/ martes 16 de enero de 2018

Palou, el reencuentro

Con la humildad y modestia que son propias de los hombres sabios y nobles, y agobiado por las elogiosas alusiones a su persona, el maestro Pedro Ángel Palou Pérez solo alcanzó a balbucear: “Ese que dicen que soy, yo no soy; lo inventaron por la generosidad de mis amigos”.

Ante el micrófono y muy emocionado, antes había narrado cómo fue que en la década de los años cuarenta del siglo pasado llegó a Puebla procedente de su natal Orizaba “con dos valijas a cuestas; una con poca ropa y la otra llena de incógnitas e ilusiones”.

Y como remate, dijo: “Hoy, a los ochenta y tantos calendarios que se me vinieron encima, sin darme cuenta cómo pude llegar, sigo confundido, abrumado entre vivencias, recuerdos, nostalgias, muertos, victorias e imágenes. Aplastado hoy con los brazos y el cariño de mis amigos y embrujado siempre por la calidez de los poblanos”.

Ello ocurrió el pasado 21 de julio de 2016, en el marco del emotivo homenaje que un grupo de exalumnos de la Generación Centenario del Instituto Militarizado Oriente le brindamos como tributo a la querencia que inspiraba, a su inmensa contribución como docente y a su legado cultural a favor de Puebla.

Esos recuerdos afloran ahora, tras la triste y desoladora noticia de su deceso, la noche del pasado jueves.

En aquella ceremonia de reconocimiento, el que esto escribe fue distinguido con el honor de transmitir el mensaje a nombre de los exalumnos del Oriente, institución a la que don Pedro sirvió durante más de 35 años.

Transcribo algunos fragmentos de aquella elocución en la que traté de exaltar sus valores humanos e intelectuales, así como sus aportaciones como historiador, cronista, escritor y periodista.

Entre otros conceptos, dije entonces:

“…como exalumno, destacaría también del profesor Palou su vocación al magisterio, su calidad de cátedra y su pasión por la enseñanza, todo ello con un estilo propio, singular, ameno, didáctico y siempre convincente”.

“Quienes fuimos sus alumnos preservamos el recuerdo de sus clases de historia de México, y valoramos que hayan ido más allá de la mera descripción o del relato cronológico de nuestros antepasados”.

“Sus clases fueron siempre exposiciones lúcidas, disertaciones vivas que nos hicieron conocer y, sobre todo, comprender el entorno que imperó en el origen, la evolución, la diversidad y la gran riqueza cultural de nuestras etnias”.

“Fue así que aprendimos de mejor manera todo lo referente a las raíces de nuestros pueblos; sus modos de convivencia, sus costumbres, su religión, sus confrontaciones por la supervivencia, así como su rol político, social y cultural en su respectivo contexto histórico”.

“Con usted, don Pedro, no solo supimos y aprendimos de uno u otro pueblo, de una u otra etnia, sino también cuánto aportaron para configurar las bases y los cimientos de lo que hoy es nuestra gran Nación”.

“Sus clases contenían forma y fondo y un método de evaluación siempre infalible y particularmente pedagógico, ya que además de incentivar al estudio, sabía fomentar entre nosotros los sentidos de la competencia y la disertación”.

“Y también imborrables sus enseñanzas y consejos fuera de las aulas, en los pasillos, en los recreos y en su faceta de director técnico del seleccionado de fútbol, que le dieron al Oriente de aquellos años muchos triunfos en torneos escolares locales y nacionales”

“Son muchos los recuerdos y muchas las emociones que en este día confluyen. Permítanme hacer una breve alusión personal, a la que recurro porque apuntala la personalidad y la calidad humana de nuestro apreciable homenajeado”.

“Lo hago además por el vínculo de amistad y de mutuo respeto que tuvo el profesor Palou con mi señor padre, el teniente coronel Felipe Flores Narro, otro personaje que también contribuyó a la formación de muchas generaciones de esta muy querida institución”.

“Palou y Flores Narro fueron algo más que docentes contemporáneos y pilares en la formación de centenares de jóvenes poblanos. Diría que ambos fueron personajes paralelos, identificados por una misma vocación y por muchas afinidades: la docencia, la historia, la cultura… y también el futbol”.

“Cuando murió mi padre hace 19 años, don Pedro se refirió en un artículo que publicó “El Sol de Puebla” de su “sólida amistad de varias décadas”.

