En 1535, cuatro años después de la fundación Puebla, la Ciudad de los Ángeles aprovechó el caudal del río Alomoloya, después llamado río de San Francisco, para llevar agua a sus molinos.
En esa época, las principales zonas de la ciudad, contaban con abastecimiento natural de ríos y arroyos que descendían del deshielo principalmente del Iztaccíhuatl, Popocatépetl y Malinche, que entraban a la ciudad como parte de los denominados ríos San Francisco, Atoyac y Alseseca.
La corriente del río San Francisco, venía de la Malinche, y bajaba por el actual boulevard 5 de mayo, por el “Arroyo de Xonaca”, y surtía de agua dulce a las “cieneguillas” del norte y centro de la ciudad.
Casi 16 años después, con el propósito de conectar las orillas del río, se construyeron los puentes de San Francisco y Amalucan, llamados posteriormente Bubas.
Más tarde se construyeron paredes para contener la fuerza del río en época de tormentas, y en 1781 se inauguró el conocido Puente de Ovando.
El río San Francisco originó grandes inundaciones que afectaron algunas zonas de la ciudad, dañando puentes y casas, por lo que se tuvieron que tomar medidas para proteger a la población.
El río San Francisco fue parte del paisaje de la ciudad hasta mediados de la década de los 60; derivado del crecimiento de la ciudad se contaminó y en esa época tomaron la decisión de entubarlo.
Hoy en día existen algunos proyectos de recuperación del río, a fin de explorar su potencial turístico.
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Como dijo Lord Acton: “La historia no es una carga para la memoria sino una iluminación para el alma.”
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