/ lunes 7 de diciembre de 2020

Los cambios sustanciales de la IV-Transformación

Uno de los aciertos de la política económica del presidente Andrés Manuel López Obrador de no recurrir al endeudamiento público para realizar el demandado rescate fiscal de las empresas del país, (medida agriamente criticada por el sector privado) es que saldrá de la crisis sanitaria y económica con finanzas menos vulnerables, respecto a otras naciones que enfrentarán conflictos (pospandemia) de sobreendeudamiento, de aflicciones fiscales, de insolvencia para cubrir el pago del servicio de sus deudas.

Tener finanzas públicas saneadas le permitirá hacer frente a los inmisericordes embates de las calificadoras internacionales, que no podrán quitarle el grado de inversión al gobierno mexicano, lo que hubiera sido un estorboso agregado a la gigantesca conflictiva que le plantea para el 2021 soportar la enorme infraestructura médico, hospitalaria, continuar haciendo frente a la creciente, prolongada, aflictiva pandemia del coronavirus, que ya cobró más de 106 mil víctimas, rebasa por mucho el millón de infectados; también ha salvado a decenas de miles de mexicanos.

Finanzas publicas menos apuradas dan mayor confianza a los inversionistas privados, al gobierno federal mayor claridad para enfrentar la gran crisis recesiva que tardará al menos tres años en alcanzar los niveles de crecimiento que tenía en 2019.

Desafortunadamente no sucederá lo mismo con el monstruoso desempleo que llevará entre 7 y 8 años en superarse, llegar a los niveles de 2019. Así ha sucedido en crisis anteriores, de acuerdo a estudios del Fondo Monetario Internacional (FMI).

En realidad el desempleo nunca volverá a recuperarse. Seguirá multiplicándose como plaga, agregándose a la economía informal, pues en 7 u 8 años lucharán por sumarse a la población económicamente activa 7 u 8 millones de jóvenes (a razón de un millón por año) de acuerdo a las cifras oficiales que se manejaban desde las campañas electorales de hace 20 años.

López Obrador instauró un parteaguas respecto a los presidentes neoliberales, que endeudaron al pueblo de México, pese a los enormes ingresos petroleros que tuvieron, para alentar el crecimiento económico y subsidiar a los sectores empresariales nacionales y extranjeros que no pudieron hacer crecer la economía a tasas mayores al 2% en promedio las últimas tres décadas y media. Su gobierno ha preferido apoyar con recursos económicos en efectivo a la gran base social, para alentar el consumo popular, atacar los riesgos de hambruna y pobreza.

Así será al menos durante su sexenio. Una medida que el sector privado le ha reprochado permanentemente. Es otro distintivo de la IV-Transformación, que le ha permitido apartarse del modelo neoliberal, salirse de las reglas que marcaron los mercados los últimos 35 años en el manejo del presupuesto y la aplicación de las finanzas públicas. Siempre con la cantinela de hacer crecer la economía, a costa del creciente empobrecimiento de las grandes mayorías.

El legado económico que López Obrador quiere dejar como huella imborrable el rescate financiero y productivo de Pemex y Comisión Federal de Electricidad, las únicas empresas paraestatales que el neoliberalismo no pudo terminar de privatizar por el enraizado, profundo sentimiento nacionalista y popular que las ampara. Ya le puso tope y límites constitucionales a su proceso de privatización. Los empresarios nacionales y extranjeros ya tenían contra la pared, a su servicio y beneficio a CFE.

El tabasqueño alentará la generación de energías limpias y renovables para que CFE compita con las empresas privadas que producen energía eólica y solar. Las estaciones hidroeléctricas del Sureste del país serán sometidas a un proceso de modernización tecnológica.

Los presidentes neoliberales le dejaron a Pemex una deuda casi impagable de 108 mil millones de dólares y la aplicación de una política impositiva que le arrebataba la totalidad de sus ganancias y gran parte de sus ingresos. La política fiscal hacia Pemex lo libera ya de esas cargas asfixiantes, aunque a estas alturas es insuficiente ante el enorme peso de los intereses de su deuda externa.

El presidente ha implementado un plan de rescate financiero de la petrolera. El sector privado, las calificadoras internacionales y los grandes intereses externos han desatado una gran campaña en contra de ésta política desprivatizadora y nacionalista.

El legado económico de la IV-Transformación se completa con la construcción de la refinería de Dos Bocas, otro proyecto duramente criticado por el sector privado, que obedece a intereses de las refinerías estadounidenses y los importadores de gasolinas mexicanos que perderán un jugosísimo negocio de más de 20 mil millones de dólares anuales.

