/ martes 10 de septiembre de 2019

Puebla 2021. La capital

La guerra al interior de Morena tiene un objetivo: la capital del Estado. Todos la tienen en la mira y todos quieren estar en la carrera por la Presidencia Municipal más importante de la entidad. Por eso, los ataques contra Claudia Rivera Vivanco provienen en mayor medida de sus enemigos internos que de sus contrincantes de otros partidos.

Si la gestión de la Presidenta Municipal es buena o mala, es algo que se puede discutir. Pero, para sus enemigos en Morena no hay términos medios: califican de desastroso el desempeño de Rivera y anuncian casi con beneplácito que puede que Claudia “caiga” a mediados de septiembre. Eso vienen diciendo desde hace más de medio año. Semana tras semana, Rivera es atacada porque sonríe o porque frunce el ceño, porque no reacciona, porque emprende, porque permite o porque regula o deja de regular. En mayor medida, las acciones y omisiones de Claudia no son la razón de los ataques que recibe.

El principal problema de Rivera es que, desde el día que tomó posesión, se volvió candidata natural a repetir en la elección de 2021 y se convirtió en un factor de influencia para involucrarse en la designación del candidato a Presidente Municipal por el partido de López Obrador. Claudia tiene poder y eso no gusta ni a la oposición ni a sus enemigos de Morena. Por eso, disminuir ese poder y su campo de acción se volvió labor primordial para sus rivales.

Si a eso se suma que el desempeño de Rivera tiene claroscuros -por decir lo menos-, la cuestión llega al punto de querer que Barbosa utilice su mano de hierro y borre de un manotazo la existencia política de Rivera Vivanco. Si eso sucediera, el mensaje sería devastador para el electorado: el gobernador quita a la Presidenta Municipal y el partido implícitamente admitiría que propuso y llevó al poder a una incompetente. Es improbable que se consume ese escenario de que Rivera Vivanco deje la Presidencia Municipal, porque sería un balazo en el pie.

Pero con la llegada de Barbosa el avispero se movió. Dos son los síntomas de ese movimiento: Manzanilla perdió poder como otrora mandamás del Gabinete, y, por otra parte, el Gobernador le da cada vez más juego político a Gabriel Biestro para impulsarlo como el sucesor de Rivera Vivanco.

Manzanilla tomó nota y tratará de salir del gabinete de forma discreta. Si los pronósticos se cumplen, el inicio del próximo año traerá un nuevo secretario de Gobernación (que todo parece indicar será David Méndez). Si Manzanilla se va, sería porque el traje que le ha diseñado el gobernador en la secretaría que hasta ahora dirige no le convence y porque piensa que fuera del gabinete puede lograr posicionarse para liderar un proyecto que tenga en 2021 el reto de ganar la Presidencia Municipal y de retener la gubernatura en 2021. El escenario se ha complicado para Fernando. Sabe que no es el favorito y Barbosa no se lo dice, pero se lo hace sentir.

Si a Manzanilla no lo quiere, a Biestro lo adora. Ese parece ser el mensaje de Barbosa. Que Biestro no solo es su persona de confianza en el Congreso, sino que será recompensado por apostar una y otra vez a favor de Barbosa como candidato a gobernador. En 2018 y en 2019, Biestro se convirtió en una figura crucial para Barbosa porque realizaba algo que pocos barbosistas realizan: operaba. Y, además, es fiel a Barbosa. Por eso, el gobernador le da reflectores una y otra vez (la última, el “informe de actividades legislativas” que se realizó este lunes y que en realidad fue un show para que Biestro se luciera).

Pero el 2021 está lejos y todo puede pasar. El sucesor de Rivera Vivanco será beneficiado o perjudicado por la política nacional. Por vez primera en la entidad, la elección a presidente municipal solo coincidirá con la elección federal de Diputados. Esto significa que, si los números no mienten, es más probable que lo que suceda en la política nacional impulse o sepulte las aspiraciones de quienes compitan por la Presidencia Municipal en Puebla. Y, en este punto, no se debe dejar pasar que Puebla es una ciudad que desde 1995 ha votado al centro-derecha. En 2018, la diferencia entre Claudia Rivera Vivanco y Eduardo Rivera no fue estratosférica, con todo y que AMLO arrasó en la entidad y la ola de Morena fue imparable. En 2021 el escenario será distinto y entonces se verá si Acción Nacional es capaz de recuperar la ciudad o si un candidato ciudadano (¿Manzanilla?) es capaz de agrupar a distintos grupos y echar de la Presidencia Municipal a Morena. El escenario no es claro aún. Lo saben Biestro, Manzanilla, Barbosa y Vivanco. Que nadie se dé por vencido. Que nadie se sienta ganador.

