/ sábado 16 de enero de 2021

Ninguna comunicación remota es 100% segura

En recientes días hubo una gran cantidad de personas que se dieron de alta en Telegram, migrando de la muy popular Whatsapp en busca de una mayor confidencialidad, sin embargo, debemos aceptar que nuestras conversaciones pueden ser intervenidas fácilmente, pero al mismo tiempo resultan sumamente intrascendentes y sin interés para quien verdaderamente podría “alambrearnos”.

La comunicación es quizá la actividad social más importante que existe, desde hace milenios, el hombre ha necesitado hablar y ser escuchado para poder vivir en sociedad, llegar a acuerdos y buscar el desarrollo. Algo que resulta paradójico es que actualmente hay una enorme accesibilidad para dialogar con quien sea y desde donde sea, pero verdaderamente no hay una comunicación efectiva, ya que muchos no se saben expresarse ni escuchar.

A partir de que la tecnología fue avanzando, las conversaciones dejaron de ser exclusivamente personales y directas, para pasar a los mensajes a distancia. El correo mediante papel y sobres es un ejemplo claro de ello y tuvo una función fundamental en el desarrollo de las sociedades, después tuvimos medios más eficaces como el telégrafo, que permitía transmitir en tiempo real algunas palabras, y así fuimos evolucionando hasta las más sofisticas videollamadas actuales.

Sabemos que la confidencialidad en las comunicaciones es algo pretendido por todos aquellos que enviamos y recibimos algún tipo de información, sin embargo, la intercepción de los contenidos data desde las primeras cartas, ya que siempre habrá un medio en el que algún sujeto pueda meter mano y saber algo indebido.

Nuestra Constitución, así como la de otros países, señala que las comunicaciones son inviolables, en clara alusión al derecho que tenemos todos, pero hay que ponernos a reflexionar y ver hasta qué punto podemos exigir radicalmente que esto sea una realidad, también hay que analizar las contradicciones que llega a haber al respecto, ya que nos encontramos con que muchos quieren que se guarden con mucho cuidado sus datos e información personal, pero al mismo tiempo publican en las redes sociales lo que comen, los lugares que visitan y prácticamente todo lo que hacen.

Bajo las condiciones técnicas actuales, prácticamente no hay forma de evitar que una comunicación pueda ser intervenida, es más, resulta sorprendente la facilidad con la que se puede conocer una conversación ajena, usando aparatos fáciles de conseguir y estando cerca de una antena de telefonía celular, por señalar algo simple, aunque también existen sistemas más sofisticados para poder entrometerse en canales más complejos, como fue el caso del espionaje realizado por la administración del fallecido Moreno Valle.

Ahora bien, hay que asumir que para los factores formales y reales de poder tiene poca o nula importancia lo que un servidor o un ciudadano común pueda decir, así que no hay que estar tan preocupados, pero sí hay que entender que cualquier cosa que se publique en la red ya no es nuestra y puede ser usada para fines negativos. Otro ejemplo lo tenemos en la exposición de imágenes íntimas, cuya culpa al 100% es de quien las muestra malintencionadamente, pero hay que entender que, si queremos asegurar que esto no suceda, simplemente no hay que tomarnos ese tipo de fotos.

En cuanto a los correos electrónicos, whatsapp, telegram, messenger de facebook no existe seguridad absoluta en cuanto a la confidencialidad, por más encriptados que vayan los mensajes, es más ni siquiera el famoso pin de blackberry o las conversaciones de voz por nextel eran infranqueables.

En cuanto al “whats”, quizá lo que suceda es que en nuestras redes sociales aparezcan publicidad de los productos a los que hacemos referencia, como ya sucede actualmente, algunos piensan que el celular les lee la mente, pero no es así, simplemente un algoritmo detecta contenidos y muestra lo que el sujeto refiere de forma explícita o implícita. Recordemos que somos prisioneros de nuestros secretos, así que tengamos prudencia en lo que decimos a la distancia, pero sin asumir posturas exageradas que solo roban la calma. Hasta la próxima.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.

