/ jueves 29 de septiembre de 2022

¿Por qué la paridad de género le da calidad y legitimidad a la democracia?

La construcción y consolidación de una democracia de calidad tiene obligada relación con una participación equilibrada de mujeres y hombres en puestos de poder, y por consecuencia en la toma de decisiones en todas las esferas de la vida política, económica y social. Pero no es hasta que llegan los procesos electorales, que nos llaman a pensar en los sistemas democráticos nuevamente y el impacto que estos tienen en la presencia de las mujeres en la política como una oportunidad para renovar nuestro compromiso por una inclusión, y así la transitar hacia un nuevo sistema democrático paritario.


Pero no alcanza con una legislación que imponga la igualdad; esta tiene que ser real. Además de que haya más mujeres en los diversos espacios y órganos de decisión política, es igualmente necesario promover las mismas condiciones y oportunidades para hombres y mujeres en todos los niveles jerárquicos de las estructuras políticas. La paridad, como medida legal en lo político electoral, ha demostrado ser la política más efectiva que las actuales sociedades pueden incorporar para lograr esa diversidad en el acceso al espacio público. En las democracias latinoamericanas que la han aplicado en nominaciones electorales se ha logrado el mayor número de mujeres electas como parlamentarias en la historia de algunos países, alcanzado rangos cercanos al 40%-50%, como en Argentina, Bolivia, México, Costa Rica y Ecuador.


Cuando la diversificación en la toma de decisiones no existe, es probable que los intereses que se traducen en políticas públicas representen sólo a un grupo determinado en desmedro de otros. La democracia paritaria es una oportunidad para que las necesidades del 50% de la población sean atendidas a través de decisiones y políticas más inclusivas desde todos los poderes del Estado y en todos los niveles de gobierno. La experiencia ha mostrado que la participación de mujeres en espacios donde se decide la agenda política contribuye a que se incorporen temas que repercuten en beneficio de toda la sociedad, como la custodia parental, la legislación contra la violencia de género, la salud sexual y reproductiva, el empleo y autonomía económica de las mujeres, la seguridad en espacios públicos, la educación, etc.


La paridad permite que más mujeres lleguen, y cuando eso sucede, tal como señalan diversos estudios (OEA; CEPAL; BID) se produce un impacto positivo en el tipo de políticas, temas y soluciones consideradas.

La desigualdad tiene costos para el desarrollo de los países. La democracia paritaria plantea la incorporación plena e igualitaria de las mujeres en diferentes aspectos, aprovechando así un valioso capital humano. En el plano educativo, las mujeres superan a los hombres en el número máximo de años de instrucción: 25% de mujeres frente a 20.2% de hombres con más de trece años de educación formal (CEPAL, 2019).

Que haya mujeres líderes políticas contribuye a generar nuevos roles y prototipos de mujeres, distintos de las tradicionales. Redistribuir el poder de forma equilibrada entre hombres y mujeres, como plantea la democracia paritaria (tanto en el mundo público como en la vida privada), ayuda a construir relaciones horizontales de igualdad y liderazgos libres de estereotipos y prejuicios. Además, las mujeres líderes refuerzan el concepto de la mujer ciudadana frente a la mujer víctima, vulnerable y económicamente dependiente. Dicho esto, la paridad también supone la liberación para los hombres de un tipo de masculinidad muchas veces anclada en relaciones de subordinación.

Entre el año 2000 y el 2020, el porcentaje de parlamentarias elegidas a nivel local en América Latina se ha incrementado de un 13,23% a un 35,7%. Sin embargo, en la región persisten importantes deficiencias para el empoderamiento político de las mujeres. Su baja participación en espacios de decisión y los obstáculos que deben sobrellevar para formar parte de los sistemas democráticos muestran una situación crítica, pero también una oportunidad para generar un cambio positivo en la región. Promover reformas legislativas que les permitan la paridad para ocupar cargos de liderazgo político para representar e influir en el desarrollo de sus sociedades sigue siendo el gran desafío, ahora en la agenda 2030.

