/ jueves 30 de abril de 2020

Los riesgos de no saber quién está infectado con Covid-19 (Primera Parte)

¿Por qué México es el país que menos pruebas ha realizado para detectar el Covid-19 entre su población? ¿Es correcta la estrategia adoptada de no aplicar pruebas masivas? ¿Qué dicen los científicos al respecto y cuáles son los riesgos?

A diferencia del resto del mundo, en México se decidió adoptar el modelo epidemiológico conocido como Centinela para enfrentar la pandemia. Se trata de una estrategia comúnmente utilizada para monitorear enfermedades como la influenza estacional; sin embargo, en este caso, se está utilizando para vigilar el comportamiento de la pandemia en nuestro territorio.

La Secretaría de Salud ha argumentado que el modelo Centinela utiliza un esquema similar al de las encuestas, al estimar el lugar y la cantidad de personas con posibilidades de contraer el virus, en lugar de aplicar pruebas masivas en la población para detectar contagios.

Según el Subsecretario Hugo López Gatell, “con esta metodología, se obtienen datos más precisos y en un menor plazo que llevar a cabo millones de pruebas entre la ciudadanía”. Con base en este modelo, el funcionario informó que por cada caso confirmado de Covid-19 hay ocho más, lo que significaría un total de entre 26 mil y 30 mil infectados en México, al día de hoy.

La estrategia basada en el modelo Centinela y la consecuente falta de pruebas masivas ha sido fuertemente cuestionada a nivel nacional e internacional. Diversos especialistas y expertos han debatido su viabilidad en situaciones epidémicas.

En una conversación para The Economist con el Subsecretario López-Gatell, el periodista Richard Ensor cuestionó el hecho de que México haya adoptado el modelo Centinela ya que, según los expertos, solo sirve para rastrear tendencias generales, “pero casi con certeza conduce a una subestimación drástica de la verdadera propagación del virus”.

En la entrevista, al periodista Richard Ensor le pareció también un hecho insólito que en México solo se habían realizado 11 mil pruebas (4 de abril), mientras que en Estados Unidos esa era la cantidad de pruebas realizadas cada dos horas. Al 15 de abril, México ocupa el último lugar de la OCDE en realización de pruebas por cada mil habitantes. Esto llama profundamente la atención ya que China, Corea, Singapur y Taiwán optaron por una estrategia de confinamiento acompañada de la realización masiva de pruebas que, de acuerdo con los resultados observados, fue sumamente exitosa.

Lo mismo se puede decir del resto de países europeos, exceptuando a Italia y España. Alemania, por ejemplo, tiene el objetivo de realizar 4.5 millones de pruebas por semana. También en Oceanía, hemos visto estrategias muy efectivas para enfrentar el virus basadas en la aplicación generalizada de pruebas, estrategias radicalmente diferentes a lo que plantea el modelo Centinela.

El Dr. Jaime Sepúlveda, Director del Instituto de Ciencias de la Salud Global de la Universidad de California, en San Francisco, asegura que, en México, “el reducido número de pruebas realizadas muestra solo la punta del iceberg”. De igual manera, Julio Frenk, Director de la Universidad de Miami, ha señalado que “hubo un retraso en la aplicación de pruebas, las cuales, deben realizarse continuamente como lo ha determinado la OMS y aplicarse durante todas las fases de la pandemia” (Flores, Nexos 2020).

Javier Flores (Nexos 2020), señala que ha sido un error que la única voz autorizada en México sobre el tema provenga solo de la epidemiología y del gobierno. Sobre todo, porque “estamos frente a una enfermedad completamente nueva, que requiere para su comprensión de la participación de muchas otras disciplinas científicas.

Considero que ha llegado el momento de revisar el modelo Centinela y rectificar la estrategia nacional respecto al uso de las pruebas masivas. No se trata de aplicarlas a todos y cada uno de los mexicanos, sino de utilizarlas estratégicamente para complementar el esfuerzo de mitigación y eventual contención del virus.

De lo contrario, corremos el riesgo de ser los únicos en el mundo que desaprovecharon las nuevas tecnologías existentes para detectar la enfermedad y garantizar la cuarentena a los casos asintomáticos que, hoy por hoy, siguen siendo focos de contagio sin saber que portan el virus.

