/ jueves 19 de mayo de 2022

¿Qué debemos pensar para después de nuestra muerte?

Los seres humanos pensamos mucho en asuntos acerca de cómo conducir nuestra vida, buscamos educarnos, hacer dinero, tener familia, divertirnos, pero quizá no es tan común pensar en qué sucederá respecto a nosotros cuando nuestras funciones vitales cesen.


Hace unas horas me enteré del fallecimiento de un compañero universitario, quien súbitamente murió en un hospital después de haber experimentado un malestar un día anterior, él tenía un par de hijos, esposa y planes que no pudo realizar.

Evidentemente hay quien contrata una póliza de seguro, forja un patrimonio o paga una educación a los vástagos, quienes son los que más necesitan del apoyo y sostenimiento, pero también vale la pena pensar qué queremos que sea nuestra imagen o legado para después de fallecer.

En primer lugar hay que recalcar la necesidad de buscar un sistema financiero o de seguro que pueda apoyar a los deudos, sin embargo, el dinero no es suficiente para poder cuidar de un hijo.

Dice el filósofo Martin Heidegger que después de la muerte no hay absolutamente nada, en función de que no hay una trascendencia, cielo o infierno que puedan alargar la conciencia, sin embargo, sí se puede dejar un recuerdo o una serie de ideas, es por ello que hoy en día aún recordamos a Platón, Kant o Sartre, pese a haber vivido hace años y hasta milenios.

Se dice que los escritores nunca mueren, simplemente dejan de escribir, porque sus palabras se seguirán escuchando en todo aquel que tome un libro, pero hay que recordar que no todos los seres humanos tienen la vocación o el talento para plasmar ideas mediante el lenguaje, así que también tenemos que referirnos a personas ordinarias, quienes con su actuar diario construyen una imagen que puede trascender.

Cuando hablamos de la vejez, desde el punto de vista filosófico, nos enfrentamos a la pregunta respecto a lo dejado en vida, a lo que se puede aspirar y ahí encuentro una opinión de la filósofa Victoria Camps, quien dice que lo más importante es la reputación que se haya forjado, elemento sumamente importante que trasciende a la riqueza.

Dice Octavio Paz que la historia la hacemos los vivos y los muertos, afirmación que me parece muy acertada porque precisamente las acciones de quienes ya murieron determinan el presente, por lo que resulta sumamente llamativo el hecho la forma en cómo nos recuerdan, a veces para bien y a veces para mal.

Pensemos en los líderes de las naciones participantes en la Segunda Guerra Mundial, todos ellos pueden ser admirados u odiados: Hitler, Mussolini, Stalin, Churchill, De Gaulle realizaron acciones que determinaron el mundo, tanto en su tiempo como en el nuestro.

También pensemos que la vanidad y el narcisismo son destruidos totalmente cuando uno fallece, así que estar empecinados en esas dos cosas resulta obsoleto, tanto en vida y especialmente en la muerte, pienso ahora en algunas reinas de belleza, compañeras afectivas de algunos narcotraficantes, quienes han muerto en los enfrentamientos propios de esos delincuentes, en vida eran muy admiradas y deseadas, pero ahora carecen de importancia y con muchos juicios de reproche morales, todo por andar con malas compañías a cambio de comodidades materiales.

Pienso ahora en Rafael Moreno Valle, un enfermo de poder cuyos seguidores se esfumaron cuando el murió y ahora tratan de servir a nuevos amos para conservar sus privilegios. De su gran ego no quedaron más que cenizas y muchos odios por parte de tantos que salieron afectados por sus excesos, al contrario de muchos maestros jubilados actualmente, quienes son objeto de respeto y hasta veneración por parte de los muchos alumnos que tuvieron durante su vida magisterial.

En la película Macario hay una frase para reflexionar: “Pasamos más tiempo muertos que vivos”, así que vale la pena darle importancia a esos siglos que lo que alguien tiene el estatus de fallecido, en el entendido que sea recordado y recordado de buena manera.

Indudablemente resulta importante lo que vivamos y la reputación que forjemos como personas respetables y útiles a la sociedad, pero estas líneas las dedico a reflexionar acerca de lo queremos que sea nuestra influencia o legado para después de exhalar nuestro último aliento. Mando mis sinceras condolencias a Luis Gabriel Apam Tello, quien lamentablemente perdió la vida el lunes pasado, descansa en paz.

Dudas o comentarios: @vicente_aven; vicente_leopoldo@hotmail.com; 2225647505.