La construcción y consolidación de una democracia de calidad tiene obligada relación con una participación equilibrada de mujeres y hombres en puestos de poder, y por consecuencia en la toma de decisiones en todas las esferas de la vida política, económica y social. Pero no es hasta que llegan los procesos electorales, que nos llaman a pensar en los sistemas democráticos nuevamente y el impacto que estos tienen en la presencia de las mujeres en la política como una oportunidad para renovar nuestro compromiso por una inclusión, y así la transitar hacia un nuevo sistema democrático paritario.


Pero no alcanza con una legislación que imponga la igualdad; esta tiene que ser real. Además de que haya más mujeres en los diversos espacios y órganos de decisión política, es igualmente necesario promover las mismas condiciones y oportunidades para hombres y mujeres en todos los niveles jerárquicos de las estructuras políticas. La paridad, como medida legal en lo político electoral, ha demostrado ser la política más efectiva que las actuales sociedades pueden incorporar para lograr esa diversidad en el acceso al espacio público. En las democracias latinoamericanas que la han aplicado en nominaciones electorales se ha logrado el mayor número de mujeres electas como parlamentarias en la historia de algunos países, alcanzado rangos cercanos al 40%-50%, como en Argentina, Bolivia, México, Costa Rica y Ecuador.


Cuando la diversificación en la toma de decisiones no existe, es probable que los intereses que se traducen en políticas públicas representen sólo a un grupo determinado en desmedro de otros. La democracia paritaria es una oportunidad para que las necesidades del 50% de la población sean atendidas a través de decisiones y políticas más inclusivas desde todos los poderes del Estado y en todos los niveles de gobierno. La experiencia ha mostrado que la participación de mujeres en espacios donde se decide la agenda política contribuye a que se incorporen temas que repercuten en beneficio de toda la sociedad, como la custodia parental, la legislación contra la violencia de género, la salud sexual y reproductiva, el empleo y autonomía económica de las mujeres, la seguridad en espacios públicos, la educación, etc.


La paridad permite que más mujeres lleguen, y cuando eso sucede, tal como señalan diversos estudios (OEA; CEPAL; BID) se produce un impacto positivo en el tipo de políticas, temas y soluciones consideradas.

La desigualdad tiene costos para el desarrollo de los países. La democracia paritaria plantea la incorporación plena e igualitaria de las mujeres en diferentes aspectos, aprovechando así un valioso capital humano. En el plano educativo, las mujeres superan a los hombres en el número máximo de años de instrucción: 25% de mujeres frente a 20.2% de hombres con más de trece años de educación formal (CEPAL, 2019).

Que haya mujeres líderes políticas contribuye a generar nuevos roles y prototipos de mujeres, distintos de las tradicionales. Redistribuir el poder de forma equilibrada entre hombres y mujeres, como plantea la democracia paritaria (tanto en el mundo público como en la vida privada), ayuda a construir relaciones horizontales de igualdad y liderazgos libres de estereotipos y prejuicios. Además, las mujeres líderes refuerzan el concepto de la mujer ciudadana frente a la mujer víctima, vulnerable y económicamente dependiente. Dicho esto, la paridad también supone la liberación para los hombres de un tipo de masculinidad muchas veces anclada en relaciones de subordinación.

Entre el año 2000 y el 2020, el porcentaje de parlamentarias elegidas a nivel local en América Latina se ha incrementado de un 13,23% a un 35,7%. Sin embargo, en la región persisten importantes deficiencias para el empoderamiento político de las mujeres. Su baja participación en espacios de decisión y los obstáculos que deben sobrellevar para formar parte de los sistemas democráticos muestran una situación crítica, pero también una oportunidad para generar un cambio positivo en la región. Promover reformas legislativas que les permitan la paridad para ocupar cargos de liderazgo político para representar e influir en el desarrollo de sus sociedades sigue siendo el gran desafío, ahora en la agenda 2030.