“Respecto a su experiencia compartida en esta institución educativa, Palou escribió: Juntos realizamos, en momentos difíciles de la juventud y de Puebla, un ensayo educativo en la militarización, y así vivimos en la fascinación del servicio educativo, meses, semanas, años infatigables. Llegamos a entendernos en comunidad de ideas y de pensamientos, que con el lenguaje de los ojos y de la actitud nos entendimos. Muchas vivencias. Muchas amarguras, no pocas satisfacciones compartimos”, dijo.

“Ahora debo añadir que esa afinidad y ese cariño entre ambos, también se deslizó al ámbito del futbol, que fue por igual su pasión como aficionados, como técnicos, como piezas importantes en la organización de la sede en Puebla de dos campeonatos mundiales de futbol, en 1970 y en 1986”.

“Conservo como tesoro este libro que el Profesor Palou le obsequió a mi padre, titulado Hola míster, el futbol por dentro, escrito por el legendario jugador y técnico argentino Alejandro Scopelli.”

“Leo la dedicatoria inscrita en la solapa del libro, fechada en 1961, hace ya 55 años: Apreciado Mayor Flores Narro: Que algún día encontremos en la danza sagrada que es el fútbol, a ese astro fugitivo que es el balón, aunque sea en el otro mundo. Fraternalmente, Pedro Ángel Palou”.

“Por todo ello, como exalumno, como su pupilo en las canchas, como poblano, como hijo de quien lo quiso, lo admiró y lo apreció, mis respetos y mi cariño eterno; sentimientos y emociones querido Profesor Pedro Ángel Palou, que seguramente comparten también mis compañeros exalumnos del Instituto Militarizado Oriente”.

Hasta aquí las citas.

Hoy refrendo todas esas expresiones. A casi dos años de aquél evento y ante la pesadumbre por la ausencia de ese Palou no inventado como supuso, sino real, auténtico, inmenso, me reconforta el inminente reencuentro que don Pedro tendrá con mi padre en ese “otro mundo” aludido, y que, como lo presagió, ambos puedan compartir nuevas aventuras, y en sus ratos de diversión futbolera, descubrir con gozo a “ese astro fugitivo que es el balón”.

En paz descanses, querido maestro.

Con la humildad y modestia que son propias de los hombres sabios y nobles, y agobiado por las elogiosas alusiones a su persona, el maestro Pedro Ángel Palou Pérez solo alcanzó a balbucear: “Ese que dicen que soy, yo no soy; lo inventaron por la generosidad de mis amigos”.

Ante el micrófono y muy emocionado, antes había narrado cómo fue que en la década de los años cuarenta del siglo pasado llegó a Puebla procedente de su natal Orizaba “con dos valijas a cuestas; una con poca ropa y la otra llena de incógnitas e ilusiones”.

Y como remate, dijo: “Hoy, a los ochenta y tantos calendarios que se me vinieron encima, sin darme cuenta cómo pude llegar, sigo confundido, abrumado entre vivencias, recuerdos, nostalgias, muertos, victorias e imágenes. Aplastado hoy con los brazos y el cariño de mis amigos y embrujado siempre por la calidez de los poblanos”.

Ello ocurrió el pasado 21 de julio de 2016, en el marco del emotivo homenaje que un grupo de exalumnos de la Generación Centenario del Instituto Militarizado Oriente le brindamos como tributo a la querencia que inspiraba, a su inmensa contribución como docente y a su legado cultural a favor de Puebla.

Esos recuerdos afloran ahora, tras la triste y desoladora noticia de su deceso, la noche del pasado jueves.

En aquella ceremonia de reconocimiento, el que esto escribe fue distinguido con el honor de transmitir el mensaje a nombre de los exalumnos del Oriente, institución a la que don Pedro sirvió durante más de 35 años.

Transcribo algunos fragmentos de aquella elocución en la que traté de exaltar sus valores humanos e intelectuales, así como sus aportaciones como historiador, cronista, escritor y periodista.

Entre otros conceptos, dije entonces:

“…como exalumno, destacaría también del profesor Palou su vocación al magisterio, su calidad de cátedra y su pasión por la enseñanza, todo ello con un estilo propio, singular, ameno, didáctico y siempre convincente”.

“Quienes fuimos sus alumnos preservamos el recuerdo de sus clases de historia de México, y valoramos que hayan ido más allá de la mera descripción o del relato cronológico de nuestros antepasados”.

