/ viernes 4 de junio de 2021

Ratificar a Morena o echarlo a la calle

La polarización social generada desde la cima del poder por el presidente Andrés Manuel López Obrador llevó las campañas electorales a esgrimir dos ideas fundamentales por parte de los actores políticos que contenderán el domingo en las urnas, divididos en dos grandes bloques: la que pugna por la continuidad de Morena y la que busca su destierro.

Las campañas electorales duraron un suspiro.

Si dos meses apenas alcanzaron para esbozar la propuesta legislativa de quienes aspiran a una diputación federal, un mes fue inservible para quienes desean un lugar en el congreso del estado o, peor aún, para quienes pretenden colocarse al frente de una presidencia municipal.

Candidatos de todos los colores batallaron para hacer llegar su mensaje a los electores, agobiados además por los topes de gastos de campaña y la imposibilidad de recurrir a grandes concentraciones de personas debido a la pandemia.

Como no había ocurrido en otras contiendas electorales, esta vez los aspirantes a diputados y presidentes municipales tuvieron que concentrar su propaganda en redes sociales y recorrer a pie las calles para llevar sus propuestas a los ciudadanos, de casa en casa, de boca en boca.

La que fue la una de las principales limitantes para transmitir el mensaje político a los ciudadanos, el tiempo, sin embargo, pudo no ser crucial para encaminar el voto en favor de uno u otro candidato, partido o coalición electoral, dado que el espíritu de esta contienda se basó y se basará, porque todavía no termina, en la permanencia del Movimiento de Regeneración Nacional como ente mayoritario de poder en el país.

Así, salvo en casos muy específicos, como la pelea por los ayuntamientos en municipios donde hay candidatos que buscan la reelección, el punto a seguir por parte de contendientes y votantes se volvió uno solo, en función de esa continuidad buscada por López Obrador y rechazada por sus opositores, aglutinados principalmente en torno al PAN, PRI y PRD, que por primera ocasión formalizaron una alianza para enfrentar al enemigo común.

Tal es la fragmentación social de este país en dos grupos, “chairos” y “fifís”, según el lenguaje del presidente; o “zombis” y “librepensadores”, según el de sus opositores, que la discusión general de las campañas se ubicó en esa misma línea, en perjuicio de ofrecimientos legislativos concretos o propuestas de gobierno específicas para los municipios.

La inseguridad pública retornó a los niveles previos al estallamiento de la pandemia.

La violencia intrafamiliar se disparó.

Cientos de empresas y negocios cerraron y miles de personas despedidas salieron de la economía formal para engrosar las filas de la informal, por culpa de la pandemia.

Poblaciones urbanas y rurales carecen de proyectos viables no nada más para atender las demandas sociales que ya existían desde antes del nuevo coronavirus, sino para retornar a las condiciones que había al comienzo de la crisis.

Esas son problemáticas que debieron interesar a los electores y ocupar la agenda de los candidatos, incluso en el brevísimo tiempo de campaña electoral.

No pasó, por culpa del presidente y esa estrategia perfectamente bien orquestada que busca mantener el odio clasista en nuestro país, para manipular las conciencias de los ciudadanos en beneficio de sus intereses políticos.

Por ahí se centró el debate en estas elecciones y por ahí se votará el domingo, por la continuidad o el destierro de Morena, la presunta “esperanza de México”.


Twitter: @jorgerdzc


La polarización social generada desde la cima del poder por el presidente Andrés Manuel López Obrador llevó las campañas electorales a esgrimir dos ideas fundamentales por parte de los actores políticos que contenderán el domingo en las urnas, divididos en dos grandes bloques: la que pugna por la continuidad de Morena y la que busca su destierro.

Las campañas electorales duraron un suspiro.

Si dos meses apenas alcanzaron para esbozar la propuesta legislativa de quienes aspiran a una diputación federal, un mes fue inservible para quienes desean un lugar en el congreso del estado o, peor aún, para quienes pretenden colocarse al frente de una presidencia municipal.

Candidatos de todos los colores batallaron para hacer llegar su mensaje a los electores, agobiados además por los topes de gastos de campaña y la imposibilidad de recurrir a grandes concentraciones de personas debido a la pandemia.

Como no había ocurrido en otras contiendas electorales, esta vez los aspirantes a diputados y presidentes municipales tuvieron que concentrar su propaganda en redes sociales y recorrer a pie las calles para llevar sus propuestas a los ciudadanos, de casa en casa, de boca en boca.

La que fue la una de las principales limitantes para transmitir el mensaje político a los ciudadanos, el tiempo, sin embargo, pudo no ser crucial para encaminar el voto en favor de uno u otro candidato, partido o coalición electoral, dado que el espíritu de esta contienda se basó y se basará, porque todavía no termina, en la permanencia del Movimiento de Regeneración Nacional como ente mayoritario de poder en el país.

Así, salvo en casos muy específicos, como la pelea por los ayuntamientos en municipios donde hay candidatos que buscan la reelección, el punto a seguir por parte de contendientes y votantes se volvió uno solo, en función de esa continuidad buscada por López Obrador y rechazada por sus opositores, aglutinados principalmente en torno al PAN, PRI y PRD, que por primera ocasión formalizaron una alianza para enfrentar al enemigo común.

Tal es la fragmentación social de este país en dos grupos, “chairos” y “fifís”, según el lenguaje del presidente; o “zombis” y “librepensadores”, según el de sus opositores, que la discusión general de las campañas se ubicó en esa misma línea, en perjuicio de ofrecimientos legislativos concretos o propuestas de gobierno específicas para los municipios.

La inseguridad pública retornó a los niveles previos al estallamiento de la pandemia.

La violencia intrafamiliar se disparó.

Cientos de empresas y negocios cerraron y miles de personas despedidas salieron de la economía formal para engrosar las filas de la informal, por culpa de la pandemia.

Poblaciones urbanas y rurales carecen de proyectos viables no nada más para atender las demandas sociales que ya existían desde antes del nuevo coronavirus, sino para retornar a las condiciones que había al comienzo de la crisis.

Esas son problemáticas que debieron interesar a los electores y ocupar la agenda de los candidatos, incluso en el brevísimo tiempo de campaña electoral.

No pasó, por culpa del presidente y esa estrategia perfectamente bien orquestada que busca mantener el odio clasista en nuestro país, para manipular las conciencias de los ciudadanos en beneficio de sus intereses políticos.

Por ahí se centró el debate en estas elecciones y por ahí se votará el domingo, por la continuidad o el destierro de Morena, la presunta “esperanza de México”.


Twitter: @jorgerdzc