En recientes días hubo una gran cantidad de personas que se dieron de alta en Telegram, migrando de la muy popular Whatsapp en busca de una mayor confidencialidad, sin embargo, debemos aceptar que nuestras conversaciones pueden ser intervenidas fácilmente, pero al mismo tiempo resultan sumamente intrascendentes y sin interés para quien verdaderamente podría “alambrearnos”.

La comunicación es quizá la actividad social más importante que existe, desde hace milenios, el hombre ha necesitado hablar y ser escuchado para poder vivir en sociedad, llegar a acuerdos y buscar el desarrollo. Algo que resulta paradójico es que actualmente hay una enorme accesibilidad para dialogar con quien sea y desde donde sea, pero verdaderamente no hay una comunicación efectiva, ya que muchos no se saben expresarse ni escuchar.

A partir de que la tecnología fue avanzando, las conversaciones dejaron de ser exclusivamente personales y directas, para pasar a los mensajes a distancia. El correo mediante papel y sobres es un ejemplo claro de ello y tuvo una función fundamental en el desarrollo de las sociedades, después tuvimos medios más eficaces como el telégrafo, que permitía transmitir en tiempo real algunas palabras, y así fuimos evolucionando hasta las más sofisticas videollamadas actuales.

Sabemos que la confidencialidad en las comunicaciones es algo pretendido por todos aquellos que enviamos y recibimos algún tipo de información, sin embargo, la intercepción de los contenidos data desde las primeras cartas, ya que siempre habrá un medio en el que algún sujeto pueda meter mano y saber algo indebido.

Nuestra Constitución, así como la de otros países, señala que las comunicaciones son inviolables, en clara alusión al derecho que tenemos todos, pero hay que ponernos a reflexionar y ver hasta qué punto podemos exigir radicalmente que esto sea una realidad, también hay que analizar las contradicciones que llega a haber al respecto, ya que nos encontramos con que muchos quieren que se guarden con mucho cuidado sus datos e información personal, pero al mismo tiempo publican en las redes sociales lo que comen, los lugares que visitan y prácticamente todo lo que hacen.

Bajo las condiciones técnicas actuales, prácticamente no hay forma de evitar que una comunicación pueda ser intervenida, es más, resulta sorprendente la facilidad con la que se puede conocer una conversación ajena, usando aparatos fáciles de conseguir y estando cerca de una antena de telefonía celular, por señalar algo simple, aunque también existen sistemas más sofisticados para poder entrometerse en canales más complejos, como fue el caso del espionaje realizado por la administración del fallecido Moreno Valle.

Ahora bien, hay que asumir que para los factores formales y reales de poder tiene poca o nula importancia lo que un servidor o un ciudadano común pueda decir, así que no hay que estar tan preocupados, pero sí hay que entender que cualquier cosa que se publique en la red ya no es nuestra y puede ser usada para fines negativos. Otro ejemplo lo tenemos en la exposición de imágenes íntimas, cuya culpa al 100% es de quien las muestra malintencionadamente, pero hay que entender que, si queremos asegurar que esto no suceda, simplemente no hay que tomarnos ese tipo de fotos.

En cuanto a los correos electrónicos, whatsapp, telegram, messenger de facebook no existe seguridad absoluta en cuanto a la confidencialidad, por más encriptados que vayan los mensajes, es más ni siquiera el famoso pin de blackberry o las conversaciones de voz por nextel eran infranqueables.

En cuanto al “whats”, quizá lo que suceda es que en nuestras redes sociales aparezcan publicidad de los productos a los que hacemos referencia, como ya sucede actualmente, algunos piensan que el celular les lee la mente, pero no es así, simplemente un algoritmo detecta contenidos y muestra lo que el sujeto refiere de forma explícita o implícita. Recordemos que somos prisioneros de nuestros secretos, así que tengamos prudencia en lo que decimos a la distancia, pero sin asumir posturas exageradas que solo roban la calma. Hasta la próxima.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.