/ domingo 8 de marzo de 2020

Pandemia de ideas

No me refiero al coronavirus, una enfermedad epidémica que se está extendiendo a muchos países y a casi todos sus habitantes, porque es claro que así está sucediendo y las instituciones y centros de trabajo ya tendrían que estar tomando medidas al respecto. Me refiero a los tiempos que estamos viviendo, con la efervescencia social que nos ha producido el pensamiento liberal.

Identifico la pandemia que se ha producido con un pensamiento fraccionado, con valores relativos y elegibles para cada persona ¿quién me impide hacerlo? Ni el Estado, ni las Iglesias, ni los sindicatos ni los partidos, porque como instituciones han sido tocadas por la corrupción de todo tipo. El último reducto era la familia, pero también está penetrada por ideas tóxicas que redundan en actos muy nocivos, como los feminicidios que ocurren bajo sus techos, que debieran ser los espacios que más seguridad nos dan porque estamos en casa.

Katrine Marcal escribió en 2016 “¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? Una historia de las mujeres y la economía” en el que critica la ideología liberal y sus planteamientos, exponiendo las aportaciones de la economía feminista como la relevancia del trabajo doméstico, de cuidados, de la desigualdad en las remuneraciones por cuestiones de género, que en definitiva cosifican a la mujer para el mercado. El análisis es un cuestionamiento de las ideas del liberalismo ortodoxo.

En la reflexión que se deriva del texto de Marcal, el mercado liberal del que somos presa ha llevado al extremo casi irracional el consumo de todo tipo, y como la mujer está cosificada desde tiempos inmemoriales, entonces también puede consumirse. Así, persiste por ejemplo la pornografía y la prostitución.

La pandemia que considero se refiere precisamente a unas condiciones que se han establecido de forma irracional. Explotan así contradicciones en el pensamiento y en el proceder humano. Me explico: el lunes 9 de marzo se prevé un paro de mujeres a nivel nacional para que sean visibilizadas y valorado su trabajo, pero no hay una claridad para muchos incluyendo a quienes la respaldan. Es un movimiento que se originó a partir de los esquemas masculinizados de la economía en donde las personas tienen relaciones diversas con la producción, la reproducción y el consumo, que en gran parte se fundamenta en la diferencia de géneros.

Pero, quienes trabajan tienen un cuerpo que requiere cuidados, comida, ropa limpia, descanso, una cama con sábanas, etcétera, trabajo de servicio que no se ve reflejado en una cuenta de la economía nacional. Nadie los contabiliza. Así que, aunque todavía no se logra comprender y valorar ese trabajo histórica y primordialmente femenino, un día de paro laboral femenino tiene esa motivación.

El punto es que preguntando a varias mujeres que conozco si irían a trabajar el lunes 9, muchas dijeron que no, claro, pero que iban a lavar, planchar, arreglar su casa, ir al cine, y tal vez estarán cocinando para sus hijos o esposo, y entonces no pasará nada. Será como un día más de asueto.

Mientras, la marcha prevista para el domingo 8 de marzo tiene una motivación histórica, exigir equidad para las mujeres en todos los ámbitos de la vida, pero coexisten muchos feminismos producto de muchas ideas y criterios. Así que habrá proabortistas, provida, proigualdad, proequidad, feministas radicales, liberales, anarquistas y otras ausentes, que prefieren que todo siga como antes, cuando el hombre era proveedor y la mujer criaba a los niños y cuidaba su casa.

La realidad es que estamos en un momento histórico, somos testigos del avance de un movimiento con enormes beneficios para quienes nos sucederán como mujeres, pero también quedan muchas confusiones porque hay cosas que se deben hacer, son parte de la naturaleza y obligan, como elaborar la comida o lavar la ropa, o cuidar a los hijos. Es la pandemia de ideas que resolver.

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com

No me refiero al coronavirus, una enfermedad epidémica que se está extendiendo a muchos países y a casi todos sus habitantes, porque es claro que así está sucediendo y las instituciones y centros de trabajo ya tendrían que estar tomando medidas al respecto. Me refiero a los tiempos que estamos viviendo, con la efervescencia social que nos ha producido el pensamiento liberal.

Identifico la pandemia que se ha producido con un pensamiento fraccionado, con valores relativos y elegibles para cada persona ¿quién me impide hacerlo? Ni el Estado, ni las Iglesias, ni los sindicatos ni los partidos, porque como instituciones han sido tocadas por la corrupción de todo tipo. El último reducto era la familia, pero también está penetrada por ideas tóxicas que redundan en actos muy nocivos, como los feminicidios que ocurren bajo sus techos, que debieran ser los espacios que más seguridad nos dan porque estamos en casa.

Katrine Marcal escribió en 2016 “¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? Una historia de las mujeres y la economía” en el que critica la ideología liberal y sus planteamientos, exponiendo las aportaciones de la economía feminista como la relevancia del trabajo doméstico, de cuidados, de la desigualdad en las remuneraciones por cuestiones de género, que en definitiva cosifican a la mujer para el mercado. El análisis es un cuestionamiento de las ideas del liberalismo ortodoxo.

En la reflexión que se deriva del texto de Marcal, el mercado liberal del que somos presa ha llevado al extremo casi irracional el consumo de todo tipo, y como la mujer está cosificada desde tiempos inmemoriales, entonces también puede consumirse. Así, persiste por ejemplo la pornografía y la prostitución.

La pandemia que considero se refiere precisamente a unas condiciones que se han establecido de forma irracional. Explotan así contradicciones en el pensamiento y en el proceder humano. Me explico: el lunes 9 de marzo se prevé un paro de mujeres a nivel nacional para que sean visibilizadas y valorado su trabajo, pero no hay una claridad para muchos incluyendo a quienes la respaldan. Es un movimiento que se originó a partir de los esquemas masculinizados de la economía en donde las personas tienen relaciones diversas con la producción, la reproducción y el consumo, que en gran parte se fundamenta en la diferencia de géneros.

Pero, quienes trabajan tienen un cuerpo que requiere cuidados, comida, ropa limpia, descanso, una cama con sábanas, etcétera, trabajo de servicio que no se ve reflejado en una cuenta de la economía nacional. Nadie los contabiliza. Así que, aunque todavía no se logra comprender y valorar ese trabajo histórica y primordialmente femenino, un día de paro laboral femenino tiene esa motivación.

El punto es que preguntando a varias mujeres que conozco si irían a trabajar el lunes 9, muchas dijeron que no, claro, pero que iban a lavar, planchar, arreglar su casa, ir al cine, y tal vez estarán cocinando para sus hijos o esposo, y entonces no pasará nada. Será como un día más de asueto.

Mientras, la marcha prevista para el domingo 8 de marzo tiene una motivación histórica, exigir equidad para las mujeres en todos los ámbitos de la vida, pero coexisten muchos feminismos producto de muchas ideas y criterios. Así que habrá proabortistas, provida, proigualdad, proequidad, feministas radicales, liberales, anarquistas y otras ausentes, que prefieren que todo siga como antes, cuando el hombre era proveedor y la mujer criaba a los niños y cuidaba su casa.

La realidad es que estamos en un momento histórico, somos testigos del avance de un movimiento con enormes beneficios para quienes nos sucederán como mujeres, pero también quedan muchas confusiones porque hay cosas que se deben hacer, son parte de la naturaleza y obligan, como elaborar la comida o lavar la ropa, o cuidar a los hijos. Es la pandemia de ideas que resolver.

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com