Uno de los aciertos de la política económica del presidente Andrés Manuel López Obrador de no recurrir al endeudamiento público para realizar el demandado rescate fiscal de las empresas del país, (medida agriamente criticada por el sector privado) es que saldrá de la crisis sanitaria y económica con finanzas menos vulnerables, respecto a otras naciones que enfrentarán conflictos (pospandemia) de sobreendeudamiento, de aflicciones fiscales, de insolvencia para cubrir el pago del servicio de sus deudas.

Tener finanzas públicas saneadas le permitirá hacer frente a los inmisericordes embates de las calificadoras internacionales, que no podrán quitarle el grado de inversión al gobierno mexicano, lo que hubiera sido un estorboso agregado a la gigantesca conflictiva que le plantea para el 2021 soportar la enorme infraestructura médico, hospitalaria, continuar haciendo frente a la creciente, prolongada, aflictiva pandemia del coronavirus, que ya cobró más de 106 mil víctimas, rebasa por mucho el millón de infectados; también ha salvado a decenas de miles de mexicanos.

Finanzas publicas menos apuradas dan mayor confianza a los inversionistas privados, al gobierno federal mayor claridad para enfrentar la gran crisis recesiva que tardará al menos tres años en alcanzar los niveles de crecimiento que tenía en 2019.

Desafortunadamente no sucederá lo mismo con el monstruoso desempleo que llevará entre 7 y 8 años en superarse, llegar a los niveles de 2019. Así ha sucedido en crisis anteriores, de acuerdo a estudios del Fondo Monetario Internacional (FMI).

En realidad el desempleo nunca volverá a recuperarse. Seguirá multiplicándose como plaga, agregándose a la economía informal, pues en 7 u 8 años lucharán por sumarse a la población económicamente activa 7 u 8 millones de jóvenes (a razón de un millón por año) de acuerdo a las cifras oficiales que se manejaban desde las campañas electorales de hace 20 años.

López Obrador instauró un parteaguas respecto a los presidentes neoliberales, que endeudaron al pueblo de México, pese a los enormes ingresos petroleros que tuvieron, para alentar el crecimiento económico y subsidiar a los sectores empresariales nacionales y extranjeros que no pudieron hacer crecer la economía a tasas mayores al 2% en promedio las últimas tres décadas y media. Su gobierno ha preferido apoyar con recursos económicos en efectivo a la gran base social, para alentar el consumo popular, atacar los riesgos de hambruna y pobreza.

Así será al menos durante su sexenio. Una medida que el sector privado le ha reprochado permanentemente. Es otro distintivo de la IV-Transformación, que le ha permitido apartarse del modelo neoliberal, salirse de las reglas que marcaron los mercados los últimos 35 años en el manejo del presupuesto y la aplicación de las finanzas públicas. Siempre con la cantinela de hacer crecer la economía, a costa del creciente empobrecimiento de las grandes mayorías.

El legado económico que López Obrador quiere dejar como huella imborrable el rescate financiero y productivo de Pemex y Comisión Federal de Electricidad, las únicas empresas paraestatales que el neoliberalismo no pudo terminar de privatizar por el enraizado, profundo sentimiento nacionalista y popular que las ampara. Ya le puso tope y límites constitucionales a su proceso de privatización. Los empresarios nacionales y extranjeros ya tenían contra la pared, a su servicio y beneficio a CFE.

El tabasqueño alentará la generación de energías limpias y renovables para que CFE compita con las empresas privadas que producen energía eólica y solar. Las estaciones hidroeléctricas del Sureste del país serán sometidas a un proceso de modernización tecnológica.

Los presidentes neoliberales le dejaron a Pemex una deuda casi impagable de 108 mil millones de dólares y la aplicación de una política impositiva que le arrebataba la totalidad de sus ganancias y gran parte de sus ingresos. La política fiscal hacia Pemex lo libera ya de esas cargas asfixiantes, aunque a estas alturas es insuficiente ante el enorme peso de los intereses de su deuda externa.

El presidente ha implementado un plan de rescate financiero de la petrolera. El sector privado, las calificadoras internacionales y los grandes intereses externos han desatado una gran campaña en contra de ésta política desprivatizadora y nacionalista.

El legado económico de la IV-Transformación se completa con la construcción de la refinería de Dos Bocas, otro proyecto duramente criticado por el sector privado, que obedece a intereses de las refinerías estadounidenses y los importadores de gasolinas mexicanos que perderán un jugosísimo negocio de más de 20 mil millones de dólares anuales.