/ domingo 11 de agosto de 2019

Manuel José Othón y Salvador Cruz Montalvo

En el año 1946, la Universidad Nacional Autónoma de México publicó “Epistolario”, de Manuel José Othón. Es una edición con glosas, esquema, índices y notas de Jesús Zavala (1892, san Luis Potosí-1952, Ciudad de México).

Jesús Zavala, como Othón, fue licenciado en derecho y juez. Tuvo a su cargo el juicio y la sentencia absolutoria de Jorge Cuesta (director de la revista “Examen”) y Rubén Salazar Mallen (autor de la cuestionada novela “Cariátide”) acusados del delito de ultrajes a la moralidad pública. Como se sabe en 1932 “fueron consignados en el único proceso mexicano en que se ha dirimido judicialmente la libertad de expresión literaria” (José Emilio Pacheco, PROCESO, 28 de junio de 1986), acusados de utilizar y publicar “malas palabras” (cabrón, cachuchazo, padrote, nalgas, pendejo, qué chingados, pedo, me cago, pinche, una madre, jijo de la chingada).

Escribe JEP: “Para su fortuna, el juez era Jesús Zavala, poeta y biógrafo de Manuel José Othón Zavala pidió opiniones autorizadas antes de dar su fallo y se las arregló para no ejecutar la orden de aprehensión, solicitada por el fiscal Luis G. Corona, que los hubiera conducido, a Cuesta y Salazar Mallén, a Lecumberri.”

Pero regresemos a nuestro libro en comentario. “Epistolario” contiene la correspondencia de Othón con Juan B. Delgado —quien fue poeta, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y Diplomático.

En la página IX, de la sección llamada “Glosas”, misma que funciona como estudio preliminar, Jesús Zavala, al referirse al Ex libris de Othón, escribe: “En la portada de los ‘Poemas rústicos’ se encuentra impreso un triángulo equilátero, en cuyos lados se leen estas palabras: Verum, Pulcrum, Bonum. (…) En la carta fechada el 8 de diciembre de 1901, Othón afirma que el triángulo en el centro tiene una cruz sobre un sol que flamea lo cual representa a Jesucristo, el verbo eterno de Dios que es el foco de todo lo que hay de inteligencia en el hombre. Es mi lema para todo lo que yo he escrito y escriba.”

Llama la atención la singular filiación estética de Othón: considerado modernista, su axiología es neoclásica. Otro dato digno de meditarse es su valiente declaración de catolicismo que un aquella sociedad positivista del 1902, como en la nuestra del “racionalismo burgués industrial y anti romántico” (Nicolas Gómez Dávila), era mirada con hipócrita desconfianza.

Howard Gardner, en “La enseñanza de las virtudes en el siglo XXI”, inquiere: “¿Cómo distinguir la verdad de las pseudoverdades de los medios de comunicación masiva; cómo juzgar la belleza cuando el establishment cultural la considera una virtud anticuada; y cómo distinguir de bueno de lo malo, cuando la moralidad está politizada?”

Porque el cinismo y la vulgaridad están de moda, la lectura de Othón es pertinente. Recordemos sus palabras, reaccionarias y admirables: “El arte es religión, el arte ha sido y debe ser impopular e inaccesible al vulgo.”

Poetas, escuelas, calles. Manuel José Othón, nació en san Luis Potosí el 14 de junio de 1848 (hace 171 años) y murió, también en san Luis, el 28 de noviembre de 1906 (hace 113 años). En Puebla, numerosas son las escuelas primarias y las calles que llevan el nombre del poeta, no así las cátedras o seminarios sobre su obra. Sin embargo, en Puebla también, el inolvidable maestro Salvador Cruz Montalvo, el egregio cronista de Tehuacán, fue un notable estudioso de la poesía de Othón: sus lecciones sobre el “Idilio Salvaje(En tus aras quemé mi último incienso y deshojé mis postrimeras rosas. Do se alzaban los templos de mis diosas ya sólo queda el arenal inmenso), dictadas en la Maestría en Literatura Mexicana de la BUAP eran extraordinarias, como su amistad y magisterio.