¿Por qué México es el país que menos pruebas ha realizado para detectar el Covid-19 entre su población? ¿Es correcta la estrategia adoptada de no aplicar pruebas masivas? ¿Qué dicen los científicos al respecto y cuáles son los riesgos?

A diferencia del resto del mundo, en México se decidió adoptar el modelo epidemiológico conocido como Centinela para enfrentar la pandemia. Se trata de una estrategia comúnmente utilizada para monitorear enfermedades como la influenza estacional; sin embargo, en este caso, se está utilizando para vigilar el comportamiento de la pandemia en nuestro territorio.

La Secretaría de Salud ha argumentado que el modelo Centinela utiliza un esquema similar al de las encuestas, al estimar el lugar y la cantidad de personas con posibilidades de contraer el virus, en lugar de aplicar pruebas masivas en la población para detectar contagios.

Según el Subsecretario Hugo López Gatell, “con esta metodología, se obtienen datos más precisos y en un menor plazo que llevar a cabo millones de pruebas entre la ciudadanía”. Con base en este modelo, el funcionario informó que por cada caso confirmado de Covid-19 hay ocho más, lo que significaría un total de entre 26 mil y 30 mil infectados en México, al día de hoy.

La estrategia basada en el modelo Centinela y la consecuente falta de pruebas masivas ha sido fuertemente cuestionada a nivel nacional e internacional. Diversos especialistas y expertos han debatido su viabilidad en situaciones epidémicas.

En una conversación para The Economist con el Subsecretario López-Gatell, el periodista Richard Ensor cuestionó el hecho de que México haya adoptado el modelo Centinela ya que, según los expertos, solo sirve para rastrear tendencias generales, “pero casi con certeza conduce a una subestimación drástica de la verdadera propagación del virus”.

En la entrevista, al periodista Richard Ensor le pareció también un hecho insólito que en México solo se habían realizado 11 mil pruebas (4 de abril), mientras que en Estados Unidos esa era la cantidad de pruebas realizadas cada dos horas. Al 15 de abril, México ocupa el último lugar de la OCDE en realización de pruebas por cada mil habitantes. Esto llama profundamente la atención ya que China, Corea, Singapur y Taiwán optaron por una estrategia de confinamiento acompañada de la realización masiva de pruebas que, de acuerdo con los resultados observados, fue sumamente exitosa.

Lo mismo se puede decir del resto de países europeos, exceptuando a Italia y España. Alemania, por ejemplo, tiene el objetivo de realizar 4.5 millones de pruebas por semana. También en Oceanía, hemos visto estrategias muy efectivas para enfrentar el virus basadas en la aplicación generalizada de pruebas, estrategias radicalmente diferentes a lo que plantea el modelo Centinela.

El Dr. Jaime Sepúlveda, Director del Instituto de Ciencias de la Salud Global de la Universidad de California, en San Francisco, asegura que, en México, “el reducido número de pruebas realizadas muestra solo la punta del iceberg”. De igual manera, Julio Frenk, Director de la Universidad de Miami, ha señalado que “hubo un retraso en la aplicación de pruebas, las cuales, deben realizarse continuamente como lo ha determinado la OMS y aplicarse durante todas las fases de la pandemia” (Flores, Nexos 2020).

Javier Flores (Nexos 2020), señala que ha sido un error que la única voz autorizada en México sobre el tema provenga solo de la epidemiología y del gobierno. Sobre todo, porque “estamos frente a una enfermedad completamente nueva, que requiere para su comprensión de la participación de muchas otras disciplinas científicas.

Considero que ha llegado el momento de revisar el modelo Centinela y rectificar la estrategia nacional respecto al uso de las pruebas masivas. No se trata de aplicarlas a todos y cada uno de los mexicanos, sino de utilizarlas estratégicamente para complementar el esfuerzo de mitigación y eventual contención del virus.

De lo contrario, corremos el riesgo de ser los únicos en el mundo que desaprovecharon las nuevas tecnologías existentes para detectar la enfermedad y garantizar la cuarentena a los casos asintomáticos que, hoy por hoy, siguen siendo focos de contagio sin saber que portan el virus.

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