/ viernes 21 de junio de 2019

Pordioseros

Están por todas partes. Son parte del paisaje citadino en semáforos, aceras y en los portales, hay quienes andan a pie y hasta de casa en casa.

Su camuflaje es de tal forma que los especialistas no alcanzan a definir en qué punto del entramado crisis-migración-crecimiento urbano y trabajo precario, la mendicidad dejo de ser un medio de subsistencia para convertirse en un trabajo.

Estudiantes, extranjeros, indígenas analfabetas, adictos y mujeres con niños a cuesta fingiendo enfermedades, han encontrado en la caridad una forma perfecta para obtener ingresos sin estar subordinados a un empleador y tener horarios y cargas de trabajo.

El único riesgo que tienen es el de ser atropellados, aunque para muchos con toda premeditación, esto puede ser un buen “negocio”, en donde un conductor será “la víctima”.

Hoy, como nunca en tu historia moderna estás invadido por ellos. Que además ya tienen categorías, los llamados tradicionales, descalzos, harapientos y extendiendo la mano prácticamente se han reducido al primer cuadro de tu Centro Histórico. Otros “más evolucionados” ocupan los cruceros, para limpiar los parabrisas o las carrocerías con artefactos impregnados en aditivos brillantes; y otros más, diríamos de lujo, están en las nuevas avenidas y cruceros de las colonias “elegantes”, Zavaleta, Angelópolis, boulevard Atlixco. Niño Poblano, etc., con vestimentas “modernas” y tenis de marca.

Pero en resumen, no dejan de ser “pordioseros”. Según el diccionario, la palabra “pordiosero” tiene dos acepciones 1) Persona que habitualmente pide limosna para vivir; 2) Persona de aspecto desharrapado y perteneciente a un grupo social marginado.

La etimología de la palabra se remonta a la Edad Media cuando los mendigos pedían una “limosna por Dios”, al añadirle a “por Dios” el sufijo –ero, se obtiene por-dios-ero, y de ahí nace la palabra que en sus orígenes pudo ser el grito desesperado de aquellos que no tienen nada y piden ayuda a los demás; pero que en la actualidad se ha convertido para muchos en un verdadero trabajo o negocio lucrativo, en donde no se pagan impuestos, y no se tiene un horario. Sin ninguna regulación oficial, en unas horas pueden multiplicar el salario que devengan miles de profesionistas y trabajadores, con salarios que no rebasan los dos salarios mínimos y que por desgracia, son los más frecuentes en nuestro país.

Un estudiante de Ingeniería de la Universidad Veracruzana publicó estimaciones que revelan los dividendos de “la limosna” en la calle: “Un semáforo cambia en promedio cada 30 segundos. Por minuto, un limosnero tiene tiempo para recaudar mínimo $2.00, que multiplicados por una hora equivalen a $120.00 y por 8 horas $960.00. ¡Muchos profesionistas no los ganan en ese tiempo!

Pero más allá de especular con sus ingresos, en verdad, nos han “invadido” y nos causan molestia y descontento, y desde luego imaginemos la emoción que producen en nuestro visitantes sobre todo del Centro Histórico, materialmente asediados por “ellos”… ¡es deprimente y molesto!

Hace 40 años una escritora Senegalesa Aminata Sow Fall, publicó una novela titulada “La huelga de los mendigos” que fue publicada por la Editorial Wanafrica y en la que evidencia la hipocresía de las clases sociales y los valores religiosos. Pero, señala que en la ciudad de Dakar, donde asienta su relato, “…las Autoridades han puesto coto a la mendicidad callejera, ya que el número de turistas ha bajado considerablemente, y es casi seguro que esa gente tiene algo que ver…”

¿No nos estará pasando lo mismo, aquí contigo querida Puebla?

¿No sería importante meter las manos en este asunto que ya no es un problema social, sino también económico y político para el Municipio?