En el año 1946, la Universidad Nacional Autónoma de México publicó “Epistolario”, de Manuel José Othón. Es una edición con glosas, esquema, índices y notas de Jesús Zavala (1892, san Luis Potosí-1952, Ciudad de México).

Jesús Zavala, como Othón, fue licenciado en derecho y juez. Tuvo a su cargo el juicio y la sentencia absolutoria de Jorge Cuesta (director de la revista “Examen”) y Rubén Salazar Mallen (autor de la cuestionada novela “Cariátide”) acusados del delito de ultrajes a la moralidad pública. Como se sabe en 1932 “fueron consignados en el único proceso mexicano en que se ha dirimido judicialmente la libertad de expresión literaria” (José Emilio Pacheco, PROCESO, 28 de junio de 1986), acusados de utilizar y publicar “malas palabras” (cabrón, cachuchazo, padrote, nalgas, pendejo, qué chingados, pedo, me cago, pinche, una madre, jijo de la chingada).

Escribe JEP: “Para su fortuna, el juez era Jesús Zavala, poeta y biógrafo de Manuel José Othón Zavala pidió opiniones autorizadas antes de dar su fallo y se las arregló para no ejecutar la orden de aprehensión, solicitada por el fiscal Luis G. Corona, que los hubiera conducido, a Cuesta y Salazar Mallén, a Lecumberri.”

Pero regresemos a nuestro libro en comentario. “Epistolario” contiene la correspondencia de Othón con Juan B. Delgado —quien fue poeta, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y Diplomático.

En la página IX, de la sección llamada “Glosas”, misma que funciona como estudio preliminar, Jesús Zavala, al referirse al Ex libris de Othón, escribe: “En la portada de los ‘Poemas rústicos’ se encuentra impreso un triángulo equilátero, en cuyos lados se leen estas palabras: Verum, Pulcrum, Bonum. (…) En la carta fechada el 8 de diciembre de 1901, Othón afirma que el triángulo en el centro tiene una cruz sobre un sol que flamea lo cual representa a Jesucristo, el verbo eterno de Dios que es el foco de todo lo que hay de inteligencia en el hombre. Es mi lema para todo lo que yo he escrito y escriba.”

Llama la atención la singular filiación estética de Othón: considerado modernista, su axiología es neoclásica. Otro dato digno de meditarse es su valiente declaración de catolicismo que un aquella sociedad positivista del 1902, como en la nuestra del “racionalismo burgués industrial y anti romántico” (Nicolas Gómez Dávila), era mirada con hipócrita desconfianza.

Howard Gardner, en “La enseñanza de las virtudes en el siglo XXI”, inquiere: “¿Cómo distinguir la verdad de las pseudoverdades de los medios de comunicación masiva; cómo juzgar la belleza cuando el establishment cultural la considera una virtud anticuada; y cómo distinguir de bueno de lo malo, cuando la moralidad está politizada?”

Porque el cinismo y la vulgaridad están de moda, la lectura de Othón es pertinente. Recordemos sus palabras, reaccionarias y admirables: “El arte es religión, el arte ha sido y debe ser impopular e inaccesible al vulgo.”

Poetas, escuelas, calles. Manuel José Othón, nació en san Luis Potosí el 14 de junio de 1848 (hace 171 años) y murió, también en san Luis, el 28 de noviembre de 1906 (hace 113 años). En Puebla, numerosas son las escuelas primarias y las calles que llevan el nombre del poeta, no así las cátedras o seminarios sobre su obra. Sin embargo, en Puebla también, el inolvidable maestro Salvador Cruz Montalvo, el egregio cronista de Tehuacán, fue un notable estudioso de la poesía de Othón: sus lecciones sobre el “Idilio Salvaje(En tus aras quemé mi último incienso y deshojé mis postrimeras rosas. Do se alzaban los templos de mis diosas ya sólo queda el arenal inmenso), dictadas en la Maestría en Literatura Mexicana de la BUAP eran extraordinarias, como su amistad y magisterio.