/ jueves 24 de marzo de 2022

Parece que no aprendimos nada de la pandemia

A dos años del brote de covid-19, muchas cosas han cambiado, pero otras siguen igual. Muchos pensaron que esta enfermedad nos haría valorar más lo que tenemos, mejorar nuestra actitud y así lograr una mayor convivencia entre los seres humanos, pero no es así.


Salvo algunos brotes y complicaciones locales, parece ser que el coronavirus está contra las cuerdas: las defunciones ya son muy pocas o inexistentes en algunas entidades; y la mayoría de la población ya cuenta con un esquema de vacunación. Las actividades siguen su curso y prácticamente se puede hacer cualquier actividad, claro está, contando con una mascarilla. Esto nos da un panorama halagüeño en cuanto a lo salubre, pero qué sucede con los aspectos sociales y nuestra capacidad de convivencia.

El filósofo español José Antonio Marina nos señala que la pandemia no cambiará a la sociedad, tomando en cuenta que las verdaderas transformaciones se han dado cuando los miembros de una civilización lo quieren hacer, más que cuando hay emergencias. Tomemos el ejemplo de la Primera Guerra Mundial, lucha que se decía daría final a todas las conflagraciones armadas y que costó millones de vidas. Después de firmarse el armisticio de 1918, los odios, problemas económicos surgieron con más fuerza, lo cual dio origen a las sanciones internacionales y los nacionalismos, situación que originó la Segunda Guerra Mundial, tomando en cuenta que las acciones bélicas de los nacional-socialistas tuvieron, en parte, un origen en las duras medidas del Tratado de Versalles, así como sucede hoy en Ucrania, es decir, el ataque ruso es parte de una reacción ante las presiones de Occidente, esto sin justificar las decisiones del Kremlin y sin atribuir un porcentaje de culpa a alguno de los bandos, recordemos que en la guerra y en la historia la ética y la justicia no existen.

En el caso internacional, esta pandemia no limitó a los Estados Unidos a desplegar sus políticas expansionistas de siempre, tampoco hemos visto que los odios entre judíos y musulmanes se reduzcan o que las grandes potencias dejen de cometer abusos sobre sus vecinos. Así ha sido la historia del mundo y creo nunca cambiará, lo cual echa por tierra esos idealismos de una humanidad unida, los cuales podrían ser muy deseables, pero simplemente son imposibles de realizar.

Pues bien, en México estamos viendo la luz al final del túnel del virus, no obstante, podemos apreciar que la mayoría de la gente sigue con la actitud de rencor y divisionismo que nos ha caracterizado siempre. Un ejemplo claro lo tenemos en el discurso político, siempre descalificando al otro, en el marco de una corrupción que existe en prácticamente todas las administraciones y en los 3 niveles de gobierno.

La idiosincrasia se basa mayormente en la confrontación, los complejos y diversos atavismos, haciendo que cualquier cosa sea pretexto para criticar y atacar, es más, en la calle podemos ver que cualquier incidente vial se convierte en una violenta pelea.

El crimen organizado se ha involucrado en distintas administraciones y los temas referentes a pobreza o movilidad social no tienen avances, esto además de la gran simulación de procesos que vemos en los supuestos intentos de solución a los grandes problemas nacionales, algunos de ellos estructurales y sin remedio.

Inclusive vemos que la salud mental y los problemas emocionales ya son temas de preocupación, todo ello en una sociedad mayormente ignorante y apática, con grandes diferencias sociales que imposibilitan el éxito de cualquier sistema electoral o de justicia.

Con todo ese panorama, es triste decir que en el mundo y especialmente en México no hemos aprendido algo positivo de pandemia, así que lo único que queda es manifestar buenos deseos que muy posiblemente se quedarán en eso: solo buenos deseos. Hasta la próxima.


Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.


A dos años del brote de covid-19, muchas cosas han cambiado, pero otras siguen igual. Muchos pensaron que esta enfermedad nos haría valorar más lo que tenemos, mejorar nuestra actitud y así lograr una mayor convivencia entre los seres humanos, pero no es así.


Salvo algunos brotes y complicaciones locales, parece ser que el coronavirus está contra las cuerdas: las defunciones ya son muy pocas o inexistentes en algunas entidades; y la mayoría de la población ya cuenta con un esquema de vacunación. Las actividades siguen su curso y prácticamente se puede hacer cualquier actividad, claro está, contando con una mascarilla. Esto nos da un panorama halagüeño en cuanto a lo salubre, pero qué sucede con los aspectos sociales y nuestra capacidad de convivencia.

El filósofo español José Antonio Marina nos señala que la pandemia no cambiará a la sociedad, tomando en cuenta que las verdaderas transformaciones se han dado cuando los miembros de una civilización lo quieren hacer, más que cuando hay emergencias. Tomemos el ejemplo de la Primera Guerra Mundial, lucha que se decía daría final a todas las conflagraciones armadas y que costó millones de vidas. Después de firmarse el armisticio de 1918, los odios, problemas económicos surgieron con más fuerza, lo cual dio origen a las sanciones internacionales y los nacionalismos, situación que originó la Segunda Guerra Mundial, tomando en cuenta que las acciones bélicas de los nacional-socialistas tuvieron, en parte, un origen en las duras medidas del Tratado de Versalles, así como sucede hoy en Ucrania, es decir, el ataque ruso es parte de una reacción ante las presiones de Occidente, esto sin justificar las decisiones del Kremlin y sin atribuir un porcentaje de culpa a alguno de los bandos, recordemos que en la guerra y en la historia la ética y la justicia no existen.

En el caso internacional, esta pandemia no limitó a los Estados Unidos a desplegar sus políticas expansionistas de siempre, tampoco hemos visto que los odios entre judíos y musulmanes se reduzcan o que las grandes potencias dejen de cometer abusos sobre sus vecinos. Así ha sido la historia del mundo y creo nunca cambiará, lo cual echa por tierra esos idealismos de una humanidad unida, los cuales podrían ser muy deseables, pero simplemente son imposibles de realizar.

Pues bien, en México estamos viendo la luz al final del túnel del virus, no obstante, podemos apreciar que la mayoría de la gente sigue con la actitud de rencor y divisionismo que nos ha caracterizado siempre. Un ejemplo claro lo tenemos en el discurso político, siempre descalificando al otro, en el marco de una corrupción que existe en prácticamente todas las administraciones y en los 3 niveles de gobierno.

La idiosincrasia se basa mayormente en la confrontación, los complejos y diversos atavismos, haciendo que cualquier cosa sea pretexto para criticar y atacar, es más, en la calle podemos ver que cualquier incidente vial se convierte en una violenta pelea.

El crimen organizado se ha involucrado en distintas administraciones y los temas referentes a pobreza o movilidad social no tienen avances, esto además de la gran simulación de procesos que vemos en los supuestos intentos de solución a los grandes problemas nacionales, algunos de ellos estructurales y sin remedio.

Inclusive vemos que la salud mental y los problemas emocionales ya son temas de preocupación, todo ello en una sociedad mayormente ignorante y apática, con grandes diferencias sociales que imposibilitan el éxito de cualquier sistema electoral o de justicia.

Con todo ese panorama, es triste decir que en el mundo y especialmente en México no hemos aprendido algo positivo de pandemia, así que lo único que queda es manifestar buenos deseos que muy posiblemente se quedarán en eso: solo buenos deseos. Hasta la próxima.


Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.