Los seres humanos pensamos mucho en asuntos acerca de cómo conducir nuestra vida, buscamos educarnos, hacer dinero, tener familia, divertirnos, pero quizá no es tan común pensar en qué sucederá respecto a nosotros cuando nuestras funciones vitales cesen.


Hace unas horas me enteré del fallecimiento de un compañero universitario, quien súbitamente murió en un hospital después de haber experimentado un malestar un día anterior, él tenía un par de hijos, esposa y planes que no pudo realizar.

Evidentemente hay quien contrata una póliza de seguro, forja un patrimonio o paga una educación a los vástagos, quienes son los que más necesitan del apoyo y sostenimiento, pero también vale la pena pensar qué queremos que sea nuestra imagen o legado para después de fallecer.

En primer lugar hay que recalcar la necesidad de buscar un sistema financiero o de seguro que pueda apoyar a los deudos, sin embargo, el dinero no es suficiente para poder cuidar de un hijo.

Dice el filósofo Martin Heidegger que después de la muerte no hay absolutamente nada, en función de que no hay una trascendencia, cielo o infierno que puedan alargar la conciencia, sin embargo, sí se puede dejar un recuerdo o una serie de ideas, es por ello que hoy en día aún recordamos a Platón, Kant o Sartre, pese a haber vivido hace años y hasta milenios.

Se dice que los escritores nunca mueren, simplemente dejan de escribir, porque sus palabras se seguirán escuchando en todo aquel que tome un libro, pero hay que recordar que no todos los seres humanos tienen la vocación o el talento para plasmar ideas mediante el lenguaje, así que también tenemos que referirnos a personas ordinarias, quienes con su actuar diario construyen una imagen que puede trascender.

Cuando hablamos de la vejez, desde el punto de vista filosófico, nos enfrentamos a la pregunta respecto a lo dejado en vida, a lo que se puede aspirar y ahí encuentro una opinión de la filósofa Victoria Camps, quien dice que lo más importante es la reputación que se haya forjado, elemento sumamente importante que trasciende a la riqueza.

Dice Octavio Paz que la historia la hacemos los vivos y los muertos, afirmación que me parece muy acertada porque precisamente las acciones de quienes ya murieron determinan el presente, por lo que resulta sumamente llamativo el hecho la forma en cómo nos recuerdan, a veces para bien y a veces para mal.

Pensemos en los líderes de las naciones participantes en la Segunda Guerra Mundial, todos ellos pueden ser admirados u odiados: Hitler, Mussolini, Stalin, Churchill, De Gaulle realizaron acciones que determinaron el mundo, tanto en su tiempo como en el nuestro.

También pensemos que la vanidad y el narcisismo son destruidos totalmente cuando uno fallece, así que estar empecinados en esas dos cosas resulta obsoleto, tanto en vida y especialmente en la muerte, pienso ahora en algunas reinas de belleza, compañeras afectivas de algunos narcotraficantes, quienes han muerto en los enfrentamientos propios de esos delincuentes, en vida eran muy admiradas y deseadas, pero ahora carecen de importancia y con muchos juicios de reproche morales, todo por andar con malas compañías a cambio de comodidades materiales.

Pienso ahora en Rafael Moreno Valle, un enfermo de poder cuyos seguidores se esfumaron cuando el murió y ahora tratan de servir a nuevos amos para conservar sus privilegios. De su gran ego no quedaron más que cenizas y muchos odios por parte de tantos que salieron afectados por sus excesos, al contrario de muchos maestros jubilados actualmente, quienes son objeto de respeto y hasta veneración por parte de los muchos alumnos que tuvieron durante su vida magisterial.

En la película Macario hay una frase para reflexionar: “Pasamos más tiempo muertos que vivos”, así que vale la pena darle importancia a esos siglos que lo que alguien tiene el estatus de fallecido, en el entendido que sea recordado y recordado de buena manera.

Indudablemente resulta importante lo que vivamos y la reputación que forjemos como personas respetables y útiles a la sociedad, pero estas líneas las dedico a reflexionar acerca de lo queremos que sea nuestra influencia o legado para después de exhalar nuestro último aliento. Mando mis sinceras condolencias a Luis Gabriel Apam Tello, quien lamentablemente perdió la vida el lunes pasado, descansa en paz.

Dudas o comentarios: @vicente_aven; vicente_leopoldo@hotmail.com; 2225647505.