/ domingo 26 de enero de 2020

Optimismo contra pesimismo, la guerra mundial más antigua (2/2)

“El buen tiempo y el mal tiempo están dentro de nosotros, no fuera.”

Proverbio Tibetano


Vivimos en tal confusión humana que en la búsqueda de la razón nos perdemos en un árbol cargado de frutos. Cada quién procura obtener lo que le beneficie porque no podemos, y quizás no sabemos, dar fe de que contamos con todas las posibilidades de lograr transformar para trascender.

Por otro lado, están los que no creen que esto sea posible, y mejor vivir hoy como se pueda antes que todo acabe. Precisamente, el pesimismo contra el optimismo es la guerra mundial más antigua. Esos piensan que es un ahora o nunca y de la forma como dicen, no hay otra posibilidad o muy pocas.

Cuántas veces nos encontramos con gente que nada bueno ni nada bien ve en lo que hacen los demás. Yo mismo, creyendo que veo objetivamente una situación, indico la ruta que observo como oportuno o lo correcto, siendo que es mí forma de observar, por lo que es sólo una de las formas de ver y nada más. Pero nos gana la apetencia a partir de lo probado. Parece ser que es una condena histórica que llevamos. Nos cuesta ver y creer que sí hay acciones que traen en sí la intención de lograr resultados con beneficios.

A través de la vida los ejemplos son infinitos. Convencer a los demás no es difícil en sí mismo porque en el fondo cada quién sabe qué piensa y cree. La situación difícil es la lucha contra la desconfianza que se va cargando como lastre a partir de la propia historia. Porque en lo que acertamos como en lo que erramos anclamos nuestras creencias, es por ello que nos perdemos en un árbol cargado de frutos. O sea, entre tanta riqueza nos cuesta aceptar lo benigno.

Estamos convencidos que lo favorable y lo perverso que puede ocurrir a otros o incluso a la misma sociedad redundan de lo que nos ha resultado a nosotros. Esta es la razón por la que, donde tengamos la oportunidad de argumentar acerca de equis tema, damos por cierto lo que decimos, lo que pensamos, cual es una forma de pesimismo a partir de descalificar que la experiencia válida, “la buena, la mejor” es la propia; las otras no. O sea, no se cree factible otra forma de ser o pensar, porque nos creemos nuestra verdad, como la única y verdadera verdad.

Algunos piensan que el pesimismo es una consecuencia de nuestros tiempos, de ahora, por la convulsión social actual cuando no es así, más bien ha sido un acólito no deseado casi inapelable. Es lo que sostiene Erasmo María Caro, hablando sobre el pesimismo en el siglo XIX: “Cuando se dice que el pesimismo es un mal moderno, hay que distinguir: bajo la forma sistemática y sabía que ha tomado en nuestros días, realmente es dolencia moderna; pero ha habido en todo tiempo pesimistas; como que el pesimismo es contemporáneo de la humanidad.”

Es como si fuéramos arrastrados por una fuerza ciega que nos limita a otras posibilidades. Es el caso de muchos gobernantes. Cada uno dice cómo debe hacerse para lograr los objetivos propuestos, que es como lo marca su mundo analógico a sus creencias. Por eso muchas veces no hay entendimientos. Requerimos voluntad para transformar y trascender de verdad. ¿Le suena?

“El buen tiempo y el mal tiempo están dentro de nosotros, no fuera.”

Proverbio Tibetano


Vivimos en tal confusión humana que en la búsqueda de la razón nos perdemos en un árbol cargado de frutos. Cada quién procura obtener lo que le beneficie porque no podemos, y quizás no sabemos, dar fe de que contamos con todas las posibilidades de lograr transformar para trascender.

Por otro lado, están los que no creen que esto sea posible, y mejor vivir hoy como se pueda antes que todo acabe. Precisamente, el pesimismo contra el optimismo es la guerra mundial más antigua. Esos piensan que es un ahora o nunca y de la forma como dicen, no hay otra posibilidad o muy pocas.

Cuántas veces nos encontramos con gente que nada bueno ni nada bien ve en lo que hacen los demás. Yo mismo, creyendo que veo objetivamente una situación, indico la ruta que observo como oportuno o lo correcto, siendo que es mí forma de observar, por lo que es sólo una de las formas de ver y nada más. Pero nos gana la apetencia a partir de lo probado. Parece ser que es una condena histórica que llevamos. Nos cuesta ver y creer que sí hay acciones que traen en sí la intención de lograr resultados con beneficios.

A través de la vida los ejemplos son infinitos. Convencer a los demás no es difícil en sí mismo porque en el fondo cada quién sabe qué piensa y cree. La situación difícil es la lucha contra la desconfianza que se va cargando como lastre a partir de la propia historia. Porque en lo que acertamos como en lo que erramos anclamos nuestras creencias, es por ello que nos perdemos en un árbol cargado de frutos. O sea, entre tanta riqueza nos cuesta aceptar lo benigno.

Estamos convencidos que lo favorable y lo perverso que puede ocurrir a otros o incluso a la misma sociedad redundan de lo que nos ha resultado a nosotros. Esta es la razón por la que, donde tengamos la oportunidad de argumentar acerca de equis tema, damos por cierto lo que decimos, lo que pensamos, cual es una forma de pesimismo a partir de descalificar que la experiencia válida, “la buena, la mejor” es la propia; las otras no. O sea, no se cree factible otra forma de ser o pensar, porque nos creemos nuestra verdad, como la única y verdadera verdad.

Algunos piensan que el pesimismo es una consecuencia de nuestros tiempos, de ahora, por la convulsión social actual cuando no es así, más bien ha sido un acólito no deseado casi inapelable. Es lo que sostiene Erasmo María Caro, hablando sobre el pesimismo en el siglo XIX: “Cuando se dice que el pesimismo es un mal moderno, hay que distinguir: bajo la forma sistemática y sabía que ha tomado en nuestros días, realmente es dolencia moderna; pero ha habido en todo tiempo pesimistas; como que el pesimismo es contemporáneo de la humanidad.”

Es como si fuéramos arrastrados por una fuerza ciega que nos limita a otras posibilidades. Es el caso de muchos gobernantes. Cada uno dice cómo debe hacerse para lograr los objetivos propuestos, que es como lo marca su mundo analógico a sus creencias. Por eso muchas veces no hay entendimientos. Requerimos voluntad para transformar y trascender de verdad. ¿Le suena?