se apropiaron del capital humano y los conocimientos técnicos de los alemanes. Recordemos los cohetes V1 y V2 que fueron enviados a Inglaterra por los nazis y al director de ese proyecto Wernher von Braun, un científico que indudablemente pudo ser considerado un criminal de guerra, sin embargo, le fue perdonado todo a cambio de su colaboración con los norteamericanos, gracias a él y a su equipo, se dieron bases firmes para la creación de los cohetes modernos y la posibilidad de realizar ese alunizaje que emocionó, al menos a todo el mundo occidental, hace cincuenta años.

El horno de microondas, la comida deshidratada, las celdas solares, el teléfono celular y otras tantas cosas son producto de la carrera espacial, todos ellos objetos que son de un uso cotidiano y nos ayudan a tener mejores condiciones de vida, lo cual es totalmente plausible.

Ahora bien, en cuanto a la colonización del espacio aún faltan siglos para que eso sea posible, ya que un ser humano evolucionó con base en las condiciones de nuestro mundo, es por ello que pensar en vivir en otros planetas es algo tan equivocado como asumir que podemos respirar bajo del agua, por hacer una comparación simple.

En cuanto a buscar respuestas en los astros o en los extraterrestres (en el remotísimo caso de que existan) a los problemas humanos, nos encontramos con un error lógico notable. La condición humana y la antropología es clara en cuanto a que los conflictos que poseemos solo pueden ser arreglados por nosotros mismos, porque solo nosotros comprendemos eso. Ni un marciano, ni creo que ningún dios pueden solucionar los grandes pendientes de la humanidad, sin embargo, para muchos es cómodo pensar que las soluciones vienen de afuera, cuando en realidad surgen de uno mismo, aunque alguien puede pensar que provienen del exterior.

En fin, vale la pena recordar el día en que Niel Amstrong pisó la luna, no solo, como él dijo, por ser un pequeño paso para un hombre, sino un gran salto para la humanidad. Hasta la próxima.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.

El día de hoy se cumplen cincuenta años de aquel alunizaje que hizo el Apolo 11; fue un hecho histórico que creo un parteaguas en cuanto a tecnología y la visión del espacio. Habían quedado atrás siglos de sueños, mitos y anhelos respecto a la luna, para ahora poder conocer de manera directa a ese satélite natural.

En primer lugar, recordemos la disputa en la que se encontraba el mundo hace tres décadas. Había dos bandos, ambos ganadores de la Segunda Guerra Mundial, quienes se disputaban la supremacía en distintos campos: militar, tecnológico, cultural, social, económico y hasta filosófico. En ese contexto surgió la carrera espacial, la lucha por mandar naves y personas al espacio exterior, así como solo se lo habían podido imaginar los soñadores o escritores, tal es el caso de Julio Verne.

Es cierto que toda lucha tiene bajas, eso se vio plenamente con todos los conflictos bélicos en los que uno y otro lado participaron: Corea, Vietnam, Angola y Afganistán fueron los campos de batalla en los que los disputantes de la Guerra Fría quisieron imponer sus condiciones. Ahora bien, también hay que decir que durante las luchas armadas la tecnología ha visto su mejores momentos de desarrollo, gracias al esfuerzo de las naciones beligerantes se han llegado a crear objetos que sirven en la lucha y después en la vida cotidiana.

La disputa por ver quien alcanzaba las estrellas tuvo varios episodios, el primero de ellos fue el Sputnik, el primer satélite artificial lanzado por la URSS, así como el envío de la perra Laika, hechos que dieron los primeros puntos al bando soviético y crearon una preocupación en occidente, ya que no solo era cuestión de ver quién podía hacer mejores naves, sino la aplicación de estas y la tecnología implícita para fines militares.

Los Estados Unidos tuvieron una ventaja, se apropiaron del capital humano y los conocimientos técnicos de los alemanes. Recordemos los cohetes V1 y V2 que fueron enviados a Inglaterra por los nazis y al director de ese proyecto Wernher von Braun, un científico que indudablemente pudo ser considerado un criminal de guerra, sin embargo, le fue perdonado todo a cambio de su colaboración con los norteamericanos, gracias a él y a su equipo, se dieron bases firmes para la creación de los cohetes modernos y la posibilidad de realizar ese alunizaje que emocionó, al menos a todo el mundo occidental, hace cincuenta años.

El horno de microondas, la comida deshidratada, las celdas solares, el teléfono celular y otras tantas cosas son producto de la carrera espacial, todos ellos objetos que son de un uso cotidiano y nos ayudan a tener mejores condiciones de vida, lo cual es totalmente plausible.

Ahora bien, en cuanto a la colonización del espacio aún faltan siglos para que eso sea posible, ya que un ser humano evolucionó con base en las condiciones de nuestro mundo, es por ello que pensar en vivir en otros planetas es algo tan equivocado como asumir que podemos respirar bajo del agua, por hacer una comparación simple.

En cuanto a buscar respuestas en los astros o en los extraterrestres (en el remotísimo caso de que existan) a los problemas humanos, nos encontramos con un error lógico notable. La condición humana y la antropología es clara en cuanto a que los conflictos que poseemos solo pueden ser arreglados por nosotros mismos, porque solo nosotros comprendemos eso. Ni un marciano, ni creo que ningún dios pueden solucionar los grandes pendientes de la humanidad, sin embargo, para muchos es cómodo pensar que las soluciones vienen de afuera, cuando en realidad surgen de uno mismo, aunque alguien puede pensar que provienen del exterior.

En fin, vale la pena recordar el día en que Niel Amstrong pisó la luna, no solo, como él dijo, por ser un pequeño paso para un hombre, sino un gran salto para la humanidad. Hasta la próxima.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.