/ viernes 18 de septiembre de 2020

Rudeza innecesaria la noche del grito



El doble grito de independencia celebrado la noche del 15 en el palacio municipal molestó al gobernador Luis Miguel Barbosa, que vio en la acción perpetrada por la edil Claudia Rivera Vivanco un gesto innecesario de rudeza. Y, por lo menos esta vez, el mandatario tiene razón.

Si bien la presidenta municipal había llevado ventaja en la mayoría de los episodios de confrontación protagonizados con Barbosa, por tener de su lado la percepción que la coloca como víctima de los intentos de abuso de poder por parte del gobernador, lo sucedido el martes en la sede del ayuntamiento de Puebla fue distinto.

Esa noche, contra la mayoría de los pronósticos, basados en la mala relación que han sostenido estos dos personajes, el gobernador olvidó las diferencias y atendió con civilidad el protocolo que le ordenaba hacerse acompañar de Claudia Rivera en el balcón principal del palacio, durante la arenga independentista que por esta vez se llevó a cabo sin gente en la plancha del zócalo.

Miguel Barbosa y Claudia Rivera no han tenido reparo a la hora de hacer públicos sus diferendos, lo que llegó a un máximo nivel de beligerancia cuando la edil impidió que el mandatario le quitara el control de la seguridad pública en la ciudad para dárselo a un presunto compinche de Genaro García Luna.

Esos antecedentes llevaron al respetable a pensar que sería imposible la coexistencia de los dos morenistas en la noche del grito, como aquella conmemoración de 2011 que lo fue para el fallecido Rafael Moreno Valle y Eduardo Rivera Pérez.

Al final no fue así.

Un mes atrás, David Méndez Márquez, secretario de Gobernación de Barbosa, mandó a traer a Liza Elena Aceves, secretaria del ayuntamiento de Rivera, para hacerle saber que el gobernador pretendía incluir a su jefa en los festejos, incluida la réplica del grito.

El martes así ocurrió.

Acompañaron al gobernador su esposa, María del Rosario Orozco; Claudia Rivera, y el infaltable Gabriel Biestro Medinilla.

Barbosa mismo y sus colaboradores entendieron que se trataba de una noche de tregua.

Si bien no abundaron los abrazos entre los integrantes de ambos equipos de trabajo, el del gobernador y el de la presidenta municipal, tampoco los parabienes, ni se quedaron ambos a degustar juntos antojitos mexicanos, no hubo groserías ni malas caras… hasta que Barbosa subió a su camioneta para partir hacia otro rumbo de la ciudad.

Una vez que el gobernador estuvo ausente del palacio municipal, Claudia Rivera pronunció un mensaje a los poblanos desde las escaleras construidas con piedra de mármol del inmueble, que terminó convirtiéndose en una segunda arenga independentista en la que la presidenta resaltó y exaltó la autonomía municipal.

“Viva el municipio libre”, lanzó Rivera Vivanco, en una clara alusión a la defensa de su gobierno frente a los diversos intentos de intromisión del huésped de Casa Aguayo.

Qué bueno que lo haga.

Qué bien que le siga diciendo a Barbosa que peleará con todos los medios disponibles a su alcance para impedir que sea él, y no ella, quien dicte las órdenes en su administración, y que no pretende someterse pese a los recursos de poder de los que dispone el Estado, como la Auditoría Superior.

Sin embargo, y esto fue lo que enfureció al mandatario una vez que fue informado del acontecimiento, la expresión, válida en otros momentos y circunstancias, quedó fuera de lugar.

La noche en que Barbosa acordó guardar las armas, su rival decidió no hacerlo.

Eso echará más fuego a la hoguera.

Twitter: @jrodriguezc



El doble grito de independencia celebrado la noche del 15 en el palacio municipal molestó al gobernador Luis Miguel Barbosa, que vio en la acción perpetrada por la edil Claudia Rivera Vivanco un gesto innecesario de rudeza. Y, por lo menos esta vez, el mandatario tiene razón.

Si bien la presidenta municipal había llevado ventaja en la mayoría de los episodios de confrontación protagonizados con Barbosa, por tener de su lado la percepción que la coloca como víctima de los intentos de abuso de poder por parte del gobernador, lo sucedido el martes en la sede del ayuntamiento de Puebla fue distinto.

Esa noche, contra la mayoría de los pronósticos, basados en la mala relación que han sostenido estos dos personajes, el gobernador olvidó las diferencias y atendió con civilidad el protocolo que le ordenaba hacerse acompañar de Claudia Rivera en el balcón principal del palacio, durante la arenga independentista que por esta vez se llevó a cabo sin gente en la plancha del zócalo.

Miguel Barbosa y Claudia Rivera no han tenido reparo a la hora de hacer públicos sus diferendos, lo que llegó a un máximo nivel de beligerancia cuando la edil impidió que el mandatario le quitara el control de la seguridad pública en la ciudad para dárselo a un presunto compinche de Genaro García Luna.

Esos antecedentes llevaron al respetable a pensar que sería imposible la coexistencia de los dos morenistas en la noche del grito, como aquella conmemoración de 2011 que lo fue para el fallecido Rafael Moreno Valle y Eduardo Rivera Pérez.

Al final no fue así.

Un mes atrás, David Méndez Márquez, secretario de Gobernación de Barbosa, mandó a traer a Liza Elena Aceves, secretaria del ayuntamiento de Rivera, para hacerle saber que el gobernador pretendía incluir a su jefa en los festejos, incluida la réplica del grito.

El martes así ocurrió.

Acompañaron al gobernador su esposa, María del Rosario Orozco; Claudia Rivera, y el infaltable Gabriel Biestro Medinilla.

Barbosa mismo y sus colaboradores entendieron que se trataba de una noche de tregua.

Si bien no abundaron los abrazos entre los integrantes de ambos equipos de trabajo, el del gobernador y el de la presidenta municipal, tampoco los parabienes, ni se quedaron ambos a degustar juntos antojitos mexicanos, no hubo groserías ni malas caras… hasta que Barbosa subió a su camioneta para partir hacia otro rumbo de la ciudad.

Una vez que el gobernador estuvo ausente del palacio municipal, Claudia Rivera pronunció un mensaje a los poblanos desde las escaleras construidas con piedra de mármol del inmueble, que terminó convirtiéndose en una segunda arenga independentista en la que la presidenta resaltó y exaltó la autonomía municipal.

“Viva el municipio libre”, lanzó Rivera Vivanco, en una clara alusión a la defensa de su gobierno frente a los diversos intentos de intromisión del huésped de Casa Aguayo.

Qué bueno que lo haga.

Qué bien que le siga diciendo a Barbosa que peleará con todos los medios disponibles a su alcance para impedir que sea él, y no ella, quien dicte las órdenes en su administración, y que no pretende someterse pese a los recursos de poder de los que dispone el Estado, como la Auditoría Superior.

Sin embargo, y esto fue lo que enfureció al mandatario una vez que fue informado del acontecimiento, la expresión, válida en otros momentos y circunstancias, quedó fuera de lugar.

La noche en que Barbosa acordó guardar las armas, su rival decidió no hacerlo.

Eso echará más fuego a la hoguera.

Twitter: @jrodriguezc