Gracias Puebla y te recuerdo “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”

Están por todas partes. Son parte del paisaje citadino en semáforos, aceras y en los portales, hay quienes andan a pie y hasta de casa en casa.

Su camuflaje es de tal forma que los especialistas no alcanzan a definir en qué punto del entramado crisis-migración-crecimiento urbano y trabajo precario, la mendicidad dejo de ser un medio de subsistencia para convertirse en un trabajo.

Estudiantes, extranjeros, indígenas analfabetas, adictos y mujeres con niños a cuesta fingiendo enfermedades, han encontrado en la caridad una forma perfecta para obtener ingresos sin estar subordinados a un empleador y tener horarios y cargas de trabajo.

El único riesgo que tienen es el de ser atropellados, aunque para muchos con toda premeditación, esto puede ser un buen “negocio”, en donde un conductor será “la víctima”.

Hoy, como nunca en tu historia moderna estás invadido por ellos. Que además ya tienen categorías, los llamados tradicionales, descalzos, harapientos y extendiendo la mano prácticamente se han reducido al primer cuadro de tu Centro Histórico. Otros “más evolucionados” ocupan los cruceros, para limpiar los parabrisas o las carrocerías con artefactos impregnados en aditivos brillantes; y otros más, diríamos de lujo, están en las nuevas avenidas y cruceros de las colonias “elegantes”, Zavaleta, Angelópolis, boulevard Atlixco. Niño Poblano, etc., con vestimentas “modernas” y tenis de marca.

Pero en resumen, no dejan de ser “pordioseros”. Según el diccionario, la palabra “pordiosero” tiene dos acepciones 1) Persona que habitualmente pide limosna para vivir; 2) Persona de aspecto desharrapado y perteneciente a un grupo social marginado.

La etimología de la palabra se remonta a la Edad Media cuando los mendigos pedían una “limosna por Dios”, al añadirle a “por Dios” el sufijo –ero, se obtiene por-dios-ero, y de ahí nace la palabra que en sus orígenes pudo ser el grito desesperado de aquellos que no tienen nada y piden ayuda a los demás; pero que en la actualidad se ha convertido para muchos en un verdadero trabajo o negocio lucrativo, en donde no se pagan impuestos, y no se tiene un horario. Sin ninguna regulación oficial, en unas horas pueden multiplicar el salario que devengan miles de profesionistas y trabajadores, con salarios que no rebasan los dos salarios mínimos y que por desgracia, son los más frecuentes en nuestro país.

Un estudiante de Ingeniería de la Universidad Veracruzana publicó estimaciones que revelan los dividendos de “la limosna” en la calle: “Un semáforo cambia en promedio cada 30 segundos. Por minuto, un limosnero tiene tiempo para recaudar mínimo $2.00, que multiplicados por una hora equivalen a $120.00 y por 8 horas $960.00. ¡Muchos profesionistas no los ganan en ese tiempo!

Pero más allá de especular con sus ingresos, en verdad, nos han “invadido” y nos causan molestia y descontento, y desde luego imaginemos la emoción que producen en nuestro visitantes sobre todo del Centro Histórico, materialmente asediados por “ellos”… ¡es deprimente y molesto!

Hace 40 años una escritora Senegalesa Aminata Sow Fall, publicó una novela titulada “La huelga de los mendigos” que fue publicada por la Editorial Wanafrica y en la que evidencia la hipocresía de las clases sociales y los valores religiosos. Pero, señala que en la ciudad de Dakar, donde asienta su relato, “…las Autoridades han puesto coto a la mendicidad callejera, ya que el número de turistas ha bajado considerablemente, y es casi seguro que esa gente tiene algo que ver…”

¿No nos estará pasando lo mismo, aquí contigo querida Puebla?

¿No sería importante meter las manos en este asunto que ya no es un problema social, sino también económico y político para el Municipio?

Gracias Puebla y te recuerdo “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”