/ lunes 12 de octubre de 2020

Retos de la pandemia

“Eso es lo que nos muestra una epidemia: cuán vulnerables somos todos, cuánto dependemos del comportamiento considerado de otros, pero también cómo podemos protegernos y apoyarnos unos a otros, actuando mancomunadamente”

Angela Merkel


Apenas el 27 de abril el Presidente Andrés Manuel López Obrador había declarado en un video difundido en redes sociales, que “la pandemia estaba domada”, en ese momento había 14,667 contagios confirmados y 1,351 muertes.


Seis meses después, al día de ayer 11 de octubre, según datos de la Secretaría de Salud hay 814, 328 contagios confirmados y 83,642 muertes. Estamos rebasando el peor escenario previsto por el Gobierno Federal en todos los rubros: sanitario, económico y social, que en abril parecía muy lejano.


En el segundo trimestre del 2020, el INEGI registró la peor caída del PIB (Producto Interno Bruto) desde 1932 que se mide, de 18.7% en términos reales, superando las caídas provocadas por las crisis económicas de 1995 (-8.5% ) y 2009 (-7.7%). Los expertos estiman un retroceso de 10 años, para reportar el mismo nivel del PIB antes de 2020.


Desplome consecuencia del distanciamiento social y cierre de negocios por el Covid-19. Aunado a las malas decisiones del gobierno y el nulo apoyo para la economía de las familias, pese a la recomendación del FMI (Fondo Monetario Internacional) para que el Gobierno Federal aumente el gasto en salud y el apoyo a las familias y los pequeños negocios para mitigar la tragedia. ¿La respuesta? Ya la conocemos.


El 97.3 % de las empresas mexicanas son microempresas; es decir, empresas conformadas por menos de 10 trabajadores que representan el 40% del empleo en el país que hoy carecen de apoyo para salir adelante de esta crisis sin precedente.


La gravedad de la caída también se justifica por la debilidad de la economía mexicana, con cinco trimestres consecutivos a la baja, originada por decisiones domésticas, populares pero no responsables. Tales como la cancelación del aeropuerto de Texcoco, de la cervecera en Baja California, la inversión en la refinería de 2 bocas y no en energías limpias, la construcción del tren maya, etc. En resumen; proyectos inviables económicamente.


Las decisiones políticas si inciden en la economía, desincentivan la confianza de inversionistas extranjeros y nacionales.


En cuanto a lo social; el total de feminicidios en abril de 2020 significó, en promedio, 11.2 mujeres asesinadas por día. La violencia contra la mujer en el hogar aumentó 60% en México durante el confinamiento de acuerdo con la ONU.


El CONAPO (Consejo Nacional de Población) calcula que los embarazos de adolescentes de 10 a 14 años aumentaron 20% durante la pandemia.


Y en materia educativa dado el acceso desigual a las tecnologías educativas, la UNICEF estima que las brechas de aprendizaje se ampliarán de acuerdo al nivel socioeconómico de los estudiantes: El 10% de los estudiantes mexicanos no tienen televisión y el 50% no tienen una computadora conectada a internet.


Aunado a todo lo anterior, la “austeridad presupuestaria” sin planeación ni priorización de programas de gobierno, está ocasionando despidos de funcionarios de todos los niveles y la ineficiencia operativa del gobierno federal.


Los ciudadanos estamos solos, el pacto de unidad al que llamaron muchos actores políticos al inicio de la crisis sanitaria feneció. El INEGI estima que la expectativa más optimista de recuperación económica será hasta 2025 para estar como en el 2018. El problema es que no está claro qué hacer desde la sociedad civil ¿Salimos para reactivar la economía o nos quedamos en casa? Los mensajes son contradictorios.


En situaciones de crisis como desastres naturales, la solidaridad de los mexicanos emerge naturalmente. Hoy no está claro. Sería ingenuo asumir que la única solución es salir a votar el 6 de junio de 2021. El panorama es desolador y tenemos que descubrir por cuenta propia la receta para ayudarnos entre nosotros.