“Sus clases fueron siempre exposiciones lúcidas, disertaciones vivas que nos hicieron conocer y, sobre todo, comprender el entorno que imperó en el origen, la evolución, la diversidad y la gran riqueza cultural de nuestras etnias”.

“Fue así que aprendimos de mejor manera todo lo referente a las raíces de nuestros pueblos; sus modos de convivencia, sus costumbres, su religión, sus confrontaciones por la supervivencia, así como su rol político, social y cultural en su respectivo contexto histórico”.

“Con usted, don Pedro, no solo supimos y aprendimos de uno u otro pueblo, de una u otra etnia, sino también cuánto aportaron para configurar las bases y los cimientos de lo que hoy es nuestra gran Nación”.

“Sus clases contenían forma y fondo y un método de evaluación siempre infalible y particularmente pedagógico, ya que además de incentivar al estudio, sabía fomentar entre nosotros los sentidos de la competencia y la disertación”.

“Y también imborrables sus enseñanzas y consejos fuera de las aulas, en los pasillos, en los recreos y en su faceta de director técnico del seleccionado de fútbol, que le dieron al Oriente de aquellos años muchos triunfos en torneos escolares locales y nacionales”

“Son muchos los recuerdos y muchas las emociones que en este día confluyen. Permítanme hacer una breve alusión personal, a la que recurro porque apuntala la personalidad y la calidad humana de nuestro apreciable homenajeado”.

“Lo hago además por el vínculo de amistad y de mutuo respeto que tuvo el profesor Palou con mi señor padre, el teniente coronel Felipe Flores Narro, otro personaje que también contribuyó a la formación de muchas generaciones de esta muy querida institución”.

“Palou y Flores Narro fueron algo más que docentes contemporáneos y pilares en la formación de centenares de jóvenes poblanos. Diría que ambos fueron personajes paralelos, identificados por una misma vocación y por muchas afinidades: la docencia, la historia, la cultura… y también el futbol”.

“Cuando murió mi padre hace 19 años, don Pedro se refirió en un artículo que publicó “El Sol de Puebla” de su “sólida amistad de varias décadas”.

“Respecto a su experiencia compartida en esta institución educativa, Palou escribió: Juntos realizamos, en momentos difíciles de la juventud y de Puebla, un ensayo educativo en la militarización, y así vivimos en la fascinación del servicio educativo, meses, semanas, años infatigables. Llegamos a entendernos en comunidad de ideas y de pensamientos, que con el lenguaje de los ojos y de la actitud nos entendimos. Muchas vivencias. Muchas amarguras, no pocas satisfacciones compartimos”, dijo.

“Ahora debo añadir que esa afinidad y ese cariño entre ambos, también se deslizó al ámbito del futbol, que fue por igual su pasión como aficionados, como técnicos, como piezas importantes en la organización de la sede en Puebla de dos campeonatos mundiales de futbol, en 1970 y en 1986”.

“Conservo como tesoro este libro que el Profesor Palou le obsequió a mi padre, titulado Hola míster, el futbol por dentro, escrito por el legendario jugador y técnico argentino Alejandro Scopelli.”

“Leo la dedicatoria inscrita en la solapa del libro, fechada en 1961, hace ya 55 años: Apreciado Mayor Flores Narro: Que algún día encontremos en la danza sagrada que es el fútbol, a ese astro fugitivo que es el balón, aunque sea en el otro mundo. Fraternalmente, Pedro Ángel Palou”.

“Por todo ello, como exalumno, como su pupilo en las canchas, como poblano, como hijo de quien lo quiso, lo admiró y lo apreció, mis respetos y mi cariño eterno; sentimientos y emociones querido Profesor Pedro Ángel Palou, que seguramente comparten también mis compañeros exalumnos del Instituto Militarizado Oriente”.

Hasta aquí las citas.

Hoy refrendo todas esas expresiones. A casi dos años de aquél evento y ante la pesadumbre por la ausencia de ese Palou no inventado como supuso, sino real, auténtico, inmenso, me reconforta el inminente reencuentro que don Pedro tendrá con mi padre en ese “otro mundo” aludido, y que, como lo presagió, ambos puedan compartir nuevas aventuras, y en sus ratos de diversión futbolera, descubrir con gozo a “ese astro fugitivo que es el balón”.

En paz descanses, querido maestro.