/ domingo 10 de noviembre de 2019

Los bramidos de la Galerna  

La galerna es ráfaga súbita y borrascosa de viento frío. Es un temporal repentino y muy violento, una carga de fuertes golpes de viento provenientes del oeste y con dirección al noroeste que azotan el mar Cantábrico.

Como se infiere, es una perturbación severa del clima de la costa que aparece en los días limpios de horizonte y apacibles de talante: el cielo se oscurece y se enfría la vida; baja la presión atmosférica sube la humedad, el mar se torna proceloso y llueve fuerte e intermitentemente.

La galerna es impredecible y devastadora.

José María de Pereda, en “Sotileza”, describe la galerna del Sábado de Gloria:

“A Andrés le parecían siglos los minutos que llevaba corridos en aquel trance espantoso, tan nuevo para él; y comenzaba a aturdirse y a desorientarse entre el estruendo que le ensordecía; la blancura y movilidad de las aguas, que le deslumbraban; la furia del viento que azotaba su rostro con manojos de espesa lluvia; los saltos vertiginosos de la lancha, y la visión de su sepultura entre los pliegues de aquel abismo sin límites.

Sus ropas estaban empapadas en el agua de la lluvia y la muy amarga que descendía sobre él después de haber sido lanzada al espacio, como densa humareda, por el choque de las olas; flotaban en el aire sus cabellos goteando, y comenzaba a tiritar de frío.

Ni intentaba siquiera desplegar sus labios con una sola pregunta. ¿Para qué esta inútil tentativa? ¿No lo llenaban todo, no respondían a todo cuanto pudiera preguntar allí la voz humana, los bramidos de la galerna?”


El del 25 de abril de 1890, un Galernazo causó la muerte de 55 pescadores del cabildo de Santander. Para conmemorar la tragedia, Pedro Gutiérrez compuso estos versos.

En San Pedro del Mar

Súbito estalla el fiero galernazo,

las antes quietas aguas se embravecen,

y el mar y el viento y las tinieblas crecen,

y mengua el día, el corazón y el brazo.

Rota su lancha, del postrer pedazo

los náufragos en vano se guarecen,

cuando ya salvos de morir perecen,

sórbelos uno y otro maretazo.

Quédales Dios no más: su fe le implora;

y haciendo sacro altar de Peña Calva,

un sacerdote, al funeral testigo

las manos tiende al mar, y dice y llora:

del Dios en nombre, que perdona y salva,

¡Mártires del trabajo, yo os bendigo!


Y también leamos estas “Coplas de la galerna” de Amos de Escalante:

Detenga su curso el sol – y la luna su carrera,

estremézcanse los montes – tiemblen sin cesar las sierras.

Que el año setenta y ocho- Sábado Santo encomienza

a referir los estragos – de toda la costa entera.

En los puertos referidos- señores, voy a empezar

a contar grandes estragos – que a todos harán temblar.

En puerto de Santander – cincuenta y dos marineros

peleaban con las olas – sepulturas de sus cuerpos.

En Colindres, los veintiocho – que salieron a pescar

Se quedaron sepultados – entre las olas del mar.

En Laredo, treinta y seis – quedaron entre las olas

memoria les ha quedado – del Sábado Santo de Gloria.

En Algorta, padre e hijo – que salieron a la mar,

quedaron entre las olas - ¡ Qué desgracia tan fatal ¡

En Bermeo, ochenta y cinco, – cuarenta y nueve, Echanove,

en Mundaca, quince, perdieron – las vidas allí los pobres.


*

Todo lo anterior viene a cuento porque leyendo “Cela: un cadáver exquisito” de Francisco Umbral, en la página 87 encontré esta perla:


El poeta José García Nieto y yo nos veíamos a diario. Pepe ya empezaba con sus mareíllos, “esto es una pijada, Paco, no te preocupes”, hasta que le dio el “Galernazo” y se quedó tonto, bueno y vacío, inexistente y vivo, muy planchadito. El día del aletazo tenía 22 de tensión y se había bebido una botella entera de vino”.


Efectivamente, el Galernazo es un accidente cerebro-vascular. La relación analógica que establece entre la atmósfera cerebral de su amigo y el día cántabro es de una dolorosa y fulminante belleza poética. José García Nieto murió en el 2001 y hoy quiero recordar aquí este poema, de cuando su mar cerúleo era limpio y luminoso.


Para las altas cumbres, alta vida.

Alta de amor. Voz alta. Alto sendero

-sierpe de fe y de luz-. Albor primero

para las altas nubes de tu huida.

Alta de brisas altas. Confundida

con el latir más alto. Alto crucero

por altas costas. Alto mastelero

para altas velas, altas de partida.

Alta de ti, ya fiebre de mis pulsos,

ofreces en tus brazos la balanza

que iguale en el cenit nuestros impulsos.

Y al alcanzar tu imagen su infinito

hay un temor a que se clave en lanza

y una ambición de que culmine en grito.