“Eso es lo que nos muestra una epidemia: cuán vulnerables somos todos, cuánto dependemos del comportamiento considerado de otros, pero también cómo podemos protegernos y apoyarnos unos a otros, actuando mancomunadamente”

Angela Merkel


Apenas el 27 de abril el Presidente Andrés Manuel López Obrador había declarado en un video difundido en redes sociales, que “la pandemia estaba domada”, en ese momento había 14,667 contagios confirmados y 1,351 muertes.


Seis meses después, al día de ayer 11 de octubre, según datos de la Secretaría de Salud hay 814, 328 contagios confirmados y 83,642 muertes. Estamos rebasando el peor escenario previsto por el Gobierno Federal en todos los rubros: sanitario, económico y social, que en abril parecía muy lejano.


En el segundo trimestre del 2020, el INEGI registró la peor caída del PIB (Producto Interno Bruto) desde 1932 que se mide, de 18.7% en términos reales, superando las caídas provocadas por las crisis económicas de 1995 (-8.5% ) y 2009 (-7.7%). Los expertos estiman un retroceso de 10 años, para reportar el mismo nivel del PIB antes de 2020.


Desplome consecuencia del distanciamiento social y cierre de negocios por el Covid-19. Aunado a las malas decisiones del gobierno y el nulo apoyo para la economía de las familias, pese a la recomendación del FMI (Fondo Monetario Internacional) para que el Gobierno Federal aumente el gasto en salud y el apoyo a las familias y los pequeños negocios para mitigar la tragedia. ¿La respuesta? Ya la conocemos.


El 97.3 % de las empresas mexicanas son microempresas; es decir, empresas conformadas por menos de 10 trabajadores que representan el 40% del empleo en el país que hoy carecen de apoyo para salir adelante de esta crisis sin precedente.


La gravedad de la caída también se justifica por la debilidad de la economía mexicana, con cinco trimestres consecutivos a la baja, originada por decisiones domésticas, populares pero no responsables. Tales como la cancelación del aeropuerto de Texcoco, de la cervecera en Baja California, la inversión en la refinería de 2 bocas y no en energías limpias, la construcción del tren maya, etc. En resumen; proyectos inviables económicamente.


Las decisiones políticas si inciden en la economía, desincentivan la confianza de inversionistas extranjeros y nacionales.


En cuanto a lo social; el total de feminicidios en abril de 2020 significó, en promedio, 11.2 mujeres asesinadas por día. La violencia contra la mujer en el hogar aumentó 60% en México durante el confinamiento de acuerdo con la ONU.


El CONAPO (Consejo Nacional de Población) calcula que los embarazos de adolescentes de 10 a 14 años aumentaron 20% durante la pandemia.


Y en materia educativa dado el acceso desigual a las tecnologías educativas, la UNICEF estima que las brechas de aprendizaje se ampliarán de acuerdo al nivel socioeconómico de los estudiantes: El 10% de los estudiantes mexicanos no tienen televisión y el 50% no tienen una computadora conectada a internet.


Aunado a todo lo anterior, la “austeridad presupuestaria” sin planeación ni priorización de programas de gobierno, está ocasionando despidos de funcionarios de todos los niveles y la ineficiencia operativa del gobierno federal.


Los ciudadanos estamos solos, el pacto de unidad al que llamaron muchos actores políticos al inicio de la crisis sanitaria feneció. El INEGI estima que la expectativa más optimista de recuperación económica será hasta 2025 para estar como en el 2018. El problema es que no está claro qué hacer desde la sociedad civil ¿Salimos para reactivar la economía o nos quedamos en casa? Los mensajes son contradictorios.


En situaciones de crisis como desastres naturales, la solidaridad de los mexicanos emerge naturalmente. Hoy no está claro. Sería ingenuo asumir que la única solución es salir a votar el 6 de junio de 2021. El panorama es desolador y tenemos que descubrir por cuenta propia la receta para ayudarnos entre nosotros.