/ sábado 3 de abril de 2021

Quizá dios sea bueno, pero no para todos

En esta Semana Santa es menester recordar el aumento del fervor religioso debido a la angustia y desesperación propias de esta pandemia, situación sobre la cual no puedo hacer juicio alguno porque cada quien es libre de creer en lo que quiera, pero tampoco puedo ser omiso a lo que la historia claramente nos muestra y concluir que nunca y ninguna deidad ha sido bondadosa plenamente.


Inicio esta editorial manifestando total respeto por las creencias religiosas de todos, aceptando que hay que hay creyentes que son más felices y exitosos que un servidor, pero mi vocación por el estudio me lleva a emitir estos comentarios con el fin de evitar los fanatismos, la muerte y el odio que últimamente hemos visto con mayor intensidad.

La pandemia indudablemente ha mostrados unos rasgos de solidaridad entre las personas, pero también ha despertado lo más ruin que puede haber en un ser humano. Hemos visto gente que hace fraudes vendiendo oxígeno, delincuencia en aumento, violencia intrafamiliar y abusos sexuales al interior del hogar y, para colmo de males, todo un cúmulo de publicidad política llena de falacias y mentiras explícitas.

Decía el filosofo argentino Pablo Feinmann que “ante el gran silencio de dios, el hombre debe tomar la palabra”, y yo quiero contribuir a ello.

En este caso me refiero las deidades en general, pero específicamente a la católica-cristiana. Personalmente creo que no existen criaturas sobrenaturales ni deidades, pero soy alguien que siempre está abierto a diversas opiniones y acepto que me pueda equivocar, sin embargo, me es muy difícil aceptar que dios sea un ser que ama profundamente a todos sus hijos, es más, creo que eso es imposible, lo cual desvirtuaría uno de los grandes atributos del padre de Jesús.

No voy a enumerar el cúmulo de abusos y matanzas que se han realizado en nombre de la fe, de igual modo, diversos regímenes totalitarios, políticos egocéntricos y sicarios han cometido diversas atrocidades que no dejan de sorprendernos.

La humanidad ha sufrido catástrofes, pandemias, guerras y un sinfín de desgracias que nos llevan a reflexionar si hay un sentido de la historia, lo cual es negado por diversos autores, como Primo Levi, quien señala que la ciencia que estudia los acontecimientos pasados es un relato de deconstrucción. El propio Octavio Paz, cuyo natalicio se conmemoró el pasado día 31, señaló que “el hombre es un incesante creador de ruinas y que dios no existe, es algo hecho por nosotros”, afirmación que cobra un gran sentido al estudiar de modo profundo lo que ha sido el hombre en el planeta.

Es obvio que resulta muy cómodo y esperanzador pensar que hay alguien divino que nos quiera como hijos, además que tenga un destino maravilloso para nosotros, eso es parte de una estabilidad emocional que resulta fundamental, cuya ausencia podría volver loca a una persona que no encuentra explicación para tanta maldad y absurdos que hay en el mundo, asumiendo que la noción de la ética depende de un tiempo y un espacio.

Es obvio que cualquier ser humano debe tener fe y tiene el derecho a gastarse su dinero en ella, inclusive hasta llegar a un sacrificio personal, pero eso dista mucho de los sacerdotes que afirman que usar cubrebocas es no confiar en dios o quienes aceptan o contribuyen a las peores desgracias señalando que “dios sabe lo que hace”.

Yo me pregunto dónde estaba ese dios toda bondad cuando violaron y mataron a la niña Fátima; o cuando miles de judíos eran cremados vivos; o en los millones de escenarios abominables que hay diariamente en el mundo.

Creo que, así como no podemos echarle toda la culpa a una deidad, de igual manera no podemos esperanzarnos en todo. Refirmo la posibilidad de que exista dios, pero es absolutamente imposible que sea bondadoso para todos, con lo cual no quiero atacar la fe de nadie, sino hacer un llamado al actuar humano y a la búsqueda de las soluciones de los grandes problemas nacionales y mundiales a partir del verdadero humanismo, dejando de lado los grandes engaños y abusos que se han cometido en nombre de la fe y que nos sumen en las tinieblas de la ignorancia y la incivilidad. Hasta la próxima.


Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.

En esta Semana Santa es menester recordar el aumento del fervor religioso debido a la angustia y desesperación propias de esta pandemia, situación sobre la cual no puedo hacer juicio alguno porque cada quien es libre de creer en lo que quiera, pero tampoco puedo ser omiso a lo que la historia claramente nos muestra y concluir que nunca y ninguna deidad ha sido bondadosa plenamente.


Inicio esta editorial manifestando total respeto por las creencias religiosas de todos, aceptando que hay que hay creyentes que son más felices y exitosos que un servidor, pero mi vocación por el estudio me lleva a emitir estos comentarios con el fin de evitar los fanatismos, la muerte y el odio que últimamente hemos visto con mayor intensidad.

La pandemia indudablemente ha mostrados unos rasgos de solidaridad entre las personas, pero también ha despertado lo más ruin que puede haber en un ser humano. Hemos visto gente que hace fraudes vendiendo oxígeno, delincuencia en aumento, violencia intrafamiliar y abusos sexuales al interior del hogar y, para colmo de males, todo un cúmulo de publicidad política llena de falacias y mentiras explícitas.

Decía el filosofo argentino Pablo Feinmann que “ante el gran silencio de dios, el hombre debe tomar la palabra”, y yo quiero contribuir a ello.

En este caso me refiero las deidades en general, pero específicamente a la católica-cristiana. Personalmente creo que no existen criaturas sobrenaturales ni deidades, pero soy alguien que siempre está abierto a diversas opiniones y acepto que me pueda equivocar, sin embargo, me es muy difícil aceptar que dios sea un ser que ama profundamente a todos sus hijos, es más, creo que eso es imposible, lo cual desvirtuaría uno de los grandes atributos del padre de Jesús.

No voy a enumerar el cúmulo de abusos y matanzas que se han realizado en nombre de la fe, de igual modo, diversos regímenes totalitarios, políticos egocéntricos y sicarios han cometido diversas atrocidades que no dejan de sorprendernos.

La humanidad ha sufrido catástrofes, pandemias, guerras y un sinfín de desgracias que nos llevan a reflexionar si hay un sentido de la historia, lo cual es negado por diversos autores, como Primo Levi, quien señala que la ciencia que estudia los acontecimientos pasados es un relato de deconstrucción. El propio Octavio Paz, cuyo natalicio se conmemoró el pasado día 31, señaló que “el hombre es un incesante creador de ruinas y que dios no existe, es algo hecho por nosotros”, afirmación que cobra un gran sentido al estudiar de modo profundo lo que ha sido el hombre en el planeta.

Es obvio que resulta muy cómodo y esperanzador pensar que hay alguien divino que nos quiera como hijos, además que tenga un destino maravilloso para nosotros, eso es parte de una estabilidad emocional que resulta fundamental, cuya ausencia podría volver loca a una persona que no encuentra explicación para tanta maldad y absurdos que hay en el mundo, asumiendo que la noción de la ética depende de un tiempo y un espacio.

Es obvio que cualquier ser humano debe tener fe y tiene el derecho a gastarse su dinero en ella, inclusive hasta llegar a un sacrificio personal, pero eso dista mucho de los sacerdotes que afirman que usar cubrebocas es no confiar en dios o quienes aceptan o contribuyen a las peores desgracias señalando que “dios sabe lo que hace”.

Yo me pregunto dónde estaba ese dios toda bondad cuando violaron y mataron a la niña Fátima; o cuando miles de judíos eran cremados vivos; o en los millones de escenarios abominables que hay diariamente en el mundo.

Creo que, así como no podemos echarle toda la culpa a una deidad, de igual manera no podemos esperanzarnos en todo. Refirmo la posibilidad de que exista dios, pero es absolutamente imposible que sea bondadoso para todos, con lo cual no quiero atacar la fe de nadie, sino hacer un llamado al actuar humano y a la búsqueda de las soluciones de los grandes problemas nacionales y mundiales a partir del verdadero humanismo, dejando de lado los grandes engaños y abusos que se han cometido en nombre de la fe y que nos sumen en las tinieblas de la ignorancia y la incivilidad. Hasta la próxima.


Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.