La guerra al interior de Morena tiene un objetivo: la capital del Estado. Todos la tienen en la mira y todos quieren estar en la carrera por la Presidencia Municipal más importante de la entidad. Por eso, los ataques contra Claudia Rivera Vivanco provienen en mayor medida de sus enemigos internos que de sus contrincantes de otros partidos.

Si la gestión de la Presidenta Municipal es buena o mala, es algo que se puede discutir. Pero, para sus enemigos en Morena no hay términos medios: califican de desastroso el desempeño de Rivera y anuncian casi con beneplácito que puede que Claudia “caiga” a mediados de septiembre. Eso vienen diciendo desde hace más de medio año. Semana tras semana, Rivera es atacada porque sonríe o porque frunce el ceño, porque no reacciona, porque emprende, porque permite o porque regula o deja de regular. En mayor medida, las acciones y omisiones de Claudia no son la razón de los ataques que recibe.

El principal problema de Rivera es que, desde el día que tomó posesión, se volvió candidata natural a repetir en la elección de 2021 y se convirtió en un factor de influencia para involucrarse en la designación del candidato a Presidente Municipal por el partido de López Obrador. Claudia tiene poder y eso no gusta ni a la oposición ni a sus enemigos de Morena. Por eso, disminuir ese poder y su campo de acción se volvió labor primordial para sus rivales.

Si a eso se suma que el desempeño de Rivera tiene claroscuros -por decir lo menos-, la cuestión llega al punto de querer que Barbosa utilice su mano de hierro y borre de un manotazo la existencia política de Rivera Vivanco. Si eso sucediera, el mensaje sería devastador para el electorado: el gobernador quita a la Presidenta Municipal y el partido implícitamente admitiría que propuso y llevó al poder a una incompetente. Es improbable que se consume ese escenario de que Rivera Vivanco deje la Presidencia Municipal, porque sería un balazo en el pie.

Pero con la llegada de Barbosa el avispero se movió. Dos son los síntomas de ese movimiento: Manzanilla perdió poder como otrora mandamás del Gabinete, y, por otra parte, el Gobernador le da cada vez más juego político a Gabriel Biestro para impulsarlo como el sucesor de Rivera Vivanco.

Manzanilla tomó nota y tratará de salir del gabinete de forma discreta. Si los pronósticos se cumplen, el inicio del próximo año traerá un nuevo secretario de Gobernación (que todo parece indicar será David Méndez). Si Manzanilla se va, sería porque el traje que le ha diseñado el gobernador en la secretaría que hasta ahora dirige no le convence y porque piensa que fuera del gabinete puede lograr posicionarse para liderar un proyecto que tenga en 2021 el reto de ganar la Presidencia Municipal y de retener la gubernatura en 2021. El escenario se ha complicado para Fernando. Sabe que no es el favorito y Barbosa no se lo dice, pero se lo hace sentir.

Si a Manzanilla no lo quiere, a Biestro lo adora. Ese parece ser el mensaje de Barbosa. Que Biestro no solo es su persona de confianza en el Congreso, sino que será recompensado por apostar una y otra vez a favor de Barbosa como candidato a gobernador. En 2018 y en 2019, Biestro se convirtió en una figura crucial para Barbosa porque realizaba algo que pocos barbosistas realizan: operaba. Y, además, es fiel a Barbosa. Por eso, el gobernador le da reflectores una y otra vez (la última, el “informe de actividades legislativas” que se realizó este lunes y que en realidad fue un show para que Biestro se luciera).

Pero el 2021 está lejos y todo puede pasar. El sucesor de Rivera Vivanco será beneficiado o perjudicado por la política nacional. Por vez primera en la entidad, la elección a presidente municipal solo coincidirá con la elección federal de Diputados. Esto significa que, si los números no mienten, es más probable que lo que suceda en la política nacional impulse o sepulte las aspiraciones de quienes compitan por la Presidencia Municipal en Puebla. Y, en este punto, no se debe dejar pasar que Puebla es una ciudad que desde 1995 ha votado al centro-derecha. En 2018, la diferencia entre Claudia Rivera Vivanco y Eduardo Rivera no fue estratosférica, con todo y que AMLO arrasó en la entidad y la ola de Morena fue imparable. En 2021 el escenario será distinto y entonces se verá si Acción Nacional es capaz de recuperar la ciudad o si un candidato ciudadano (¿Manzanilla?) es capaz de agrupar a distintos grupos y echar de la Presidencia Municipal a Morena. El escenario no es claro aún. Lo saben Biestro, Manzanilla, Barbosa y Vivanco. Que nadie se dé por vencido. Que nadie se sienta ganador.

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