/ sábado 26 de enero de 2019

Los problemas de Venezuela surgieron antes del chavismo

La autoproclamación de un nuevo presidente, en franco desafío a Nicolás Maduro, ha despertado un enorme cúmulo de opiniones y posturas. Es indudable que las condiciones que viven nuestros hermanos sudamericanos son críticas, pero antes de manifestar una opinión, hay que conocer cuál es el origen de lo que sucede en la tierra bolivariana.


Me llama mucho la atención que millones de mexicanos opinen acerca de lo que sucede al sur del continente, asumiendo juicios radicales y con un matiz más político que de solidaridad verdadera.

En primer lugar, hay que desterrar esa idea de que México se convertirá en una segunda Venezuela. Esa afirmación es una mentira que tiene fines electoreros, pero que carece de fundamento. La razón es simple: las estructuras económicas y nuestra vinculación con Estados Unidos hacen absolutamente imposible que se quiera copiar el régimen de Maduro.

Personalmente, lamento las voces, especialmente las de algunos simpatizantes del PAN, quienes se lanzan a atacar al presidente de la república tratando de hacer comparaciones que no existen, que no contribuyen a un proyecto de nación y solo evidencian la histórica división que hay en nuestro país. Considero que simplemente se están respetando los principios de no intervención que han regido la política exterior de nuestro país. Algunos consideran negativo no seguir la línea de los estadounidenses, en el sentido de no reconocer al sucesor de Hugo Chávez. Ahora bien, recordemos que cuando nuestros vecinos del norte han “llevado la democracia” a otros lados, la paz y economía de esos países ha sido golpeada duramente: Libia, Iraq o Siria son claros ejemplos de ello.

Ahora bien, los problemas de los venezolanos no son producto de la llegada de Chávez y se remontan décadas atrás. Lo más trágico es que ese país era muy rico. Hagamos un poco de historia.

En 1950 los venezolanos tenían el cuarto lugar en cuanto a PIB per cápita; en 1960 era tan próspera como Noruega, producto de las grandes reservas de petróleo con las que cuenta, pero precisamente ese recurso ha sido la bonanza y la ruina de una nación que hasta 1982 era la primera economía de Latinoamérica.

En la tierra del Orinoco bien se puede aplicar el verso de López Velarde cuando señala que los veneros del petróleo los ha escriturado el diablo.

La producción del crudo había dado condiciones muy buenas, al grado tal que era común que los venezolanos fueran de compras a Estados Unidos, inclusive había una infraestructura turística impresionante, en donde los lujos, buen gusto y mujeres bellas llenaban el país.

El problema empezó cuando, en octubre de 1973, la Organización de Países Productores de Petróleo castigaron a quienes apoyaron a Israel en la Guerra del Yom Kippur, haciendo que el mundo tuviera una demanda enorme por el crudo, lo que hizo subir el precio del barril notablemente, lo cual provocó, a su vez, que las ventas del hidrocarburo venezolano subieran colosalmente. Esto llevó a que el Gobierno encabezado por Carlos Andrés Pérez empezara a gastar a manos llenas, pero sin abrirse a la economía internacional y apostando todo al mercado interno, volviéndose, así, el estado venezolano en mayor generador directo e indirecto de lo empleos e inversiones, pero sin incentivar la producción interna ni el intercambio comercial con otros países. Al caer el precio del crudo a principios de siglo se dio una enorme crisis, ya que el Gobierno no pudo seguir con su ritmo de gastos. Haciendo una analogía: lo sucedido a Venezuela es lo que le sucede a una señora aristócrata cuando se divorcia y no le dan pensión, es decir, se acostumbró a un excelente nivel de vida y de repente se queda sin recursos.

Esto provocó diversas protestas, el “Caracazo” de 1989 fue una de ellas y detonó la sublevación de algunos militares, entre ellos, Hugo Chávez, quien fue detenido, convirtiéndose en un mártir que, posteriormente, se volvería presidente. Él tenía un carisma innegable y tuvo algunos logros, pero no pudo revertir la mala situación que él mismo criticó. Ahora Maduro no tiene el carisma, está presionado por la comunidad internacional y, lejos de recomponer el rumbo, sus políticas han agudizado la crisis. En conclusión, los problemas de Venezuela existen desde hace más de 35 años. Maduro es el último eslabón de pésimos manejos que han hecho de un país que, por su petróleo, podría ser Qatar, pero más bien se parece a Cuba. Hasta la próxima semana.


Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com. Síganme en Facebook por mi nombre y en Twitter: @vicente_aven.

La autoproclamación de un nuevo presidente, en franco desafío a Nicolás Maduro, ha despertado un enorme cúmulo de opiniones y posturas. Es indudable que las condiciones que viven nuestros hermanos sudamericanos son críticas, pero antes de manifestar una opinión, hay que conocer cuál es el origen de lo que sucede en la tierra bolivariana.


Me llama mucho la atención que millones de mexicanos opinen acerca de lo que sucede al sur del continente, asumiendo juicios radicales y con un matiz más político que de solidaridad verdadera.

En primer lugar, hay que desterrar esa idea de que México se convertirá en una segunda Venezuela. Esa afirmación es una mentira que tiene fines electoreros, pero que carece de fundamento. La razón es simple: las estructuras económicas y nuestra vinculación con Estados Unidos hacen absolutamente imposible que se quiera copiar el régimen de Maduro.

Personalmente, lamento las voces, especialmente las de algunos simpatizantes del PAN, quienes se lanzan a atacar al presidente de la república tratando de hacer comparaciones que no existen, que no contribuyen a un proyecto de nación y solo evidencian la histórica división que hay en nuestro país. Considero que simplemente se están respetando los principios de no intervención que han regido la política exterior de nuestro país. Algunos consideran negativo no seguir la línea de los estadounidenses, en el sentido de no reconocer al sucesor de Hugo Chávez. Ahora bien, recordemos que cuando nuestros vecinos del norte han “llevado la democracia” a otros lados, la paz y economía de esos países ha sido golpeada duramente: Libia, Iraq o Siria son claros ejemplos de ello.

Ahora bien, los problemas de los venezolanos no son producto de la llegada de Chávez y se remontan décadas atrás. Lo más trágico es que ese país era muy rico. Hagamos un poco de historia.

En 1950 los venezolanos tenían el cuarto lugar en cuanto a PIB per cápita; en 1960 era tan próspera como Noruega, producto de las grandes reservas de petróleo con las que cuenta, pero precisamente ese recurso ha sido la bonanza y la ruina de una nación que hasta 1982 era la primera economía de Latinoamérica.

En la tierra del Orinoco bien se puede aplicar el verso de López Velarde cuando señala que los veneros del petróleo los ha escriturado el diablo.

La producción del crudo había dado condiciones muy buenas, al grado tal que era común que los venezolanos fueran de compras a Estados Unidos, inclusive había una infraestructura turística impresionante, en donde los lujos, buen gusto y mujeres bellas llenaban el país.

El problema empezó cuando, en octubre de 1973, la Organización de Países Productores de Petróleo castigaron a quienes apoyaron a Israel en la Guerra del Yom Kippur, haciendo que el mundo tuviera una demanda enorme por el crudo, lo que hizo subir el precio del barril notablemente, lo cual provocó, a su vez, que las ventas del hidrocarburo venezolano subieran colosalmente. Esto llevó a que el Gobierno encabezado por Carlos Andrés Pérez empezara a gastar a manos llenas, pero sin abrirse a la economía internacional y apostando todo al mercado interno, volviéndose, así, el estado venezolano en mayor generador directo e indirecto de lo empleos e inversiones, pero sin incentivar la producción interna ni el intercambio comercial con otros países. Al caer el precio del crudo a principios de siglo se dio una enorme crisis, ya que el Gobierno no pudo seguir con su ritmo de gastos. Haciendo una analogía: lo sucedido a Venezuela es lo que le sucede a una señora aristócrata cuando se divorcia y no le dan pensión, es decir, se acostumbró a un excelente nivel de vida y de repente se queda sin recursos.

Esto provocó diversas protestas, el “Caracazo” de 1989 fue una de ellas y detonó la sublevación de algunos militares, entre ellos, Hugo Chávez, quien fue detenido, convirtiéndose en un mártir que, posteriormente, se volvería presidente. Él tenía un carisma innegable y tuvo algunos logros, pero no pudo revertir la mala situación que él mismo criticó. Ahora Maduro no tiene el carisma, está presionado por la comunidad internacional y, lejos de recomponer el rumbo, sus políticas han agudizado la crisis. En conclusión, los problemas de Venezuela existen desde hace más de 35 años. Maduro es el último eslabón de pésimos manejos que han hecho de un país que, por su petróleo, podría ser Qatar, pero más bien se parece a Cuba. Hasta la próxima semana.


Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com. Síganme en Facebook por mi nombre y en Twitter: @vicente_aven.