/ miércoles 28 de febrero de 2018

¿Puede Moreno Valle hacer ganar a Meade y a Martha Érika al mismo tiempo?

Ahora que se somete a debate la posibilidad de que el grupo en el poder vaya a una elección de intereses cruzados, donde apueste por José Antonio Meade en la contienda presidencial y por Martha Érika Alonso en la estatal, vale la pena recordar lo ocurrido en 2012, cuando el entonces gobernador Rafael Moreno Valle jugó del lado de Enrique Peña Nieto y el PRI en los comicios federales de ese año.

¿Puede el morenogalismo comprometer un voto diferenciado para hacer ganar al mismo tiempo al candidato del PRI a presidente de la república y a la abanderada del PAN al gobierno del estado, como se ha expuesto?

La respuesta a esta compleja interrogante podría encontrarse en los resultados electorales de 2012 obtenidos aquí en Puebla.

Esa vez, los abanderados del PRI que contendieron por los diferentes puestos de elección popular, presidencia, senadurías y diputaciones federales, obtuvieron un mismo estándar de votos.

Si bien Andrés Manuel López Obrador se alzó con la victoria, con menos de tres mil sufragios de diferencia por encima de Peña Nieto, actual presidente de México, los tres tipos de elección dieron más de 800 mil votos para los candidatos del partido tricolor y su único aliado, el Partido Verde Ecologista.

Vea usted:

Peña Nieto consiguió 850 mil 521 sufragios.

Blanca Alcalá y Lucero Saldaña, candidatas al senado, 867 mil 929.

Los abanderados a diputados federales sumaron en conjunto 817 mil 357 votos, lo que les dio el triunfo en 12 de los 16 distritos en disputa.

El acuerdo de Moreno Valle con Peña Nieto fue ganar la elección presidencial para el PRI, nada más.

Como se recordará, no lo consiguió, pues el tabasqueño recibió el apoyo de 853 mil 320 electores, pero estuvo cerca.

Lo que importa para el tema que nos ocupa, la contienda electoral de 2018, es observar los números que en esa ocasión consiguieron también los aspirantes al senado y a las diputaciones federales.

En ambos casos emparejaron a Peña Nieto y en la elección específica de Alcalá y Saldaña, incluso, lo rebasaron.

Eso demuestra las complicaciones del voto diferenciado.

El morenovallismo, que apoyó a Peña Nieto, no pudo evitar los triunfos del tricolor en la pelea por el senado y 12 diputaciones federales.

Logró, sí, rescatar del tercer lugar a Javier Lozano Alarcón en una maniobra sospechosa y muy arriesgada, solo para ponerlo en segundo sitio, 20 mil votos por arriba del ex gobernador Manuel Bartlett.

La dupla Javier Lozano-Augusta Díaz de Rivera consiguió 701 mil 815 sufragios, contra 681 mil 150 de la mancuerna formada por Manuel Bartlett y Armando Etcheverry, compañeros de batalla de López Obrador a través de los partidos PRD, PT y Movimiento Ciudadano.

Josefina Vázquez Mota, por su parte, candidata presidencial del PAN, obtuvo 638 mil 428 votos, cifra similar a la alcanzada por los 16 abanderados a legisladores federales de ese mismo partido, 689 mil 924.

Pasado el tiempo puede verse que Moreno Valle esperaba las victorias del PRI y que seguramente por eso infiltró su lista de abanderados a diputados federales.

Aunque el PAN ganó solo cuatro distritos en 2012, el ex mandatario pudo contar entre sus incondicionales en la cámara baja, al menos, a los priistas Guadalupe Vargas, José Luis Márquez, Enrique Doger, Jesús Morales y Filiberto Guevara.

La enseñanza que dejan los comicios federales de 2012 es que no resulta sencillo concretar el voto diferenciado.

Esa es una buena noticia para los panistas que aún temen el doble juego de Moreno Valle.

Si el grupo en el poder quiere que Martha Érika Alonso gane la gubernatura, y vaya que quiere, está obligado a sumar fuerzas con Ricardo Anaya y Eduardo Rivera.

Sobre todo si, como parece, el efecto López Obrador amaga con arrastrar para bien a la mayoría de los candidatos de Morena en Puebla, por muy malos y desangelados que estos sean.


***

Una aclaración.

El lunes escribí que Luis Banck no había reconocido el trabajo de Eduardo Rivera durante la lectura de su informe en la junta auxiliar Ignacio Romero Vargas.

La afirmación fue incorrecta.

El presidente municipal sí mencionó al precandidato panista y a otros personajes más:

“Se trata de un mérito compartido”, dijo Banck cuando hablada de los logros en la ciudad, “de gobiernos municipales que a lo largo del tiempo han mantenido buenas prácticas, independientemente de su origen político. Saludo y reconozco a Eduardo Rivera que hoy nos acompaña… a Luis Paredes, ex presidente y amigo… y a todos los ex presidentes municipales que han hecho de Puebla una mejor ciudad para vivir y visitar”.

Lo que también es cierto es que, durante un buen rato, quizá hasta antes de escuchar estas palabras, que fueron pronunciadas mucho después de los reconocimientos efectuados a Moreno Valle y el gobernador José Antonio Gali, Rivera lució molesto.

