/ domingo 8 de julio de 2018

Sala de retratos (boceto en tinta invisible)

A José Luis Olazo, el editor


Como bien sabemos, el escritor Ermilo Abreu Gómez (1894-1971) es un escritor, debida y minuciosamente, olvidado.

Es autor de “Canek”, aquella novela publicada en 1940 sobre un espartaco indígena. Publicación que fue saludada de esta manera por el Instituto Cubano del libro:

“Este Canek, hermoso poema en prosa, a la vez de canto recio y dulce, elegía por tierra y hombres, rebelión de indios en suelo maya, lo escribió Ermilo Abreu Gómez, escritor mexicano notable, autor de obras de mucho mérito”.

Abreu también es autor de “Sala de retratos: intelectuales y artistas de mi época. Con notas cronológicas y bibliográficas de Jesús Zavala y dos retratos del autor por Octavio G. Barreda y Juan Rejano”, publicado en 1946 por la Editorial Leyenda S. A. en su Colección Arco Iris.

Este libro contiene una serie de bocetos o semblanzas de hombres de letras admirados. Encontramos en sus páginas, entre varios, los retratos literarios de Alfonso Reyes, Jorge Cuesta, Juan de la Cabada, Alfonso Caso, Pablo González Casanova, José Gorostiza, Efraín Huerta, Octavio Paz, Samuel Ramos y José Revueltas.

En la breve nota introductoria Ermilo Abreu Gómez escribe:

“Un poco de mi vida y otro poco de la vida de los demás, (sic) va entre las sombras y los claros de esta ‘Sala’. Acaso, con el tiempo, más de un detalle cobre relieve, en tanto que otros irán esfumándose. Allí los dejo un poco al cuidado de la discreción de mis lectores, encargados de disimular, como en las comedias, sus muchas faltas”.

Don Ermilo ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua en el año 1963. En el “Diccionario de Escritores Mexicanos” leemos:

Colaboró en La Revista de Mérida, en donde aparecieron sus primeros cuentos. También, junto con cuatro amigos, publicó la revista Bohemia. Después, se mudó a la ciudad de México, en donde estudió en la Escuela Normal Superior de México y se tituló como maestro en Letras. También en la capital escribió para periódicos como El Nacional, Letras de México, El Hijo Pródigo, El Heraldo de México, Revista de Revistas, El Universal Ilustrado, etcétera. Abreu no solo se dedicó al periodismo sino también a la creación. Escribió críticas y ensayos sobre Peón Contreras, Justo Sierra, O’Reilly, Sigüenza y Góngora, Ruiz de Alarcón y Sor Juana Inés de la Cruz. Esta última lo conmovió y deslumbró a tal grado que se convirtió en la pasión de su vida, por lo que se dedicó a comentar y editar su obra. Por ejemplo, en 1934 realizó la a primera edición de las Poesías completas de sor Juana, así como de la Carta Atenagórica y la ‘Respuesta a sor Filotea’”.

En el Tomo XIX de las “Memorias de la Academia Mexicana correspondiente de la española”, publicado en México en 1968, podemos leer su discurso académico, titulado “Discurso del estilo”, que fue leído el 26 de abril de 1963. Disfrutemos este párrafo:

“Nunca imaginé que había de ocupar el sillón que dejó vacante don Artemio del Valle-Arizpe, amigo mío por muchos años. Nos conocimos en la célebre tertulia de la librería ‘Biblos’, de los señores Gamoneda y Ramírez Cabañas, de la ciudad de México… Don Artemio y yo charlábamos de no sé cuántas cosas humanas y divinas. Él hablaba mucho más que yo, lo cual es ya un alivio para mi conciencia. En materia política nunca estuvimos de acuerdo: pero como de nuestras diferencias ideológicas no hacíamos mucho caso, seguimos siendo amigos.”

Nota bene (Obsérvese): Suya -de don Ermilo- es también la “Didáctica de la Lengua y la Literatura Española”. Es redundante escribir que el tiempo, esa implacable tormenta de arena, también la ha sepultado bajo toneladas de ingratitud, estulticia y desinterés. Tal es el destino de todas las obras humanas. Sin embargo, mientras el sol brille para nosotros, celebraremos el alto valor de ciertos hombres de letras.

A José Luis Olazo, el editor


Como bien sabemos, el escritor Ermilo Abreu Gómez (1894-1971) es un escritor, debida y minuciosamente, olvidado.

Es autor de “Canek”, aquella novela publicada en 1940 sobre un espartaco indígena. Publicación que fue saludada de esta manera por el Instituto Cubano del libro:

“Este Canek, hermoso poema en prosa, a la vez de canto recio y dulce, elegía por tierra y hombres, rebelión de indios en suelo maya, lo escribió Ermilo Abreu Gómez, escritor mexicano notable, autor de obras de mucho mérito”.

Abreu también es autor de “Sala de retratos: intelectuales y artistas de mi época. Con notas cronológicas y bibliográficas de Jesús Zavala y dos retratos del autor por Octavio G. Barreda y Juan Rejano”, publicado en 1946 por la Editorial Leyenda S. A. en su Colección Arco Iris.

Este libro contiene una serie de bocetos o semblanzas de hombres de letras admirados. Encontramos en sus páginas, entre varios, los retratos literarios de Alfonso Reyes, Jorge Cuesta, Juan de la Cabada, Alfonso Caso, Pablo González Casanova, José Gorostiza, Efraín Huerta, Octavio Paz, Samuel Ramos y José Revueltas.

En la breve nota introductoria Ermilo Abreu Gómez escribe:

“Un poco de mi vida y otro poco de la vida de los demás, (sic) va entre las sombras y los claros de esta ‘Sala’. Acaso, con el tiempo, más de un detalle cobre relieve, en tanto que otros irán esfumándose. Allí los dejo un poco al cuidado de la discreción de mis lectores, encargados de disimular, como en las comedias, sus muchas faltas”.

Don Ermilo ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua en el año 1963. En el “Diccionario de Escritores Mexicanos” leemos:

Colaboró en La Revista de Mérida, en donde aparecieron sus primeros cuentos. También, junto con cuatro amigos, publicó la revista Bohemia. Después, se mudó a la ciudad de México, en donde estudió en la Escuela Normal Superior de México y se tituló como maestro en Letras. También en la capital escribió para periódicos como El Nacional, Letras de México, El Hijo Pródigo, El Heraldo de México, Revista de Revistas, El Universal Ilustrado, etcétera. Abreu no solo se dedicó al periodismo sino también a la creación. Escribió críticas y ensayos sobre Peón Contreras, Justo Sierra, O’Reilly, Sigüenza y Góngora, Ruiz de Alarcón y Sor Juana Inés de la Cruz. Esta última lo conmovió y deslumbró a tal grado que se convirtió en la pasión de su vida, por lo que se dedicó a comentar y editar su obra. Por ejemplo, en 1934 realizó la a primera edición de las Poesías completas de sor Juana, así como de la Carta Atenagórica y la ‘Respuesta a sor Filotea’”.

En el Tomo XIX de las “Memorias de la Academia Mexicana correspondiente de la española”, publicado en México en 1968, podemos leer su discurso académico, titulado “Discurso del estilo”, que fue leído el 26 de abril de 1963. Disfrutemos este párrafo:

“Nunca imaginé que había de ocupar el sillón que dejó vacante don Artemio del Valle-Arizpe, amigo mío por muchos años. Nos conocimos en la célebre tertulia de la librería ‘Biblos’, de los señores Gamoneda y Ramírez Cabañas, de la ciudad de México… Don Artemio y yo charlábamos de no sé cuántas cosas humanas y divinas. Él hablaba mucho más que yo, lo cual es ya un alivio para mi conciencia. En materia política nunca estuvimos de acuerdo: pero como de nuestras diferencias ideológicas no hacíamos mucho caso, seguimos siendo amigos.”

Nota bene (Obsérvese): Suya -de don Ermilo- es también la “Didáctica de la Lengua y la Literatura Española”. Es redundante escribir que el tiempo, esa implacable tormenta de arena, también la ha sepultado bajo toneladas de ingratitud, estulticia y desinterés. Tal es el destino de todas las obras humanas. Sin embargo, mientras el sol brille para nosotros, celebraremos el alto valor de ciertos hombres de letras.