Amigo lector, realiza ahora las ecuaciones debidas.

La galerna es ráfaga súbita y borrascosa de viento frío. Es un temporal repentino y muy violento, una carga de fuertes golpes de viento provenientes del oeste y con dirección al noroeste que azotan el mar Cantábrico.

Como se infiere, es una perturbación severa del clima de la costa que aparece en los días limpios de horizonte y apacibles de talante: el cielo se oscurece y se enfría la vida; baja la presión atmosférica sube la humedad, el mar se torna proceloso y llueve fuerte e intermitentemente.

La galerna es impredecible y devastadora.

José María de Pereda, en “Sotileza”, describe la galerna del Sábado de Gloria:

“A Andrés le parecían siglos los minutos que llevaba corridos en aquel trance espantoso, tan nuevo para él; y comenzaba a aturdirse y a desorientarse entre el estruendo que le ensordecía; la blancura y movilidad de las aguas, que le deslumbraban; la furia del viento que azotaba su rostro con manojos de espesa lluvia; los saltos vertiginosos de la lancha, y la visión de su sepultura entre los pliegues de aquel abismo sin límites.

Sus ropas estaban empapadas en el agua de la lluvia y la muy amarga que descendía sobre él después de haber sido lanzada al espacio, como densa humareda, por el choque de las olas; flotaban en el aire sus cabellos goteando, y comenzaba a tiritar de frío.

Ni intentaba siquiera desplegar sus labios con una sola pregunta. ¿Para qué esta inútil tentativa? ¿No lo llenaban todo, no respondían a todo cuanto pudiera preguntar allí la voz humana, los bramidos de la galerna?”


El del 25 de abril de 1890, un Galernazo causó la muerte de 55 pescadores del cabildo de Santander. Para conmemorar la tragedia, Pedro Gutiérrez compuso estos versos.

En San Pedro del Mar

Súbito estalla el fiero galernazo,

las antes quietas aguas se embravecen,

y el mar y el viento y las tinieblas crecen,

y mengua el día, el corazón y el brazo.

Rota su lancha, del postrer pedazo

los náufragos en vano se guarecen,

cuando ya salvos de morir perecen,

sórbelos uno y otro maretazo.

Quédales Dios no más: su fe le implora;

y haciendo sacro altar de Peña Calva,

un sacerdote, al funeral testigo

las manos tiende al mar, y dice y llora:

del Dios en nombre, que perdona y salva,

¡Mártires del trabajo, yo os bendigo!


Y también leamos estas “Coplas de la galerna” de Amos de Escalante:

Detenga su curso el sol – y la luna su carrera,

estremézcanse los montes – tiemblen sin cesar las sierras.

Que el año setenta y ocho- Sábado Santo encomienza

a referir los estragos – de toda la costa entera.

En los puertos referidos- señores, voy a empezar

a contar grandes estragos – que a todos harán temblar.

En puerto de Santander – cincuenta y dos marineros

peleaban con las olas – sepulturas de sus cuerpos.

En Colindres, los veintiocho – que salieron a pescar

Se quedaron sepultados – entre las olas del mar.

En Laredo, treinta y seis – quedaron entre las olas

memoria les ha quedado – del Sábado Santo de Gloria.

En Algorta, padre e hijo – que salieron a la mar,

quedaron entre las olas - ¡ Qué desgracia tan fatal ¡

En Bermeo, ochenta y cinco, – cuarenta y nueve, Echanove,

en Mundaca, quince, perdieron – las vidas allí los pobres.


*

Todo lo anterior viene a cuento porque leyendo “Cela: un cadáver exquisito” de Francisco Umbral, en la página 87 encontré esta perla:


El poeta José García Nieto y yo nos veíamos a diario. Pepe ya empezaba con sus mareíllos, “esto es una pijada, Paco, no te preocupes”, hasta que le dio el “Galernazo” y se quedó tonto, bueno y vacío, inexistente y vivo, muy planchadito. El día del aletazo tenía 22 de tensión y se había bebido una botella entera de vino”.


Efectivamente, el Galernazo es un accidente cerebro-vascular. La relación analógica que establece entre la atmósfera cerebral de su amigo y el día cántabro es de una dolorosa y fulminante belleza poética. José García Nieto murió en el 2001 y hoy quiero recordar aquí este poema, de cuando su mar cerúleo era limpio y luminoso.


Para las altas cumbres, alta vida.

Alta de amor. Voz alta. Alto sendero

-sierpe de fe y de luz-. Albor primero

para las altas nubes de tu huida.

Alta de brisas altas. Confundida

con el latir más alto. Alto crucero

por altas costas. Alto mastelero

para altas velas, altas de partida.

Alta de ti, ya fiebre de mis pulsos,

ofreces en tus brazos la balanza

que iguale en el cenit nuestros impulsos.

Y al alcanzar tu imagen su infinito

hay un temor a que se clave en lanza

y una ambición de que culmine en grito.


Amigo lector, realiza ahora las ecuaciones debidas.