Hasta la próxima.


Twitter: @jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx

Ahora que se somete a debate la posibilidad de que el grupo en el poder vaya a una elección de intereses cruzados, donde apueste por José Antonio Meade en la contienda presidencial y por Martha Érika Alonso en la estatal, vale la pena recordar lo ocurrido en 2012, cuando el entonces gobernador Rafael Moreno Valle jugó del lado de Enrique Peña Nieto y el PRI en los comicios federales de ese año.

¿Puede el morenogalismo comprometer un voto diferenciado para hacer ganar al mismo tiempo al candidato del PRI a presidente de la república y a la abanderada del PAN al gobierno del estado, como se ha expuesto?

La respuesta a esta compleja interrogante podría encontrarse en los resultados electorales de 2012 obtenidos aquí en Puebla.

Esa vez, los abanderados del PRI que contendieron por los diferentes puestos de elección popular, presidencia, senadurías y diputaciones federales, obtuvieron un mismo estándar de votos.

Si bien Andrés Manuel López Obrador se alzó con la victoria, con menos de tres mil sufragios de diferencia por encima de Peña Nieto, actual presidente de México, los tres tipos de elección dieron más de 800 mil votos para los candidatos del partido tricolor y su único aliado, el Partido Verde Ecologista.

Vea usted:

Peña Nieto consiguió 850 mil 521 sufragios.

Blanca Alcalá y Lucero Saldaña, candidatas al senado, 867 mil 929.

Los abanderados a diputados federales sumaron en conjunto 817 mil 357 votos, lo que les dio el triunfo en 12 de los 16 distritos en disputa.

El acuerdo de Moreno Valle con Peña Nieto fue ganar la elección presidencial para el PRI, nada más.

Como se recordará, no lo consiguió, pues el tabasqueño recibió el apoyo de 853 mil 320 electores, pero estuvo cerca.

Lo que importa para el tema que nos ocupa, la contienda electoral de 2018, es observar los números que en esa ocasión consiguieron también los aspirantes al senado y a las diputaciones federales.

En ambos casos emparejaron a Peña Nieto y en la elección específica de Alcalá y Saldaña, incluso, lo rebasaron.

Eso demuestra las complicaciones del voto diferenciado.

El morenovallismo, que apoyó a Peña Nieto, no pudo evitar los triunfos del tricolor en la pelea por el senado y 12 diputaciones federales.

Logró, sí, rescatar del tercer lugar a Javier Lozano Alarcón en una maniobra sospechosa y muy arriesgada, solo para ponerlo en segundo sitio, 20 mil votos por arriba del ex gobernador Manuel Bartlett.

La dupla Javier Lozano-Augusta Díaz de Rivera consiguió 701 mil 815 sufragios, contra 681 mil 150 de la mancuerna formada por Manuel Bartlett y Armando Etcheverry, compañeros de batalla de López Obrador a través de los partidos PRD, PT y Movimiento Ciudadano.

Josefina Vázquez Mota, por su parte, candidata presidencial del PAN, obtuvo 638 mil 428 votos, cifra similar a la alcanzada por los 16 abanderados a legisladores federales de ese mismo partido, 689 mil 924.

Pasado el tiempo puede verse que Moreno Valle esperaba las victorias del PRI y que seguramente por eso infiltró su lista de abanderados a diputados federales.

Aunque el PAN ganó solo cuatro distritos en 2012, el ex mandatario pudo contar entre sus incondicionales en la cámara baja, al menos, a los priistas Guadalupe Vargas, José Luis Márquez, Enrique Doger, Jesús Morales y Filiberto Guevara.

La enseñanza que dejan los comicios federales de 2012 es que no resulta sencillo concretar el voto diferenciado.

Esa es una buena noticia para los panistas que aún temen el doble juego de Moreno Valle.

Si el grupo en el poder quiere que Martha Érika Alonso gane la gubernatura, y vaya que quiere, está obligado a sumar fuerzas con Ricardo Anaya y Eduardo Rivera.

Sobre todo si, como parece, el efecto López Obrador amaga con arrastrar para bien a la mayoría de los candidatos de Morena en Puebla, por muy malos y desangelados que estos sean.


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Una aclaración.

El lunes escribí que Luis Banck no había reconocido el trabajo de Eduardo Rivera durante la lectura de su informe en la junta auxiliar Ignacio Romero Vargas.

La afirmación fue incorrecta.

El presidente municipal sí mencionó al precandidato panista y a otros personajes más:

“Se trata de un mérito compartido”, dijo Banck cuando hablada de los logros en la ciudad, “de gobiernos municipales que a lo largo del tiempo han mantenido buenas prácticas, independientemente de su origen político. Saludo y reconozco a Eduardo Rivera que hoy nos acompaña… a Luis Paredes, ex presidente y amigo… y a todos los ex presidentes municipales que han hecho de Puebla una mejor ciudad para vivir y visitar”.

Lo que también es cierto es que, durante un buen rato, quizá hasta antes de escuchar estas palabras, que fueron pronunciadas mucho después de los reconocimientos efectuados a Moreno Valle y el gobernador José Antonio Gali, Rivera lució molesto.

Hasta la próxima.


Twitter: @jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx